Resumes bien ese grupito de jóvenes humanistas que nos hemos acostumbrado a tener a nuestro lado, un grupito compuesto por los hijos de nuestros amigos, los amigos de los hijos, sus novios y novias, sus compañeros de colegio…
Nos acostumbramos a tenerlos a nuestro lado, en nuestros espacios comunes. Nuestros espacios se convirtieron en los vuestros.
De hecho, creo que, sin previo acuerdo, intencionamos esto; y en un momento dado, nos sorprendimos porque surgisteis y permanecisteis en este grupito curioso y bastante autónomo que a veces se expande y a veces se contrae como un acordeón que en una música hermosa y viva salta por encima de nuestras fronteras.
Cuántas reuniones, retiros, trabajo comunitario, talleres de fuego, Escuela en medio de la pandemia, otros talleres, las obras, las campañas, los viajes a otros parques y más reuniones, más trabajo comunitario, más de todo y tú en medio de todo, a veces en profundo silencio y siempre con tu voz y tu risa altas como el cuerpo que te cobijaba.
No hace mucho nos sentamos en círculo con nuestros amigos; necesitábamos intercambiar sobre las amenazas a la democracia y la creciente violencia en Brasil.
En tu conmovedora intervención vi ‘esta certeza por experiencia’ pronunciada con elocuencia, mientras tus ojos lanzaban chispas y una ola de amor y comprensión sobre nuestros compromisos se instalaban en la atmósfera del Parque Retiro.
Me parece que hay jóvenes que siempre encuentran su ‘lugar de habla’ con una lectura lúcida de la realidad, conocedora y honesta de su propio proceso vital.
A esto me aferro, querido Algrin, ¡pido que sigas tu desarrollo y logres lo mejor para tu proceso!
En estos últimos días, el acordeón hizo una pausa abrupta en la bella y animada música que tú y tu grupo entonáis y que, a las personas de más edad, nos gusta escuchar, aprender y bailar.
Estos días fueron como si las moiras griegas o las parcas romanas hubiesen hecho un corte en las líneas que escriben esta canción y nuestros ojos se detuvieron mirando el mar y más allá del horizonte…
Tenemos que decir, en fin, que las notas de aquella música ya están escritas, quedaron grabadas y despertaron nuestras mejores certezas. Así que, creo querido, que la melodía de tu tiempo seguirá hilándose, sonando y no se detendrá.
Tú y este notable grupito habéis fortalecido esperanzas, recompuesto motores y tejido los hilos más altos en la red de la vida.
¡Gracias, amigos, gracias muchacho!