Un grupo de 8 familias de artistas y artesanos se organizaron en asamblea para construir el sueño de vivir en comunidad y en armonía en las sierras de San Luis. Hace 14 años, la ecoaldea se levantó con bioconstrucción y horizonte sustentable: huerta y energía solar. Hasta hoy funciona allí una escuela de circo y teatro, realizan visitas guiadas e impulsan actividades de educación ambiental.
Por Maico Martini
Esta es la historia de un grupo de jóvenes unidos por un sueño: vivir en paz con la naturaleza. Con esa idea en mente, los miembros de la Ecoaldea Pangea, ubicada en las sierras centrales de San Luis, se juntaron y comenzaron a organizarse. Matías Giachino, uno de los impulsores del proyecto, explica: «Comenzó a formarse entre dos familias que queríamos vivir en el campo. Nosotros éramos artistas del circo, el teatro y la música, mientras que la otra familia se dedicaba a las artesanías.» Con esa idea, cuenta Giachino, «comenzamos a construir el proyecto, a investigar y decidimos invitar a otras ocho familias, invitamos a artistas conocidos, gente buena y tranquila, y formamos una pequeña comunidad que se fue agrandando con el tiempo».
La comunidad comenzó a reunirse periódicamente en la Escuelita de Circo–Teatro, que allá por el 2008 se encontraba en la calle las Heras del centro de la capital puntana. «Allí tuvimos un proceso de aproximadamente un año de asambleas para formular el proyecto de Ecoaldea”, recuerda Giachino. En esas reuniones cada persona expresaba sus sueños, sus miedos y sus aspiraciones. «En base a eso fuimos armando un estatuto de convivencia, redactando las normativas del proyecto y diseñando un prototipo de vivienda hecha con bioconstrucción. Fue nuestra guía de trabajo para construir la aldea», relata.
El proyecto se completó con la conformación de la organización civil Pangea que formalizó las normas comunitarias acordadas. Pangea ONG se dedica al desarrollo humano, al cuidado ambiental, a la sustentabilidad y al arte y ha permitido motorizar actividades de reciclado, de educación ambiental, culturales y artísticas.
Luego de meses de trabajo ya tenían el proyecto de la ecoaldea, que a grandes rasgos plasmaba la idea de crear una comunidad autosustentable, que respete y cuide la naturaleza y funcione como centro social y cultural. Puntualmente, esta aldea apuntaría a la bioconstrucción, a la forestación con nativas y frutales, al autoabastecimiento mediante la huerta, al uso de baños con biodigestores, al autoabastecimiento eléctrico mediante energías renovables y a la educación ambiental, entre otras temáticas.
Las ideas y las ganas sobraban y para llevar a cabo la iniciativa los ecoaldeanos se dirigieron al por entonces Comisionado de Estancia Grande —localidad ubicada a 38 kilómetros de San Luis capital— para solicitarle apoyo. Luego de que las autoridades analizarán el proyecto (proceso que tardó unos seis meses) en agosto del 2009 el intendente del comisionado local les cedió a los ecoaldeanos un predio de 27 hectáreas, donde finalmente se erigió la Eco Aldea Pangea. De las 27 hectáreas, doce son llanas y allí se construyó la aldea, mientras que las 15 restantes corresponden a un cerro escarpado destinadas a la conservación.
Bioconstrucción y diversidad en la Ecoaldea Pangea
La aldea comenzaba a tomar forma, pero no todo era pan y rosas. Según el relato de los ecoaldeanos, el inicio fue muy difícil: recibieron el terreno quemado por un reciente incendio que había calcinado la zona. No tenían agua ni luz, y todavía no había ni un refugio erigido.
A finales del 2009, las primeras familias se asentaron en el terreno y comenzaron a levantar sus refugios: llevaban carpas para pasar la noche y herramientas para construir sus casas, gracias a la bioconstrucción la mayoría de materiales los ofrecía el propio lugar. Sin embargo, uno de los mayores problemas que enfrentaron en los inicios fue el abastecimiento de agua, tenían que caminar hasta una vertiente cercana y cargarla en baldes, una situación que se agravaba en épocas de sequía.
Tiempo después, cuando la mayoría ya tenía sus pequeños refugios para resguardarse, el comisionado local aportó unos quinchos abiertos y caños de PVC para que los aldeanos instalaran un sistema que les permitió llevar el agua desde la vertiente hasta sus hogares.
Quienes recibieron los quinchos comenzaron a adaptarlos a sus necesidades, construyendo las paredes y los habitáculos a su placer, todo con bioconstrucción. Por eso la casa del pintor está plagada de cuadros y la de su vecino percusionista tiene un enorme espacio para bailar y tamborear, a pesar de que la estructura inicial es la misma. Los demás también fueron construyendo sus casas de a poco y conforme a sus gustos. Unos viven en domos, otros en cabañas o, por ejemplo, la familia ‘R’ (Rolo, Ronda y el niño Ragnar) habita un mini bunker semisubterráneo con las medidas de una casa rodante.
Los espacios comunes como los caminos, los espacios recreativos y culturales o la zona de acampe para visitantes fueron construidos en comunidad. De hecho, actualmente hacen una minga semanal para realizar el mantenimiento de los espacios comunes y cualquiera que desee aprender bioconstrucción.
Cuando la aldea ya se había establecido consiguieron que el gobierno de San Luis aportara paneles solares para que pudieran tener electricidad para iluminarse y recargar sus dispositivos.
Con el paso del tiempo, Pangea se consolidó como la primera ecoaldea puntana. Hoy, con 14 años de historia, lo que antes era un terreno quemado, ahora es un monte lleno de vida, cultura, arte y en una perfecta «simbiosis tecnológica», donde los cables que se desprenden de los paneles solares se entrelazan con las paredes de adobe y los techos de paja hasta arribar al foco que ilumina los tambores.
En Pangea no hay líderes ni dirigentes. Es una comunidad horizontal y cada decisión a tomar o regla a implementar se decide mediante una asamblea en la que todos los votos tienen el mismo peso.
Esta comunidad posee una diversidad cultural que es difícil de hallar en San Luis. La mayoría son artistas de disciplinas como el circo, el teatro, la música, la pintura, la acrobacia, la danza, la comedia y las artesanías. Pero también hay docentes (universitarios y secundarios), técnicos en energía solar y gestores ambientales, entre otras disciplinas. En la ecoaldea se respeta cualquier culto e ideología, “siempre y cuando se considere a las personas, a la diversidad y, por sobre todo, a la naturaleza”, comenta Giachino.
Para fortalecer la propuesta cultural, la Escuelita de Circo–Teatro que vio nacer a este proyecto comunitario hoy funciona en el predio de 27 hectáreas y recibe visitas de escuelas. Los domingos toda la comunidad pueda ingresar al predio con visitas guiadas. «Recorremos las viviendas realizadas con técnicas de bioconstrucción, reconocemos los bosques frutales y las especies nativas, visitamos los espacios comunitarios y equipos de energía solar. También realizamos actividades recreativas objetivadas en la concientización y sensibilización ambiental, fusionando el arte con las tecnologías amigables con el fin de disminuir el impacto ambiental y generar nuevas habilidades y hábitos”, explican.
“Todo empezó siendo una utopía y con el tiempo se fue transformando en algo lógico. Después de estos años seguimos construyendo este proyecto y aprendiendo de él», reflexiona finalmente Matías. Gracias al trabajo de Pangea, en la actualidad hay varios proyectos de urbanizaciones sostenibles en San Luis, claramente inspirados por el trabajo de esta comunidad ecoaldeana.