LOS PRINCIPIOS DE LA VIEJA CUTCH
El 31 de este mes se conmemora un nuevo aniversario del fallecimiento de Clotario Blest, acontecimiento que, de por sí, invita a hacer una reflexión acerca del rol jugado por las organizaciones sindicales en la construcción de la democracia post dictatorial aunque el saldo de semejante tarea es extremadamente deplorable. Pone de manifiesto una tendencia que se venía arrastrando desde la propia dictadura, aunque, para ser exactos, algo que ya se advertía en los gobiernos anteriores.
La idea que rondaba por la cabeza de los constructores de la Central Única de Trabajadores de Chile CUTCH y, por supuesto, de quien sería su primer presidente, no era simplemente levantar una organización que se preocupara de exigir buenas remuneraciones y mejores condiciones de vida para los trabajadores sino, además, la construcción de un sistema político nuevo en el que los trabajadores fuesen protagonistas de los cambios sociales. En efecto, los viejos estatutos de esa Central, siguiendo los lineamientos del fundador del movimiento obrero Luis Emilio Recabarren, proponían terminar con el sistema capitalista, señalando:
“[…] el régimen capitalista actual, fundado en la propiedad privada de la tierra, de los instrumentos y medios de producción y en la explotación del hombre por el hombre, que divide a la sociedad en clases antagónicas, explotados y explotadores, debe ser sustituido por un régimen económico- social que liquide la propiedad privada hasta llegar a la sociedad sin clases, en la que se aseguren al hombre y a la humanidad su pleno desarrollo”.
Un análisis somero acerca de lo sucedido con posterioridad a la renuncia del líder sindical a la presidencia de esa organización, en 1961, presenta un desolador espectáculo que, como ya lo hemos dicho, se agrava en los sucesivos gobiernos de la democracia post dictatorial.
IDEAS QUE SE COMPLEMENTAN
La renuncia de Clotario Blest, en 1961, a la presidencia de la organización que creara ocho años antes, tuvo numerosas causas a las que no nos vamos a referir en esta oportunidad. Sin embargo, en ese hecho podemos advertir que una evidente trasgresión a dos principios —que siempre informaron la vida del sindicalista y que actúan estrechamente unidos— influyó poderosamente en ese alejamiento. Por su innegable relación con el tema de este trabajo, hemos considerado conveniente volver a recordarlos:
a) el principio de la independencia sindical, y
b) la autonomía de las organizaciones sindicales.
1. La independencia sindical implica el ejercicio de la libertad de los dirigentes y de las propias organizaciones sindicales para actuar frente a los partidos políticos y de los Gobiernos. No implica, en consecuencia, como erróneamente se ha afirmado por algunos militantes de las organizaciones políticas, apoliticismo. Como lo expresáramos en uno de nuestros trabajos:
“Blest jamás puso en tela de juicio el derecho de cada persona a participar en la organización política que considere más cercana a sus ideas, pero sí mantuvo su más enérgico rechazo al sometimiento absoluto que algunos partidos exigen de su militancia obligándola a poner por encima del interés colectivo, el de la propia organización política.
La adopción de este principio no fue casual. Blest sabía que, cuando no se respeta, se deja abierta la puerta al ingreso de la cooptación, con lo que se inicia la corrupción del sujeto y de la institución que dirige. Lo había experimentado en carnes propias”i.
Este principio fue abolido como lo veremos más adelante.
2. La autonomía de las organizaciones sindicales significaba, para Blest, que el legislador debía acatar la forma de organizarse elegida por la entidad respectiva y no someterla a su autoridad. En otras palabras, la ley no debía obligar a funcionar ni organizarse a los sindicatos en forma autoritaria a sus propios designios sino todo lo contrario: aceptar el modelo acordado por los trabajadores para actuar. Y fue tan fiel a este principio que, como lo recordáramos en otro de nuestros trabajos,
“El caso más notable de la defensa de este principio fue protagonizado por la propia Central Única de Trabajadores CUT que, a pesar de haber sido creada en 1953, sólo vino a obtener el reconocimiento jurídico durante el gobierno de Salvador Allende”ii.
Pero, ¡cuidado! Este principio no era tan simple. Contenía una idea aún mayor que también consignamos en nuestro trabajo ya citado y, así, señalamos:
“Esta idea de la autonomía no se limitaba solamente al tipo de organización que cada grupo social estimaba conveniente para sí. Blest sabía que, más allá de esa forma de organización autónoma que los trabajadores y pobladores podían construir para sí, subyacía la concepción según la cual el modelo de sociedad que deben darse los seres humanos ha de depender de ellos mismos y no de un poder situado por encima que los obligue a adoptar determinadas formas de organización reñidas, muchas veces, con sus intereses particulares y generales. Esta nueva sociedad, que debía reemplazar a la actual, fue llamada por él ‘democracia del proletariado’. Correspondía a lo que, en otras instancias, se acostumbraba a llamar ‘poder social organizado’, ‘poder popular’ y, también, ‘gobierno de los productores directos’”iii.
Este principio guardaba estrecha relación con la consigna de la CUTCH que Clotario extrajera de la Primera Internacional: ‘La liberación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos’.
DESTINO DE ESTOS PRINCIPIOS
El primer principio quedó definitivamente abolido por la CUTCH con el retiro de Clotario Blest de su presidencia, en 1961: las elecciones de la dirigencia de la Central, a partir de ese momento, fueron decidida por las organizaciones políticas que colocaban a sus militantes como candidatos estableciéndose un cuoteo para los cargos de dirección hasta el momento de su disolución, en septiembre de 1973.
El segundo principio jamás fue abolido; por el contrario, se respetó hasta el momento que el presidente Allende, ya al mando de la nación, presentó un proyecto de ley al Parlamento, proyecto que fue aprobado y, finalmente, promulgado en el carácter de ley el 4 de enero de 1972 bajo el N° 17.594. Pero eso no quiere decir que fuera respetado: las organizaciones sindicales se sometieron a la organización que el Estado fijó para ella en los sucesivos cuerpos legales.
En suma, ambos principios fueron abandonados desde antes de la disolución de la CUT en una sociedad que valoraba a los partidos por sobre todas las cosas.
DISOLUCIÓN DE LA CUTCH
La disolución de la Central fue consumada el 17 de septiembre de 1973 en virtud del Decreto-ley N° 12 de la Junta de Gobierno que, en sus dos únicos artículos, señalaba sobre el particular:
“Artículo 1°- Cancélase la personalidad jurídica de la Central Única de Trabajadores (CUT), por haberse transformado en un organismo de carácter político, bajo la influencia de tendencias foráneas y ajenas al sentir nacional, prohibiéndose en consecuencia su existencia y toda organización y acción, propaganda de palabra, por escrito o por cualquier otro medio, que revelen, directa o indirectamente su funcionamiento.
Artículo 2°- La infracción a esta norma será penada con presidio, relegación o extrañamiento mayores en cualquiera de sus grados”.
No puede decirse que la disolución de la CUT fue la causa eficiente del revuelo sindical que comenzó a producirse a partir de ese momento, pues los conflictos al interior de esa Central ya se manifestaban desde antes. Pero la disolución fue un hecho que sí dolió a Blest. La CUT era su obra magnífica. Explica ello que sus primeros trabajos, luego del golpe de Estado, hayan estado orientados a lograr su recomposición. Pero eso era imposible, por las razones que se entregan a continuación.
INTENTOS DE RECONSTRUIR LA CUTCH
Los conflictos políticos que aparecían como ‘la’ causa del golpe militar siguieron manifestándose muchos años después. Porque no es fácil comprender que ‘la’ causa de un acontecimiento no es singular sino plural: se trata de ‘causas’. Y eso tarde en comprenderse. La Democracia Cristiana mantenía una fuerte oposición al proyecto de reconstruir la CUT por dos motivos fundamentales: el primero, haber liderado a las fuerzas de la oposición en contra de la Unidad Popular donde la CUTCH aparecía como uno de sus más potentes brazos; y, haber abrazado las ideas de las centrales ideológicas. La tarea de Clotario consistió, entonces, en tratar de conversar con la dirigencia sindical demócratacristiana y llegar con aquella a un acuerdo. Pero, conocedor de lo que pensaba su directiva, el sindicalista prefirió conversar con aquellos sectores que suponía más proclives a un acuerdo. Craso error, porque cuando se trata con dirigencia que depende de los partidos se trata, en verdad, con organizaciones; éstas, por regla general, inhiben la voz de las personas para que emerja la voz del grupo o voz colectiva: entonces, la conducta gregaria reemplaza a la conducta individual. El sujeto se vuelve masa.
La primera vez que Clotario intentó recomponer la CUTCH fue con quienes suponía sus más cercanos sindicalistas: José Monares y Ernesto Vogel. Así, luego de varios intentos frustrados, fijó una reunión con aquellos en la oficina que Eduardo Frei Montalva mantenía en el edificio Carlos V, ubicado en calle Huérfanos casi al llegar a Ahumada. Óscar Ortíz nos relata ese encuentro:
“Tras varias postergaciones sin causas aparentes, finalmente Blest se junta con éstos en los altos de un edificio de Huérfanos con Ahumada. Presidida por José Monares, ex parlamentario, el grupo encabezado por el vicepresidente de la CUT Ernesto Vogel, pone al corriente que ellos consideran saludable su desaparición, pues así se limpiará de las corrientes marxistas totalitarias, posibilitando por tanto la fundación de una nueva organización multisindical, alternativa a la ex Central Única de Trabajadores. Da cuenta que esta entidad se denominará Central Nacional de Trabajadores (C.N.T) invitándolo además a integrarla”iv.
No necesitamos señalar la profunda indignación que esa noticia causó en Clotario Blest. Tarde entendía que la DC tenía intereses que no eran los suyos; tarde comprendía que tampoco esos sindicalistas tenían interés alguno en reconstruir la vieja CUTCH. Nada más había que hacer; salvo la honrosa excepción de levantarse y abandonar la sala. Furioso por haber perdido miserablemente su tiempo, Clotario cerró ruidosamente la puerta tras él y salió de la habitación.
POR QUÉ ERA IMPORTANTE PARA BLEST LA RECONSTRUCCIÓN DE LA CUT
Profundamente imbuido en los principios de Víctor Krüger acerca de la ‘ergocracia’v, que no era sino lo que Karl Marx llamaba ‘autogobierno de los productores directos’, es decir, una sociedad organizada por los trabajadores y para los trabajadores, Clotario creía posible construir aquella. Una nación de trabajadores.
Sostenemos nosotros que, destruido el instrumento de la clase obrera (la CUTCH), el sindicalista veía con espanto que su estrategia de construir esa nueva sociedad no sería posible. De ahí que la reconstrucción de la CUTCH constituía una labor prioritaria para la clase obrera. Por eso luchaba Clotario Blest: la CUTCH era el instrumento inmejorable a través del cual la ‘ergocracia’ con la que tanto soñaba podía ser posible.
OTROS INTENTOS DE RECOMPONER LA CUT
Con la valiosa y leal cooperación de otros demócratacristianos, amigos suyos, entre ellos, Santiago Pereira, y ante el fracaso de las organizaciones políticas de formar una estructura interior, comenzó su obra de reconstruir la CUT y relacionarla con aquella formada en el exterior que había adoptado el nombre de Comité Exterior CUT o CEXCUT —a pesar de haber seguido las directrices adoptadas en 1961, vigentes hasta ese momento—, bajo la supervigilancia de los partidos políticos. Clotario bien lo sabía; y lo aceptaba porque el fin perseguido era mayor.
Hasta fines de 1975 y comienzos de 1976, había la DC mantenido silencio respecto de la colaboración que algunos de sus personeros prestaban al CEXCUT. Sin embargo, ese año, Jorge Frías, encargado financiero de la Asociación Postal Telegráfica e integrante de la Democracia Cristiana ante el CEXCUT comunicó a Blest, en una carta, que el presidente de su tienda partidaria, Patricio Aylwin, cuestionaba allí su presencia por tratarse de una organización donde existían tendencias de la UP, pero en especial la del Partido Comunista a quien consideraba su máximo enemigo. No por otro motivo se acercó el sindicalista, en esos meses, acompañado de su secretario Óscar Ortíz y del ex parlamentario Santiago Pereira, a conversar con quien sería presidente de la nación luego del término de la dictadura. En ese encuentro, pidió explicaciones a Patricio Aylwin acerca de lo acontecido con el representante DC de la CUT exterior, solicitándole al mismo tiempo una estrategia común en contra de la dictadura para aplicarla en la Asamblea General de la OEA, a realizarse en junio de ese año, en Santiago. En ese encuentro, aprovechó, igualmente, de recordarle que tenía información sobre la existencia de más de 1.500 presos políticos en diversas partes del país condenados por una tiranía a la que era necesario combatir. Aylwin se sorprendió. Hubo un cambio manifiesto en su actitud. El hombre amable que había recibido al sindicalista con un fuerte apretón de manos había desaparecido; en su lugar, estaba frente a él un sujeto que apenas contenía su rabia. Según Ortíz:
“Su reacción fue muy visible. Como por arte de magia, su dentífrica sonrisa es reemplazada por una mandíbula rígida, y su voz cardenalicia se transforma en algo cercano a lo gutural. Con rostro enrojecido y sus brazos extendidos, Patricio Alywin nos replica desde su sillón de cuero.
—Mire don Clotario, los demócratas no debemos estar con la CUT exterior, pues eso es sólo un reducto de marxistas, principalmente del partido Comunista… Igualmente debe saber que para nuestro partido, el Gobierno Militar no es dictadura. Soy crítico, pero siempre he creído que las FFAA cumplirán su propósito de entregar el poder lo antes posible— razonaba pausadamente a la par que observaba fijamente a su camarada Santiago Pereira”vi.
Clotario había sido derrotado una vez más, pero aquello poco le importaba pues creía poder ensayar otras formas para conseguir la reconstrucción de la CUT. Sin embargo, estaba profundamente equivocado.
EL TRIUNFO DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Clotario Blest siempre mantuvo vínculos con Manuel Bustos, Rodolfo Seguel, Milenko Mihailovic, Tucapel Jiménez, Sergio Freihoffer, Victor Hugo Gac, Carlos Frez, Juan Imilán, entre otros; pero nunca pudo, con ellos, realizar su cometido, pues ninguno lo acompañaba en sus ideas. De lo sucedido en los años siguientes hay abundante material que da cuenta de todo ello; pero es difícil explicarse con ese material las profundas contradicciones que existían al interior de las organizaciones. Y es que, si bien es necesario no olvidar que la historia la escriben los vencedores, también es conveniente recordar que los vencedores constantemente se erigen en sectores dominantes. De lo cual se puede colegir que la historia siempre es escrita por los estamentos que dominan en una sociedad. Así ha sucedido con la verdadera historia de los años que precedieron a la democracia post dictatorial.
Clotario pudo, finalmente, formar una CUT; pero nunca como en 1953. Participó en la fundación de la actual, una Central Unitaria —no Única—, que iría a reemplazar su vieja y querida CUTCH: ésta seguiría siendo su Central Única; aquella, la Unitaria, se pondría al servicio de la socialdemocracia chilena. De los principios que la vieja CUTCH defendiera antaño, nadie se acordaría; sólo unos pocos nos atreveríamos a hacerlo.
Nunca supo Blest de lo que hablaban de él los sindicalistas de esos años, cada vez que llegaba hasta ellos, molestos con su presencia que les recordaba su miseria humanavii. ‘Casta sindical’ llamarían los periódicos a quienes se instalarían en la dirección de los organismos para conducirlos con esa sola intención, sin objetivos claros, sin estrategias a seguirviii.
Porque el espectro político se reprodujo atrozmente en el sindical. Y en el social. La lucha, tras la dictadura, fue por acceder a los cargos de dirección y no a resolver los urgentes problemas de la ciudadanía. Por el contrario: si ésta había establecido altas remuneraciones para los cargos estatales a fin de impedir el éxodo de ellos al sector privado, ese modelo comenzó a aplicarse en todas partes: también los cargos sindicales empezaron a definirse por esa lógica. Entonces, los principios que enarbolara Blest comenzaron a ser molestos, e iniciaron, prontamente, su franca retirada. La corrupción se extendió por todos lados. Clotario, al igual que Moisés, ya había cerrado sus ojos para siempre en esos años, sin alcanzar a entrar en la tierra prometida.
LA SITUACIÓN DE HOY
Como ya lo hemos señalado en nuestros trabajos, la dirigencia de la clase trabajadora devino en burocracia sindical. No tiene hoy estrategia alguna para el futuro. Sus organizaciones se encuentran en manos de operadores políticos tremendamente competentes para satisfacer los intereses de su tienda, pero desoladoramente incompetentes para hacerlo respecto de los intereses de la clase que dicen representar. O, tal vez, más que incompetentes, desoladoramente perversos, pues algunos de ellos evidencian actuar con pleno conocimiento de lo que hacen y persiguen. No les pidamos principios. No les exijamos honestidad.
Abro algunos periódicos para informarme acerca de algunos conflictos sindicales y me estremezco ante la espantosa soledad en que se desenvuelven las organizaciones de base a las que escasas organizaciones nacionales prestan apoyoix. No lo olvidemos: ninguna de las grandes centrales participó en protesta alguna entre el 2019 y 2020, enarbolando sus banderas. No lo hizo la CUT, la ANEF, los trabajadores del Cobre, los trabajadores particulares, los del transporte, en fin. La solidaridad no es una forma de vida para el alto mundo sindical, sino una palabra cuyo uso puede llegar hasta producir recelo. El ‘pueblo’, el vilipendiado pueblo, cuando ha debido hacerlo, se levanta huérfano de apoyo, solo, aterradoramente solo, como ha sido su costumbre en la democracia post dictatorial, sin los partidos que dicen representarlo y sin sus organizaciones sindicales, que han preferido burocratizarse.
No es un panorama desolador. Es una realidad contra la cual se debe reaccionar, uno de los primeros obstáculos que es necesario vencer; a la vez, una forma que muestra la crisis de toda una sociedad. No debe temerse a ello. Menos, aún, caer en el desánimo. La historia nos enseña que todo pueblo valeroso puede levantarse una y otra vez y sin esperar que otro lo haga por él.
Es necesario mover a los trabajadores. Remecerlos. Recordarles que, sin ellos, no hay cambio social. Han de unirse en torno a una sola Central. No a la actual, sino a aquella que surja a la manera como lo hizo la vieja CUTCH. De las bases, desde las bases, desde las raíces del movimiento obrero, único homenaje que puede ofrecérsele a Clotario cuando conmemoramos un nuevo aniversario de su fallecimiento.
i Acuña, Manuel: “Un nuevo cumpleaños de Clotario Blest”, trabajo publicado en varios sitios de INTERNET, diciembre de 2014.
ii Acuña, Manuel: “Principios teóricos en las luchas sociales de Clotario Blest”, contenido en el libro de Clotario Blest “Síntesis del martirologio de la clase trabajadora chilena”, Editorial Senda/Senda Förlag i Stockholm, Estocolmo, julio de 2015, pág. 127. La sigla de la Central Única de Trabajadores de Chile era CUTCH, de acuerdo al propio Blest, pero dado que los periódicos y medios de comunicación habían reducido la misma a CUT, usamos indistintamente ambas, tratando solamente de no confundirla con la actual.
iii Acuña, Manuel: Documento citado en (1).
iv Ortiz, Óscar: “El primer lustro en que afrontamos el peligro. Registro de la Memoria”, Obra aun inédita.
v Victor Krüger era amigo de Clotario Blest. Había escrito un libro que se intitulaba, precisamente, ‘Ergocracia’ y que Clotario mantenía junto a él permanentemente.
vi Ortiz, Óscar: Obra citada en (4).
vii Un representante del CODEHS escuchó hablar en groseros términos de Clotario Blest a los representantes del Comando Nacional de Trabajadores: ‘Ahí viene de nuevo ese viejo de mierda’.
viii Candia, Viviana: “La casta sindical: El estilo y las platas de quienes representan a los trabajadores de Chile”, ‘La Segunda’, 18 de agosto de 2012.
ix En el transcurso de mayo se han producido conflictos laborales como ha sucedido durante todos los meses que le han precedido. En ninguno de ellos ha aparecido Central alguna a mostrar su solidaridad con los trabajadores. Han estado ausentes en el conflicto que mantienen los trabajadores del Sindicato Nª 1 de Weir Vulco S.A. con esa empresa, en San Bernardo; en el conflicto del Sindicato de la Universidad Católica de la Santísima Concepción UCSC, por la huelga que sostienen ante el despido de 90 funcionarios a fines de 2022; ni, tampoco para apoyar a los trabajadores del Ministerio de las Culturas, por nombrar solamente a algunos de los últimos conflictos. Para que hablar de los alumnos en paro en el Instituto Nacional, el Liceo Lastarria, y otros centros de estudio, en protesta por falta de servicios higiénicos e insumos varios o de la huelga de docentes del Liceo La Asunción de Talcahuano por reajustes salariales; por la huelga de hambre de los sindicatos de ENAP-PETROX, pidiendo el reintegro de trabajadores despedidos, hubo solamente una declaración de apoyo de la Central Unitaria.