Se cumplen 30 años desde que Naciones Unidas designó el 3 de mayo como el día para conmemorar la libertad de prensa en el mundo
por Iñaki Cháves
La fecha elegida recuerda la publicación de la Declaración de Windhoek, resultado del seminario celebrado en Namibia en 1991 que, organizado por Naciones Unidas y la Unesco, buscaba promover una prensa africana independiente y pluralista.
Además, desde 1997 ese día se concede el premio mundial de Libertad de Prensa Unesco-Guillermo Cano, en honor del que fuera director del periódico colombiano El Espectador, asesinado el 17 de diciembre de 1986. Con el galardón se busca reconocer a personas, organizaciones e instituciones defensoras o promotoras de la libertad de expresión en cualquier parte del mundo, especialmente si han arriesgado sus vidas con su acción -lo que, tal como están las cosas, suele ser lo más común-
“Cuando otros retroceden, los periodistas buscan la verdad y descubren los hechos. El premio honra a quienes se levantan para proteger tu libertad”, afirma la Unesco en su web sobre el premio.
En estos años han sido reconocidas, entre otras y otros profesionales, tres mujeres periodistas latinoamericanas: la mexicana Lydia Cacho Ribeiro en 2008, la chilena Mónica González Mújica en 2010 y la colombiana Jineth Bedoya Lima en 2020. Precisamente Colombia sigue siendo uno de los países más peligrosos para ejercer la profesión. Una muestra de ello es el asesinato del propio Guillermo Cano Isaza en Bogotá por orden del cartel de la droga de Medellín.
El lema de la Unesco para la celebración de este año 2023 es «Dar forma a un futuro de derechos: la libertad de expresión como impulsor de todos los demás derechos humanos». Que esa aspiración tan loable no nos haga olvidar el derecho a la comunicación, no recogido en la Declaración Universal, y que la libertad de expresión es también un derecho de las ciudadanías.
Guillermo Cano dio su vida por defender el ejercicio ético y responsable de la profesión, a sus profesionales y a los medios. En el libro Tinta indeleble: Guillermo Cano, vida y obra, publicado en 2012 por iniciativa de la fundación que lleva su nombre, se incluye un mensaje de la que fuera directora general de la Unesco Irina Bokova: “Imagínese usted ser enviado a prisión por escribir y publicar sus pensamientos e ideas. Esto es suficiente para que a la mayoría de nosotros nos den escalofríos. También es suficiente para que muchos decidan guardar silencio”. A veces ese silencio es impuesto por la fuerza y por la violencia de las armas a quienes no lo guardan.
El olfato periodístico de Cano era tal que se empecinó hasta lograr que el propio García Márquez escuchara las memorias del marinero Luis Alejandro Velasco. Algo que Gabo hizo convencido de que “Nunca en mi vida he empezado algo con menos ganas, seguro de que nadie lo iba a leer, y hasta con un deseo secreto de fracasar para demostrar mi razón”. Pues de ahí saldría el reportaje del premio Nobel “Relato de un náufrago”.
Para cerrar y como homenaje a este día y en recuerdo del periodista bogotano, un párrafo de una de sus columnas, publicada en su “libreta de apuntes” el 29 de marzo de 1981, titulada “Defensa de lo defensable”, en la que afirmaba, al hilo del problema ´nacional` que había causado la decisión de García Márquez de emigrar a México:
Me sucede entonces, que el silencio sobre lo que pienso realmente y considero una defensa de lo defendible, no debo ni puedo guardarlo para mí mismo, para mis propias convicciones, sino que debo expresar algunas palabras y fijar algunas opiniones pertinentes para hacer claridad cuando se está tratando, infamemente por muchos medios, de hacer oscuridad sobre lo sucedido.
Esa debe ser la labor del periodismo: no callar lo que los poderes quieren ocultar y defender honestamente, y con argumentos para ello, la justicia social: “El deber de un periodista es informar, informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia” (Kapuscinski). Para eso es necesario defender y proteger la libertad de prensa.