Por Sol Pozzi-Escot
“El lugar de la memoria” es una novela corta ganadora del concurso Julio Ramón Ribeyro del BCRP, escrita por Luis Eduardo García, que ofrece un retrato de lo que queda de un hombre cuando pierde sus recuerdos. Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). En el 2002 realizó una pasantía en la sección internacional del diario El País de Madrid. Tiene una maestría de Periodismo. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo. (fuente de la biodata: petroperu.com)
Usted presentó su novela “El lugar de la Memoria” en la Feria del Libro de San Borja. ¿Diría que el tema principal de la obra es la memoria o el olvido?
Digamos que la memoria es el telón de fondo. La novela explora, además, la relación padre-hija, así como la violencia con que una enfermedad destruye las relaciones familiares y sociales y coloca en el centro del debate el tema de qué somos realmente los hombres cuando perdemos los recuerdos. Hay también una exploración en torno a los vínculos entre la memoria social y la memoria individual.
En la novela, el personaje principal, Amado, busca dejar huellas de su existencia, al darse cuenta de que el Alzheimer lo acecha. ¿Es posible vencer ese olvido que representa un miedo muy humano ante la muerte? ¿Todos seremos eventualmente olvidados?
Amado, efectivamente, es un escritor que busca infructuosamente salvar sus recuerdos de la fuerza arrasadora de la enfermedad, pero no puede: esta va más rápido. Le queda el consuelo de que lo poco que salva está dirigido a su hija. En realidad, El lugar de la memoria parte de una paradoja: Amado teme que su hija, debido a que no viven juntos, lo olvide, pero es él el que termina olvidándola a ella. Amado vive una situación extrema, su experiencia es límite: el Alzheimer es un mal que cuestiona la naturaleza misma del hombre porque ataca nuestra esencia, el material del que estamos hechos. Sin memoria qué somos verdaderamente. Sin embargo, el hecho de que él sea un escritor, alguien que busca en la escritura una tabla de salvación refuerza la idea de que somos memoria.
Por otro lado, ¿qué rol desempeña la familia en la novela como agente de preservación de la memoria de uno?
Un enfermo que es atacado por este mal pasa a depender de la familia, de los cuidadores, de los seres que lo rodean, quienes tienen que intuir o adivinar sus necesidades y urgencias. La familia cobra así un rol protagónico inesperado y las relaciones que se generan alrededor de este drama no son fáciles y pueden derivar en realidades más dramáticas todavía. El lugar de la memoria más que explorar las relaciones familiares en relación a la enfermedad, apunta hacia un juego de espejos entre las realidades del padre y la hija.
¿En qué radica la dignidad de Amado?
En la conciencia de lo que vive. No es alguien que muestre debilidad ante el avance del mal, sino que asume una actitud decorosa; quiere saber qué es eso que lo destruye, se acerca a su hija para intensificar su cariño, muestra un desapego absoluto por la vida social y segura, quiere cumplir una parte de sus sueños y escribe para arañar un poco el placer de la felicidad, sabiendo que su mente pronto se convertirá en un desierto.
¿Qué reflexión plantea su novela sobre la memoria colectiva? ¿Es posible preservarla?
Siempre es posible preservar la memoria colectiva, depende de qué lado nos coloquemos y la sensatez con que asumamos esa memoria. Los pueblos no pueden vivir sin memoria, es parte constitutiva de su ser. Del pasado sacamos siempre grandes lecciones: por ejemplo, no volver a cometer los mismos errores.
Usted también es un destacado poeta. ¿Es la poesía una forma de enfrentar el pasar del tiempo y sus muchas veces duros efectos?
La literatura es una forma de luchar contra el paso del tiempo, una forma de inmortalizar los momentos luminosos y oscuros de la vida. La poesía es, en este sentido, una epifanía que conecta el pasado con el presente y el futuro, así como una forma de congelar los instantes estelares de una vida, por más insignificante que esta parezca. La poesía es la negación del olvido, del olvido que seremos, como dice el título de la novela de Héctor Abad Faciolince.