“A veces, y el sueño es triste,/ En mis deseos existe/ Lejanamente un país/ Donde ser feliz consiste/ Solamente en ser feliz.” (Fernando Pessoa).
Recuerdo que hace muchos años, leí en una nota de prensa que un grupo de poetas chilenos había ingresado a una jaula de monos en el zoológico a leer poemas, seguros de que esos animales disfrutaban de la lectura más que muchos humanos. La propuesta resultaba fascinante y no por el hecho de que quizás los monos entiendan de poesía, sino por las enormes posibilidades que esto abre en otros ámbitos, como por ejemplo instalarse en los pasillos de algunas dependencias oficiales a recitar poemas de Humberto Ak’abal, como uno que dice: “¡Cómo quisiera ser pájaro/ y volar, volar, volar,/ y cantar, cantar, cantar,/ y cagarme –de buena gana-/ sobre algunos/ y algunas cosas!”
Poesía, nada más que eso. Como las pintas de los jóvenes universitarios que reaccionaron contra la estupidez oficial por allá a finales de los 60, exigiendo un espacio para hacer realidad su propuesta de elevar “la imaginación al poder”, no muy seguros de las consecuencias, pero presintiendo que la imaginación es mucho más interesante y nutritiva para la sociedad que la ambición pura y simple. También más divertida y menos dañina.
Hoy es el Día del Libro y no puedo menos que dedicarle unas cuantas letras. Empezando por considerar la posibilidad de que los primates entiendan poesía, lo cual no es ninguna ofensa para los humanos sino más bien un reconocimiento a la sensibilidad de esas criaturas. Por algo dicen también que los tigres aprecian a Mozart y a los elefantes se les puede tranquilizar leyéndoles versículos del Mahabharata, lo cual es plausible dado que los paquidermos cultivan otros atributos elevados como la fidelidad y el honor, que entre los humanos han pasado a engrosar la lista de los valores en vías de extinción. No sería sorprendente que también pudieran darnos lecciones de solidaridad y unos cursos rápidos sobre poesía india.
Por lo tanto, no es una mala idea recetar, a quienes ocupan posiciones de privilegio dentro de la comunidad, una dosis reforzada de literatura. Es posible que de esa manera se les vaya afinando el entendimiento y logren asimilar conceptos tan complejos como integridad, dignidad, amor al prójimo y respeto por la vida.
Pensando en ello es preciso mencionar la apertura, durante estos días, de la Feria Internacional del Libro en Guatemala, una institución de más de 25 años creada por la Gremial de Editores, y que ha debido enfrentar duros obstáculos para sobrevivir. Esto, porque para las élites la educación y la cultura son una amenaza. Guatemala, un país especialmente rico en poetas, escritores y artistas de gran trayectoria y en donde la creación se sostiene gracias al esfuerzo personal de sus cultores, es paradójicamente un ambiente hostil al desarrollo cultural desde sus centros de poder.
La Filgua viene a compensar, con su importante impulso hacia el interés por la lectura, esa ausencia endémica de interés del Estado por incentivar las iniciativas conducentes a elevar los niveles educativos y culturales para una sociedad que los necesita de manera urgente. En pos de ese objetivo, propicia en sus salones el contacto directo entre los autores invitados -de ámbito local e internacional- y un público ávido de conocer lo mejor del mundo editorial y establecer un intercambio rico en ideas. Si está en Guatemala, no se la pierda.
Las políticas públicas para garantizar el desarrollo educativo y cultural, son prioritarias.