En el marco del Primer Encuentro de la Cultura Humanista, un 14 de Mayo de 1994, Silo, fundador e impulsor de la corriente del Nuevo Humanismo, presentaba su libro «Cartas a mis Amigos sobre la crisis social y personal en el momento actual» en el Centro Cultural Estación Mapocho, en Santiago de Chile.
Veintinueve años después, bien vale revisar los conceptos expuestos en el libro, que lejos de perder vigencia, emergen como una descripción detallada de las alternativas para la crisis que entonces despuntaba, en lo que parecía un triunfo incontestable del neoliberalismo y la globalización. Hoy la situación, luego del rotundo fracaso de aquella falsa y dolorosa imposición del sistema, la crisis se encuentra en un delicado momento, en el que es preciso revisar las opciones planteadas.
Luego de una introducción a cargo de Luis Felipe García, por la Editorial Virtual y del destacado intelectual de izquierda Volodia Teitelboim, por entonces secretario general del Partido Comunista de Chile, Silo inició la presentación comentando las intenciones que determinaron la obra.
“Estas intenciones son las de recoger el pensamiento del Nuevo Humanismo y volcar su dictamen sobre la situación que nos toca vivir. El Nuevo Humanismo está planteando una advertencia sobre la crisis general de la civilización y está planteando unas medidas mínimas a tomar para superar esta crisis.”, aseveró
A continuación señaló, de modo humorístico, la ingenua tentación de dejar en manos de los “decididores” de entonces el rumbo de los acontecimientos, “confiando en que el Nuevo Orden se encargará de pacificar el mundo. No más Yugoslavias, Medio Oriente, Burundi o Sri Lanka. No más hambruna, no más un 80% de la población mundial en la línea y bajo la línea de subsistencia. No más recesión, no más despidos, no más destrucción de las fuentes de trabajo.”, acotó.
“Ahora sí, administraciones cada vez más limpias, tasas de escolaridad y de educación crecientes, disminución de la delincuencia y la inseguridad ciudadana, disminución de alcoholismo y drogadicción… en suma, conformidad y felicidad creciente para todos. Eso está bien, amigos. Seamos pacientes, ¡el Paraíso está muy cerca!…”, abundó con la necesaria ironía del caso.
“Pero si esto no fuera así, si la situación actual siguiera en deterioro o se perdiera el control, ¿cuáles serían las alternativas a seguir?”, preguntó reflexivamente.
Más adelante, señaló que en la sexta carta del libro, está plasmado el Documento de los humanistas, en el que éstos exponen sus ideas más generales y su alternativa a la crisis.
A lo que agregó que ”Al leerlo, aun aquellos que no estuvieran de acuerdo, deberían decir: “Bien, es una alternativa. Debemos cuidar a estos muchachos, las sociedades necesitan escaleras de incendio. No son nuestros enemigos, son la voz de la supervivencia”.
De ese Documento, Silo leyó en aquella ocasión un párrafo que lo sintetiza en clara postura: “Los humanistas ponen por delante la cuestión del trabajo frente al gran capital; la cuestión de la democracia real frente a la democracia formal; la cuestión de la descentralización frente a la centralización; la cuestión de la antidiscriminación frente a la discriminación; la cuestión de la libertad frente a la opresión; la cuestión del sentido de la vida frente a la resignación, la complicidad y el absurdo… Los humanistas son internacionalistas, aspiran a una nación humana universal. Comprenden globalmente el mundo en que viven y actúan en su medio inmediato. No desean un mundo uniforme sino múltiple: múltiple en las etnias, lenguas y costumbres; múltiple en las localidades, las regiones y las autonomías; múltiple en las ideas y las aspiraciones; múltiple en las creencias, el ateísmo y la religiosidad; múltiple en el trabajo; múltiple en la creatividad. Los humanistas no quieren amos; no quieren dirigentes ni jefes, ni se sienten representantes ni jefes de nadie…” Y, al final del Documento se concluye: “Los humanistas no son ingenuos ni se engolosinan con declaraciones de épocas románticas. En ese sentido, no consideran sus propuestas como la expresión más avanzada de la conciencia social, ni piensan a su organización en términos indiscutibles. Los humanistas no fingen ser representantes de las mayorías. En todo caso, actúan de acuerdo con su parecer más justo apuntando a las transformaciones que creen más adecuadas y posibles en este momento que les toca vivir”.
En la presentación, el pensador e impulsor del Movimiento Humanista, realizó una detallada descripción de cómo fue el proceso del capitalismo, de cómo la banca se fue apropiando del poder que otrora detentaban las burguesías nacionales industriales, llegando a la actualidad “en el que la concentración del poder financiero tiene postrada a toda industria, a todo comercio, a toda política, a todo país, a todo individuo. Comienza la etapa del sistema cerrado y en un sistema cerrado no queda otra alternativa que su desestructuración.”
Aquello que por entonces ocurría con la desarticulación del bloque soviético, era para Silo, no la derrota de una idea o una victoria del Occidente capitalista y pseudodemocrático, sino “el preludio de la desestructuración mundial que se acelera vertiginosamente”. Cuestión que hoy, a casi tres décadas de aquel discurso, cuando pocos auguraban la caída de la unipolaridad y el neoliberalismo, queda plenamente constatada en el campo geopolítico con la manifiesta reconfiguración en curso.
En cuanto a los posibles futuros, Silo precisó en su presentación que en las “Cartas se esbozan dos posibilidades. Por una parte, la variante de la entropía de los sistemas cerrados y, por otra parte, la variante de la apertura de un sistema cerrado merced a la acción no natural sino intencional del ser humano.”
De imponerse la primera variante, la situación derivaría en “un imperio mundial instrumentado por el capital financiero internacional que no habrá de reparar aún en las propias poblaciones de los centros de decisión. Y en esa saturación, el tejido social seguirá su proceso de descomposición. Las organizaciones políticas y sociales, la administración del Estado, serán ocupadas por los tecnócratas al servicio de un monstruoso Paraestado que tenderá a disciplinar a las poblaciones cada vez con medidas más restrictivas a medida que la descomposición se acentúe. El pensamiento habrá perdido su capacidad abstractiva reemplazado por una forma de funcionamiento analítico y paso a paso según el modelo computacional. Se habrá perdido la noción de proceso y estructura resultando de ello simples estudios de lingüística y análisis formal. La moda, el lenguaje y los estilos sociales, la música, la arquitectura, las artes plásticas y la literatura resultarán desestructuradas y, en todo caso, se verá como un gran avance la mezcla de estilos en todos los campos tal como ocurriera en otras ocasiones de la historia con los eclecticismos de la decadencia imperial. Entonces, la antigua esperanza de uniformar todo en manos de un mismo poder se desvanecerá para siempre. En este oscurecimiento de la razón, en esta fatiga de los pueblos, quedará el campo libre a los fanatismos de todo signo, a la negación de la vida, al culto del suicidio, al fundamentalismo descarnado. Ya no habrá ciencia, ni grandes revoluciones del pensamiento… sólo tecnología que para entonces será llamada “Ciencia”. Resurgirán los localismos, las luchas étnicas y los pueblos postergados se abalanzarán sobre los centros de decisión en un torbellino en el que las macrociudades, anteriormente hacinadas, quedarán deshabitadas. Contínuas guerras civiles sacudirán a este pobre planeta en el que no desearemos vivir.”
“En fin” – continuó el autor – “ésta es la parte del cuento que se ha repetido en numerosas civilizaciones que en un momento creyeron en su progreso indefinido. Todas esas culturas terminaron en la disolución, pero, afortunadamente, cuando unas cayeron, en otros puntos se erigieron nuevos impulsos humanos y, en esa alternancia, lo viejo fue superado por lo nuevo. Está claro que en un sistema mundial cerrado no queda lugar para el surgimiento de otra civilización sino para una larga y oscura edad media mundial.”
“Si lo que se plantea en las Cartas en base al modelo explicado es del todo incorrecto, no tenemos por qué preocuparnos”, matizó Silo. “Si, en cambio, el proceso mecánico de las estructuras históricas lleva la dirección comentada es hora de preguntarse cómo el ser humano puede cambiar la dirección de los acontecimientos. A su vez, ¿quiénes podrían producir ese formidable cambio de dirección sino los pueblos que son, precisamente, el sujeto de la historia? ¿Habremos llegado a un estado de madurez suficiente para comprender que a partir de ahora no habrá progreso sino es de todos y para todos? Esta es la segunda hipótesis que se explora en las Cartas.”, continuó.
“Si hace carne en los pueblos la idea de que (y es bueno repetirlo) no habrá progreso sino es de todos y para todos, entonces la lucha será clara. En el último escalón de la desestructuración, en la base social, empezarán a soplar los nuevos vientos. En los barrios, en las comunidades vecinales, en los lugares de trabajo más humildes, comenzará a regenerarse el tejido social. Éste será, aparentemente, un fenómeno espontáneo. Se repetirá en el surgimiento de múltiples agrupaciones de base que formarán los trabajadores ya independizados de la tutela de las cúpulas sindicales. Aparecerán numerosos nucleamientos políticos, sin organización central, en lucha con las organizaciones políticas cupulares. Comenzará la discusión en cada fábrica, en cada oficina, en cada empresa. De los reclamos inmediatistas se irá cobrando conciencia hacia la situación más amplia en la que el trabajo tendrá más valor humano que el capital y en la que el riesgo del trabajo será más claro que el riesgo del capital a la hora de considerar prioridades. Fácilmente se llegará a la conclusión de que la ganancia de la empresa debe reinvertirse en abrir nuevas fuentes de trabajo o derivar hacia otros sectores en los que la producción siga aumentando en lugar de derivar hacia franjas especulativas que terminan engrosando el capital financiero, que producen el vaciamiento empresarial y que llevan a la posterior quiebra del aparato productivo. El empresario comenzará a advertir que ha sido convertido en simple empleado de la banca y que, en esta emergencia, su aliado natural es el trabajador. El fermento social comenzará a activarse nuevamente y se desatará la lucha clara y franca entre el capital especulativo, en su neto carácter de fuerza abstracta e inhumana, y las fuerzas del trabajo, verdadera palanca de la transformación del mundo. Empezará a comprenderse que el progreso no depende de la deuda que se contrae con los bancos sino que los bancos deben otorgar créditos a la empresa sin cobro de intereses. Y también quedará claro que no habrá forma de descongestionar la concentración que lleva al colapso si no es mediante una redistribución de la riqueza hacia las áreas postergadas.“
“La Democracia real, plebiscitaria y directa será una necesidad porque se querrá salir de la agonía de la no participación y de la amenaza constante del desborde popular. Los poderes serán reformados porque ya habrá perdido todo crédito y todo significado la estructura de la democracia formal dependiente del capital financiero. Sin duda, éste segundo libreto de crisis, se presentará luego de un período de incubación en el que los problemas se agudizarán. Entonces comenzará esa serie de avances y retrocesos en que cada éxito será multiplicado como efecto demostración en los lugares más remotos gracias a las comunicaciones instantáneas. Ni siquiera se tratará de la conquista de los estados nacionales sino de una situación mundial en la que se irán multiplicando estos fenómenos sociales antecesores de un cambio radical en la dirección de los acontecimientos. De este modo, en lugar de desembocar el proceso en el colapso mecánico tantas veces repetido, la voluntad de cambio y de dirección de los pueblos comenzará a recorrer el camino hacia la nación humana universal.”
“Es esta segunda posibilidad”, concluyó, “es a esta alternativa a la que apuestan los humanistas de hoy. Tienen demasiada fe en el ser humano como para creer que todo terminará estúpidamente. Y si bien no se sienten la vanguardia del proceso humano se disponen a acompañar ese proceso en la medida de sus fuerzas y allí donde estén posicionados.”[i]
Esperanzadora estrategia que ha dado dirección al caminar de miles de humanistas hasta el día de hoy y continúan vigentes en la multiplicación de su acción e influencia, más allá de las adaptaciones tácticas de coyuntura.
[i] La presentación completa realizada por Silo en la ocasión, está incluida en el libro Habla Silo, accesible en distintos idiomas en http://silo.net/es/collected_works/silo_speaks