Este 10 de Abril se cumple un cuarto de siglo desde la firma del Tratado de paz de Belfast, también conocido como «Acuerdo de Viernes Santo», que puso fin a la violencia armada en Irlanda del Norte.
El pacto fue sellado entonces por una conferencia multipartidista junto al gobierno británico ocupante, siendo luego ratificado en referéndum por mayoría popular.
Uno de los principales actores del acuerdo fue Gerry Adams, quien a temprana edad se integró a las filas del IRA, para luego pasar a ser protagonista principal de la pacifícación del país al atraer y mantener en los acuerdos de paz a los sectores más radicales del nacionalismo irlandés.
En un evento llamado «Reflexiones sobre el Acuerdo del Viernes Santo: 25 años de paz y progreso» realizado la semana anterior en el Great Hall de Cooper Union, en la ciudad de Nueva York , Adams señaló: «En términos de cómo ha funcionado desde entonces, la primera prueba de fuego es que miles de personas están vivas, que de otro modo podrían estar muertas en este momento».
«Hay medio millón de personas nacidas desde el Acuerdo del Viernes Santo. A menos que se vieran personalmente afectadas, son medio millón de personas que no recuerdan la tragedia y el terror y las dificultades que todos atravesaron en aquel momento».
Y añadió: «Miren lo que está pasando en Siria, miren lo que está pasando en partes de África. Miren lo que está pasando en los territorios palestinos, miren lo que está pasando en Ucrania. Eso no está pasando aquí».
Otra figura relevante para alcanzar la paz fue la ya fallecida Marjorie «Mo» Mowlam, por entonces miembro del gabinete de Tony Blair como Secretaria de Estado para Irlanda del Norte. En su momento, fue una personalidad clave para el diálogo tanto con el IRA como con la facción unionista del Úlster, inicialmente opuesta a cualquier tipo de acuerdo.
A veinticinco años de la gesta, el ex primer ministro británico recordó su labor mediadora con las palabras «Mo no hacía realmente caso de personalidades ni de protocolos y, por lo tanto, era tan diferente de todo lo que el gobierno británico había propuesto como secretaria de Estado para Irlanda del Norte, que trajo consigo una energía especial y, en cierto sentido, una especie de energía liberadora».
«Y aunque creo que algunos, sobre todo algunos hombres, lo encontraron todo un poco extraño para ellos, su capacidad para ser tan completamente normal frente a una política muy anormal, merece su propia mención especial porque fue un factor importante», agregó.
Pese a sucesivas demoras y traspiés en su implementación, el acuerdo llevó finalmente al desarme de los insurgentes, al final de su campaña armada y al retiro de las tropas británicas del territorio norirlandés, luego de 38 años del inicio de la Operación Banner.
También se liberaron los prisioneros políticos y se dio inicio al proceso de convivencia pacífica entre los fieles de las confesiones católica y protestante, hasta entonces fieramente enfrentados.
Si bien Irlanda continúa siendo un país dividido, perteneciendo Irlanda del Norte formalmente al Reino Unido, los históricos lazos de pertenencia desdibujan hoy las fronteras formales.
La composición del actual gobierno de Irlanda del Norte, compartido por las otrora facciones rivales del unionismo (hoy DUP, Partido democrático unionista) y el Sinn Féin, brazo político del republicanismo, continúa siendo un símbolo poderoso del acuerdo.