El próximo 14 de mayo se realizarán las elecciones generales en Turquía, en las que un amplio arco opositor intentará terminar con los 20 años del gobierno de Erdogan. ¿Qué rol juega y qué expectativas sostiene el pueblo kurdo?
El 28 de abril pasado, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP, por sus siglas originales) anunció una de las jugadas más arriesgadas en su historia. La organización, que integra el amplio movimiento kurdo, llamó a votar al candidato presidencial Kemal Kiliçdaroglu en las elecciones generales en Turquía del próximo 14 de mayo. El HDP, que para los comicios integra junto a otros cinco partidos de la izquierda turca la Alianza Trabajo y Libertad, es la tercera fuerza en el país, acaparando entre el 10 y el 13 por ciento de los votos, sobre todo en Bakur (Kurdistán turco, sudeste de Turquía).
El anuncio del HDP estuvo precedido por negociaciones con el Partido Republicano del Pueblo (CHP, por sus siglas originales), que postula a Kiliçdaroglu, e integra la Alianza Nacional, un conglomerado de partidos de centro-derecha e islamistas que buscan, al igual que los kurdos, derrotar en las urnas al presidente Recep Tayyip Erdogan, que ya lleva 20 años ininterrumpidos en el poder.
La táctica del movimiento kurdo en Turquía es, como mínimo, arriesgada. Las urgencias por detener la reelección de Erdogan llevaron al HDP y a sus aliados a declinar la presentación de un o una candidata presidencial. El anuncio se realizó luego de la reunión que mantuvieron los co-presidentes del HDP, Pervin Buldan y Mithat Sancar, con Kiliçdaroglu. En ese encuentro, el candidato del CHP se comprometió a resolver las profundas problemáticas del país a través del Parlamento, un espacio que fue perdiendo importancia en el país mientras el “presidencialismo” de Erdogan crecía. Kiliçdaroglu también aseguró que la «cuestión kurda» y unas posibles negociaciones de paz con la insurgencia del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) debían ser tratadas a nivel legislativo. Es necesario recordar que el CHP siempre avaló las operaciones militares lanzadas por Erdogan contra los y las kurdas, como las que se desarrollan actualmente contra el Kurdistán sirio e iraquí, en la que decenas de pobladores perdieron la vida.
Tras el encuentro con el postulante del CHP, la co-presidenta del HDP, Pervin Buldan, declaró que el objetivo de la Alianza Trabajo y Libertad y del YSP es obtener más de 100 escaños en el Parlamento. Esta es la jugada táctica más importante por parte del movimiento político kurdo que, desde hace décadas, intenta que el Estado turco permita los plenos derechos a su población, conformada por más de 20 millones de personas.
La persecución sostenida por el Estado turco contra el HDP llevó al partido –que tiene abiertos procesos judiciales en su contra que buscan ilegalizarlo– a conformar una nueva organización, el Partido de la Izquierda Verde (YSP, por sus siglas originales). La conformación de una nueva organización no es un hecho caprichoso, sino que se enmarca en la persecución constante a las que son sometidas las expresiones políticas kurdas. En un informe de la agencia de noticias kurda ANF, se recordó que las “ilegalizaciones de partidos no son nada inusual en Turquía y tienen más bien una tradición poco gloriosa”. “Desde principios de la década de 1960, el Tribunal Constitucional turco ha disuelto más de 20 partidos por considerar que peligraba el principio de separación entre Estado y religión o la unidad del Estado –indicaron desde el medio–. Las organizaciones islamistas y pro-kurdas se vieron especialmente afectadas. Pero en los últimos 13 años no ha habido más prohibiciones de partidos, por considerarse una reliquia de tiempos inestables y antidemocráticos”.
Desde hace 25 años hay un punto crítico en la política turca: la situación del líder kurdo y fundador del PKK, Abdullah Öcalan, encarcelado y aislado en la isla-prisión de Imrali, una base militar en el mar de Mármara. Para el pueblo kurdo, Öcalan es la única llave que puede abrir un diálogo de paz y la democratización del país, con propuestas concretas diseñadas a lo largo de los años por el dirigente y materializada en sus libros, en especial aquel titulado «Hoja de ruta. Hacia la paz en el Kurdistán».
Días atrás, los y las abogadas que representan a Öcalan volvieron a denunciar la situación del líder kurdo. En una declaración escrita, recordaron que desde su creación, la prisión en İmrali tiene como objetivo desgastar gradualmente a los reclusos, tanto mental como físicamente. Los y las abogadas apuntaron que sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y los informes del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura (CPT), confirmaron en varias oportunidades que las condiciones de reclusión en la isla-prisión constituyen una tortura.
Conocido como el bufete Asrin, el grupo de letrados se opusieron a que Öcalan –que hace 25 meses está incomunicado– sea objeto de debates especulativos de los políticos antes de las elecciones. En la declaración criticaron los debates preelectorales sobre una presunta reunión entre el fundador del PKK y funcionarios del gobierno turco, que supuestamente era un intento del AKP de ganar el voto kurdo, el que va a ser definitorio en los comicios.
La «cuestión Öcalan» siempre está latente en Turquía. Los intentos de procesos de paz en 2013 y 2015 lo tuvieron como protagonista principal, aunque el gobierno turco los terminó descartando, en el marco del pragmatismo extremo que demuestra Erdogan de forma casi cotidiana.
La postulación de Kilicdaroglu como candidato del CHP despertó unas frágiles esperanzas en la salida de Erdogan del poder. Al mismo tiempo, algunos medios turcos, así como buena parte de las cadenas de noticias extranjeras, se alinearon para presentar a Kilicdaroglu como el “Ghandi turco”.
De 74 años, el postulante del nacionalismo turco (presentado como “socialdemócrata”), tiene un largo historial como funcionario del Estado. Asesor del Ministerio del Tesoro y Finanzas en 1971, Kilicdaroglu también se desempeñó como director de la agencia de la Seguridad Social. En 2002 accedió a una banca en el Parlamento, donde cinco años después fue designado como portavoz del grupo legislativo del CHP. En 2009 fue candidato a los comicios municipales de Estambul, pero fue derrotado por el AKP. Entre 2015 y 2018 lideró a su partido en las elecciones legislativas. En 2017, Kilicdaroglu tuvo un momento de esplendor al encabezar una marcha a pie entre Ankara y Estambul (unos 450 kilómetros) para denunciar el “autoritarismo” de Erdogan.
El descontento con Erdogan –que va desde importantes sectores de la población turca hasta ex presidentes o grandes medios de comunicación– dejan en la nebulosa el hecho de que el candidato del CHP es un hombre que representa al statu quo del Estado turco. Las expresiones de apoyo de su partido a las operaciones militares ordenadas por Erdogan contra las regiones kurdas de Irak y Siria, o el apoyo del mandatario a la invasión de Azerbaiyán contra Artsaj y Armenia, son una muestra preocupante de quién podría acceder a la presidencia.
El analista Matt Broomfield recordó en un artículo publicado en Medya News que “el CHP representa la tradición kemalista que se remonta a la fundación de la República turca, y defiende un nacionalismo turco más o menos autoritario, controlado centralmente sobre la base de una identidad nacional unitaria que es anatema para los llamamientos del movimiento kurdo a la descentralización y el pluralismo. En particular, el CHP ha respaldado las mortíferas operaciones militares transfronterizas de Erdogan contra el sistema democrático dirigido por los kurdos en el norte y el este de Siria, que han causado cientos de muertos y cientos de miles de desplazados civiles, al tiempo que ha exigido la repatriación forzosa de los refugiados sirios, una medida que no haría sino consolidar la política turca de limpieza étnica y cambio demográfico en el norte de Siria”.
A su vez, Broomfield estimó que “hay elementos democráticos y reformas progresistas en el programa propuesto por el CHP que serían de gran ayuda para el movimiento kurdo, y bien podría producirse una alianza táctica con el bloque de oposición más amplio. Pero incluso si el HDP sobreviviera al caso del cierre y Kılıçdaroğlu resultara elegido, Turquía sólo estaría dando el primer paso en un largo camino hacia un acuerdo verdaderamente justo y democrático para todos sus ciudadanos”.
El Movimiento de Liberación de Kurdistán está enfocado en que Erdogan sea derrotado en las elecciones. Desde las expresiones más vinculadas a la vida civil hasta las guerrillas en Bakur, Bashur y Rohjilat, manifestaron la necesidad de que el gobierno del AKP muerda el polvo en los comicios para, a partir de ese momento, intentar reconstruir unos diálogos de paz en Turquía que el propio Erdogan se dedicó a destruir.
La Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK, por sus siglas originales) es la “organización paraguas” donde se nuclean partidos políticos, asociaciones culturales, agrupaciones y espacios de mujeres y la insurgencia, entre otros. Luego de los terremotos de febrero, la KCK anunció un alto el fuego unilateral, que sólo sería levantado si las guerrillas kurdas eran atacadas por las fuerzas armadas de Turquía, no sólo en suelo turco sino también en Bashur, donde desde hace casi un año reciben el fuego y los ataques químicos de la aviación y el ejército. Bombardeos y acciones militares que al día de hoy prosiguen en las montañas de Bashur.
El 27 de marzo pasado, la co-presidenta del Consejo Ejecutivo de la KCK, BesêHozat, anunció que la insurgencia mantendría el alto el fuego unilateral hasta después de los comicios. A finales de abril, Hozat brindó una extensa entrevista a Medya Haber TV, publicada en tres partes por la agencia de noticias ANF, en la que analizó el proceso electoral en Turquía y sus desafíos. Para la comandante de las Fuerzas de Defensa del Pueblo (HPG, por sus siglas originales), si el “gobierno fascista gana las elecciones, se legitimará y perpetuará la política fascista genocida” contra los pueblos que habitan el territorio turco. Hozat alertó sobre la “institucionalización” del fascismo en Turquía y advirtió que ante su posible derrota, la administración de Erdogan podría optar por “una guerra total”. La co-presidenta de la KCK ejemplificó esto diciendo que los medios de comunicación estatales y afines a Erdogan “no tienen otra agenda que la guerra y las armas”, y que sus discursos apuntan a “la hostilidad contra el pueblo kurdo”.
Hozat también se refirió a la Alianza Nacional, de la cual dijo que “tampoco tiene una política democrática”. Aunque la oposición nacionalista anunció su programa electoral, la lideresa kurda criticó que no existe “una política seria para la solución democrática de la cuestión kurda, para la democratización de Turquía, y para la construcción de una República democrática”. Hozat destacó que los profundos cambios que necesita el país pueden llegar de la mano de la Alianza Trabajo y Libertad, que impulsa el Partido de la Izquierda Verde. “El YSP debe entrar en el Parlamento con mucha fuerza, tanto cuantitativa como cualitativamente. Esto es lo que se espera de nuestro pueblo, de todos los ecologistas, del movimiento de mujeres, del movimiento juvenil y de todas y todos los que están a favor de la paz, la democracia, la justicia, la igualdad y de un enfoque respetuoso con la naturaleza”, aseveró Hozat.
La co-presidenta de la KCK también dejó en claro que los cambios necesarios en Turquía no se realizarán de un día para el otro, ya que la “mentalidad” del Estado turco y el sistema que impone hace ya 100 años, está “muy arraigada” y se “se basa en la negación y la aniquilación”. “Pero cuando el frente democrático gane fuerza, formará un frente de lucha muy fuerte sobre la base de la democratización de Turquía –reflexionó Hozat-. Entonces surgirá una nueva dinámica en el país. La base de la democracia se fortalecerá. Para la democratización de Turquía, la construcción de una República democrática, de un gobierno democrático y de un sistema democrático ofrecerá una oportunidad muy importante y un terreno de lucha. En este sentido, todo el mundo debe desempeñar su papel en estas elecciones”.
En un reciente artículo publicado por el Instituto para la Paz de Kurdistán, Serhat Tutkal –doctor en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Colombia y máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Ankara–, reveló un mapa perfecto de los mecanismos del Estado turco (y del gobierno de Erdogan, en particular) para perseguir, deslegitimar y atacar al pueblo kurdo, en este caso puntual en referencia a los comicios de mediados de mayo. Tutkal recordó que al igual que en las campañas electorales en 2015 y 2018, este año en Turquía se vive “una campaña de retórica incendiaria, represión y violencia contra el movimiento político pro-kurdo y sus candidatos, así como contra la población kurda de Turquía”. Para el politólogo, la“naturalización del racismo anti-kurdo, a través de los discursos oficiales, agrava el ambiente hostil en el país y provoca ataques violentos contra políticos y activistas pro-kurdos”.
Como ejemplo, Tutkal mostró que la “página web oficial de la Presidencia turca presenta 12 informes sobre las declaraciones públicas de Erdogan, entre el 5 y el 17 de abril, en las que el presidente apunta a los partidos políticos pro-kurdos, es decir, el HDP y el YSP. El análisis de estas declaraciones arroja información importante sobre cómo deslegitima la política pro-kurda”. Según el investigador, la principal estrategia discursiva de Erdogan es la criminalización de las organizaciones kurdas legales, acusándolas de “terroristas”.
En el detallado ensayo de Tutkal se pueden observar los métodos oficiales para atacar al movimiento y al pueblo kurdo, como es el caso de Selahattin Demirtas, ex co-presidente y candidato presidencial del HDP, encarcelado injustamente desde 2016. “Las acusaciones infundadas de asesinato constituyen otra forma habitual de criminalización”, explicó el investigador, que agregó que “en muchos de sus discursos públicos, Erdogan acusa a Demirtas de asesinar a 51 kurdos, una afirmación que no está respaldada por ningún hecho”. Esta acusación contra el dirigente kurdo se refiere a lo que se conoció como “las protestas por Kobane”, que se produjeron en varias ciudades de Bakur en octubre de 2014, cuando los kurdos de Siria encabezaban la principal resistencia contra el Estado Islámico (ISIS). En ese momento, grupos de jóvenes kurdos se enfrentaron contra islamistas radicales, y las víctimas, en su mayoría, fueron partidarios del movimiento político kurdo.
Tutkal además apuntó que “criminalizar al movimiento político pro kurdo, legitima la violencia y la opresión excesivas del Estado. También legitima la violencia de otros actores. Al criminalizar un movimiento político, es posible presentarlo como una amenaza para la seguridad pública y fomentar la polarización social basada en la dicotomía ‘amigo-enemigo’. La criminalización del HDP tiene como resultado su enemistad, provocando sentimientos de hostilidad y odio en sectores conservadores o nacionalistas de la sociedad. Como resultado, el diálogo y las negociaciones con el HDP (u otros actores políticos pro-kurdos) son considerados imposibles por una parte de la sociedad. Esto, a su vez, conduce a la percepción de que la violencia es el único medio para abordar la cuestión kurda”.
Si bien la violencia estatal en Turquía contra el movimiento kurdo es sistemática, existen momentos en las que ésta recrudece. Y con unas elecciones presidenciales por delante, los mecanismos represivos se aceleran. Entre el 24 y 25 de abril, la policía turca realizó operativos de allanamientos y arrestos en 21 provincias del país, que desembocaron en la detención de al menos 150 mujeres y hombres, en su mayoría kurdos. Periodistas, dirigentes políticos, abogados, actores y actrices, músicos, etcétera.
El mantra oficial para justificar las redadas es siempre el mismo: los supuestos vínculos de esas personas con una “organización terrorista”, en referencia al PKK. Según el Colegio de Abogados de Diyarbakir (capital de Bakur), la magnitud de los operativos “no tiene precedente”. El titular de esa institución, Nahit Eren, aseguró a la agencia AFP que lo sucedido tiene conexión directa con “la agenda política del país” y es “una intimidación a los votantes kurdos”.
En el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) también alertaron que entre los detenidos hubo “abogados que podrían vigilar la seguridad electoral, periodistas independientes que pueden denunciar fraude electoral, directores de campaña del Partido de la Izquierda Verde, y propietarios de imprentas que colaboran con campañas electorales”.
El 30 de abril se llevaron a cabo nuevos operativos, ordenados por las fiscalías de Estambul y Eskişehir, en los que se arrestaron a 23 personas, entre ellas los candidatos y candidatas del YSP Burcu Ayyıldız, Müslüm Koyun y Meryem Yıldırım. También fueron detenidos el co-presidente del Partido Socialista de los Oprimidos (ESP) ŞahinTümüklü, la periodista de la Agencia de Noticias ETHA, Nadiye Gürbüz, además de integrantes de los Consejos Socialistas de Mujeres (SKM) y de la Federación de Asociaciones de Jóvenes Socialistas (SGDF). Del total, la justicia decretó prisión preventiva de seis de las personas arrestadas y, en el caso del candidato Koyun, este fue directamente enviado a prisión. El resto de los y las detenidas fueron puestas en libertad bajo vigilancia judicial o quedaron bajo arresto domiciliario. El 3 de mayo se produjo una nueva ola de detenciones en al menos diez ciudades, entre las que se destacan Urfa, Batman, Mersin, Konya, Antalya, Bitlis y Estambul.
Pero la violencia desplegada por el gobierno de Erdogan en estos años no solo es fronteras adentro. Las fuerzas militares y paramilitares turcas –estas últimas a través de grupos mercenarios o yihadistas– se mueven con total soltura en la provincia siria de Idlib y en el cantón kurdo de Afrin (en el norte sirio), el cual ocupan ilegalmente desde 2018. En Libia o en la última guerra relámpago de Azerbaiyán contra Armenia por el territorio de Artsaj, la administración del AKP llevó a la práctica algo que públicamente anunciaron hasta bastante tiempo: su objetivo de reconstruir el poder otomano, en lo político y territorial.
Con respecto a Kurdistán, el guerrerismo turco se sostiene con el armamento (y la impunidad) otorgado por la OTAN. Los bombardeos contra Bashur son moneda corriente, sin que nadie en la comunidad internacional se conmueva. Pese a las protestas del gobierno de Bagdad, Turquía continúa con los ataques, así como instalando pequeñas bases militares en un territorio que no le pertenece. Con la alianza férrea de Erdogan y el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) en Irak, comandado por la familia Barzani, la fuerza aérea y los mortales drones turcos realizan bombardeos casi a diario con la excusa de combatir el terrorismo, encarnado en el PKK. Esos ataques, en muchas ocasiones, caen directo en las aldeas y asesinan a civiles.
El mismo 4 de mayo, las HPG –con sus bases en Bahsur– y las YRK (Unidades de Defensa en el Kurdistán Oriental) –en Rojhilat– difundieron comunicados en los que denunciaron, otra vez, los bombardeos e incursiones del Estado turco. Las HPG indicaron que entre el 28 de abril y el 2 de mayo el ejército turco realizó ataques con obuses, tanques y drones en las regiones de Zap y Metina. En el mismo comunicado, las HPG recordaron el balance anual difundido por las guerrillas kurdas el mes anterior, en el que puntualizaron que las fuerzas armadas de Turquía llevaron a cabo 3.730 ataques con bombas químicas y otros armamentos no convencionales, 4.233 ataques con aviones de combate y 5.628 ataques con helicópteros. Por su parte, las YRK denunciaron que el Estado turco intensificó “sus ataques contra las zonas de nuestras fuerzas con el fin de difundir propaganda en vísperas de las elecciones que se celebrarán en Turquía y el Kurdistán turco el 14 de mayo”. Según la declaración, los bombardeos turcos apuntaron a “los viñedos y huertos de la población local en las proximidades del pueblo de Gelale, en la región de Asos, el 26 de abril y el 2 de mayo”. Aunque no causaron bajas en la insurgencia, los ataques destruyeron viñedos, huertos, campos y colmenas de abejas de los pobladores locales.
Los comicios en Turquía se llevarán a cabo en un escenario de creciente inflación, de represión sostenida contra las expresiones opositoras al Ejecutivo, y tras los dos terremotos que en febrero pasado sacudieron la región kurda de Turquía, dejando como saldo más de 50 mil personas fallecidas, miles de edificios destruidos y una catarata de denuncias contra el gobierno, que van desde la lentitud para brindar ayuda hasta los casos de corrupción que rodean la construcción de las infraestructuras colapsadas.
Alrededor de 20 millones de kurdos y kurdas se preparan para una elección que puede partir la historia del país en un antes y un después. Aunque una posible presidencia del candidato del CHP no cambiará en profundidad los cimientos del Estado turco, para el movimiento kurdo es una posibilidad concreta de reagrupar y reforzar sus fuerzas –duramente golpeadas por la represión– y ganar espacios y derechos democráticos, además de llevar a la práctica su paradigma de confederalismo democrático, basado en la liberación de la mujer, el ecologismo, el cooperativismo y la organización comunal de la sociedad. Este último punto es un desafío que convive hace muchos años con el HDP: construir nuevos parámetros sociales, económicos y políticos dentro (y rodeado) del Estado turco no es una tarea fácil.
Desde el movimiento kurdo las propuestas son claras y conocidas, siempre basadas en la paz, el respeto de las minorías étnicas y religiosas, la democracia, y una política interna y externa que deje de lado el guerrerismo congénito del Estado turco. Quien asuma la presidencia del país tendrá en su poder la posibilidad de tomar el camino hacia esa dirección.
Por Leandro Albani