En el marco del IX Simposio Internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas, que se desarrolla del 28 al 30 de Abril, el investigador y comunicador Javier Tolcachier expuso la disertación sobre «Nueva Sensibilidad, futuribles y proyecto humanista».

En la ponencia, el autor discurre sobre lo ocurrido luego de las revueltas mundializadas del 2011 y algunos de los motivos por los que no se desplegaron cambios de fondo. En su desarrollo, explica la asincronicidad entre paisajes antiguos que perviven en la conciencia humana con las nuevas realidades con las que la misma conciencia debe interactuar. Finalmente, propone, en lo que denomina «luces del futuro», una serie de paradigmas que, a su entender, constituyen posibles líneas paradigmáticas a impulsar, a la vez que sugiere vectores de acción para el avance de la sensibilidad humanista.

A continuación, la ponencia íntegra.

Introducción

Hace unos doce años se inició un fenómeno de protestas masivas que pareció poner en jaque al sistema establecido. La ola que comenzó en Túnez y Egipto, se extendió prontamente por el mundo árabe y distintos puntos del planeta con sus concomitancias más simbólicas y vistosas en el 15M de España, las manifestaciones en la plaza Taksim en Turquía, la rebelión estudiantil en Chile, los paraguas amarillos en Hong Kong y el movimiento Occupy en los Estados Unidos.

Por otro lado, entre Noviembre de 2010 y Septiembre de 2013, un grupo de amigos humanistas, poco después de la partida de este plano de Silo, maestro y fundador de nuestra corriente y urgidos por comprender mejor las principales tendencias y ubicar nuestro quehacer en sentido de adaptación creciente, nos dimos a la tarea de elaborar varios estudios de situación actual.

Quiero dedicar esta ponencia a revisar qué ha sucedido con dichas tendencias y predicciones, avanzando además en un análisis que permita proyectar futuribles y posibles imágenes movilizadoras.

La Nueva Sensibilidad

Entre los estudios que hicimos, hubo uno que abordó como objeto de estudio a la Nueva Sensibilidad y a su posible desarrollo (Mayo 2012).

Aún cuando estábamos motivados positivamente por la masividad y la característica mundializada, diversa y no violenta de las revueltas, consignábamos ya entonces que, aunque la Nueva Sensibilidad estuviera muy presente en esos movimientos de protesta, no debía identificarse por completo un fenómeno con el otro. “Hay otros modos en los que la Nueva Sensibilidad encarna, al tiempo que hay también sectores en estos reclamos que no participan necesariamente de la Nueva Sensibilidad.”, apuntábamos.

Una de las conclusiones de aquel estudio es que aquella Nueva Sensibilidad, entonces incipiente, tenía la posibilidad de evolucionar en su fase de desarrollo, tomando conciencia de sí misma, posibilidad que nos proponíamos fortalecer.

En otro de los estudios realizados unos meses antes (Octubre 2011), veíamos 4 escenarios posibles a futuro:

a) Guerra, como escenario extremo que modifica el foco de atención frente a los conflictos, reestructurando el panorama.

b) Desbordes y represión: Mandorla entre desbordes sociales y mayor nivel de represión, no solamente en términos físicos sino a través de distintos tipos de violencia.

c) Corrección y continuidad: Ante la posibilidad de conflictos, se inician reformas que pueden tener una mayor o menor profundidad, pero que garantizan la continuidad del mismo sistema.

d) Revolución / Fenómeno espiritual psicosocial: Única salida por fuera del escenario de entropía. Se modifica la estructura misma del sistema, avanzando hacia nuevos horizontes. Posibilidad de fenómenos psicosociales que detonen o acompañen un escenario de este tipo.

En un estudio posterior (septiembre 2013), cuyo objeto era el análisis estructural dinámico de la situación psicosocial, llegábamos a la conclusión de que “en el escenario psicosocial actual conviven elementos antagónicos como la pervivencia de la creencia en una supuesta “naturaleza” humana, junto al reconocimiento de libertades y posibilidades reñidas con ésta.

El estudio de proceso parecía indicar entonces un fuerte desgaste de la creencia en el materialismo como un absoluto y la posible proximidad en la irrupción de un nuevo momento histórico por la modificación de su paisaje psicosocial.

Esta dirección de humanización que ya comenzaba a evidenciarse como elemento central de una nueva sensibilidad, promovía nuevas formas de organización social que no sólo compensan la destrucción del tejido social y el registro de soledad, sino que tienden a transformar la interioridad humana implicándola en una estructura intersubjetiva trascendente al naturalismo y cosificación desprendidas de la preeminencia de un“yo” puramente individual.

Esa novedosa intersubjetividad, a su vez, abría las puertas a un renovado contacto con algo más profundo en cada uno, alimentando el crecimiento de nuevos horizontes espirituales.

Este nuevo “nosotros” amplía y potencia libertades en un clima de fraternidad, promueve la transformación social y existencial desde la convicción de que éstas sólo pueden lograrse desde el intercambio, la convergencia y la acción de grandes conjuntos humanos.

Así, concluíamos en aquel estudio, “la tendencia más importante a fortalecer y que contiene la aptitud revolucionaria para modificar el paisaje psicosocial actual, es “la dirección hacia lo conjunto”.

¿Qué pasó luego?

Es evidente que las rebeliones de inicios de la década, fuertemente alimentadas por la crisis financiera coyuntural de 2007 y 2008 – apenas una anécdota en el marco de la crisis sistémica – derivaron posteriormente en los 3 primeros escenarios descritos entonces.

De este modo, respondiendo a la variante de corrección y continuidad, la Nueva Sensibilidad que encarnaba parcialmente en aquellas revueltas mundializadas, fue canalizada en algunos casos hacia la institucionalidad – hoy todavía vigente aunque en fuerte descrédito- , incluso llegando algunos de sus exponentes al gobierno como en los casos de España y Chile.

En la dirección preanunciada de desbordes sociales y represión, propia de la entropía de un sistema cerrado, los pueblos volvieron a alzarse en protesta en innúmeras oportunidades, teniendo como única respuesta la violencia y la falsa conciliación.

En varios casos, el malestar social fue aprovechado por corrientes retrógradas, apoyadas por una parte de la población como en los casos de USA, Brasil, Filipinas, Turquía, Israel, Hungría, Italia, y otros gobiernos de Europa. En otros casos, el mismo malestar derivó en acontecimientos que sirvieron a designios geopolíticos muy alejados de las reivindicaciones y necesidades de los pueblos, como las llamadas “revoluciones de colores”.

Por último, el sistema continuó generando muerte mediante conflictos armados, sobre todo en Medio Oriente y África, alimentando las arcas del complejo militar-industrial, llegando al actual conflicto en el Este europeo.

La pregunta que nos hacemos a esta altura es qué es lo que impidió que se desarrollara el mejor de los escenarios, el de un cambio revolucionario en el ámbito psicosocial, es decir, una transformación liberadora en la estructura conciencia-mundo.

Precisamente, este IX Simposio del Centro Mundial de Estudios Humanistas hace referencia a esto en su texto introductorio, cuando indica “No es que no haya salida, pero en principio, estamos constreñidos a pensar dentro del universo dado por las creencias básicas del momento actual. El sustrato de creencias delimita lo que se puede pensar, lo que se puede imaginar, lo que se puede percibir y comprender y tiende a cerrar el horizonte de la mentación.”

A su vez, está claro que no hay salidas individuales y, si bien, toda acción individual en dirección a cambios evolutivos o transmutativos tiene sentido y colabora con el avance general, ésta debe enmarcarse en un plano colectivo y procesal para sumar verdaderamente a la transformación necesaria para este tiempo histórico.

Las tendencias más generales de este tiempo no se han modificado sustancialmente desde principios de siglo, aunque sí se han acelerado. Así, entre otras, han aumentado la concentración financiera, el deterioro climático, la tecnificación digital comandada por las corporaciones y los fondos de inversión, los fundamentalismos, el armamentismo, entre otras tendencias, pero también fenómenos evolutivos han cobrado mayor volumen. De este modo, el justo reclamo por la paridad de género, la acción comunitaria como forma de recomponer el tejido social, el reconocimiento de la diversidad humana y la exigencia de autodeterminación, de ampliación de opciones y derechos personales y colectivos, los intentos de crecimiento espiritual, el multilateralismo y el rechazo al neocolonialismo, la multiplicación de posibilidades científicas y tecnológicas son fenómenos que avanzan indiscutiblemente.

La luz de las estrellas

Antes de existir los instrumentos de precisión de la actualidad, los intrépidos navegantes usaban los astros, fundamentalmente la posición de las estrellas, para orientarse.

Sin embargo, la luz que permite ubicarlas, como cualquier estudiante ya sabe, ha viajado muchos años antes de conectar con nuestro sentido visual. O sea, la realidad que percibimos es anacrónica en relación al momento en que el rayo lumínico se originó.

Algo similar sucede con el mundo en el que vivimos, que es la proyección de paisajes psicosociales anteriores, cuya fuente objetal hoy ya no existe en el mundo externo, pero sigue muy vívida como componente en la memoria y la representación que impulsa la acción de muchas personas en la actualidad.

La asincronicidad entre conciencia y mundo y la perspectiva generacional

Apelando a un término técnico, es como si la historia tuviera un “delay”, un retardo entre la nueva realidad con la que se relaciona la conciencia y lo que experimentan, interpretan y proyectan los seres humanos a través de la mediación de paisajes remotos.

Desde este punto de vista, cabe pensarse que es muy probable que los nuevos paradigmas nacidos en esta época, pese a la aceleración del tempo histórico, recién cobren vigencia con cierto retraso. Retraso que, a su vez, debería ser algo menor en relación a otros períodos de la historia humana, hecho también favorecido por la mundialización ya instalada.

Como sabemos, hay un factor diferencial en esta vivencia, que es la pertenencia a las distintas generaciones, cuyas  memorias no son las mismas y tampoco su interacción con el paisaje con el que les toca relacionarse en su tiempo vital.

Como lo indica Silo en el capítulo V del Paisaje Humano en Humanizar la Tierra: ¡Y esa es la distancia que impone la dinámica del paisaje humano a todo recuerdo sostenido individual o colectivamente; sostenido por uno o por muchos, o por toda una generación que coexistiendo en un mismo espacio social está nimbada por un trasfondo emotivo similar! ¡Cuánto más alejado se torna el acuerdo, respecto de un objeto, cuando es considerado por diferentes generaciones o representantes de distintas épocas que coexisten en el mismo espacio!

Por otra parte, es preciso tener en cuenta el factor de la componente demográfica, cuya pirámide en la actualidad va tendiendo a reducirse en los sectores jóvenes y a aumentar la ancianización social, sobre todo en Europa, Asia y algunos países latinoamericanos, cobrando mayor peso la memoria de las generaciones medias y de mayor edad en el escenario psicosocial.

A estos factores de resistencia, se suma la oposición de los poderes establecidos y de la mentación consuetudinaria de paisajes culturales arraigados, que impide frecuentemente la adopción de nuevos hábitos.

Si pensamos en distintos recodos de la historia en los que aparecieron fenómenos novedosos, podemos afirmar que estos fueron promovidos con anterioridad por estructuras de conciencia inspirada de personas valientes, audaces y anticipadas para su tiempo.

A su vez, podemos inferir que para la expansión social de dichos fenómenos alentados por minorías, fue necesario que un importante conjunto humano sintonizara con una estructura de “conciencia necesitada” o “conciencia urgida”, la cual podría ser la condición de que surgieran nuevas respuestas como factor disruptivo.

No es difícil imaginar que situaciones de gran dificultad para los conjuntos humanos y la vida como severos cambios medioambientales, hambrunas, pestes o violencia generalizada, entre otros, favorecieron la instalación masiva de este tipo de estructura de conciencia en necesidad.

También es posible reconocer esta condición masiva pre-revolucionaria de la conciencia, en períodos de deterioro progresivo de un sistema establecido de valores, creencias y usos sociales característicos de los momentos de decadencia de ciclos históricos prolongados.

De igual manera, la aparición de acontecimientos no encadenados a secuencias lógicas, como por ejemplo el descubrimiento de nuevos espacios, el contacto con otras formas de vida o hechos semejantes, podrían ser desencadenantes de crisis positivas y estados mentales de apertura a situaciones nuevas.

Tanto en uno como en otro caso, podríamos estar asistiendo en la actualidad a escenarios propicios para la sintonía de un gran número de personas en este tipo de estructuras de conciencia.

Las luces del futuro

Sin menoscabar las necesidades de actuar en escenarios actuales en los que las carencias y los anacronismos en la organización social impiden liberar energías necesarias para saltos transmutativos en la dirección mental colectiva, y atendiendo a los factores planteados, es lícito preguntarnos cuáles son los paradigmas a instalar en este tiempo para que operen en un futuro mediato, de qué modo favorecer su instauración en el paisaje psicosocial, cómo imaginar su progresiva proyección hacia nuevos modos de co-existencia aprovechando tendencias favorables y yendo más allá de los obstáculos y las resistencias observadas.

Ante todo, invitamos al debate amplio para construir una suerte de catálogo de postulados, con carácter de conquistas culturales históricas para la especie como horizonte de acción. Por nuestra parte, sugerimos algunos que nos parece van más allá de las actuales prisiones del pensar y serán verdades mentales en tiempos no muy lejanos. Verdades que a su vez, serán removidas en su momento de inutilidad por otras.

 La integración de las diferencias.

Aun cuando la síntesis suele afirmarse como la desembocadura posterior a la complementación de factores diferenciados, es frecuente ver el estancamiento de las aguas del pensar en infructuosos carriles dialécticos.

Posibles connotaciones de este salto de aceleración intencional en la integración de las diferencias podrían ser:

    1. La superación o integración de la dialéctica entre materialismo e idealismo, definiendo lo existente como una combinación de energías densas y sutiles.
    2. La integración de la diferencia entre lo individual y lo colectivo con la idea de la intersubjetividad, fusionando libertad y solidaridad como componentes indisolubles de un único horizonte.
    3. La complementación entre los seres humanos hacia una Nación Humana Universal, con otras especies vivas y con otras formas de vida en el Universo.
    4. La síntesis entre lo terreno y lo eterno, entre mundo subjetivo e intersubjetivo o social

La concepción histórico-social o dinámico-estructural del Ser Humano

La creciente comprensión de la relación con las condiciones de un entorno objetal e intersubjetivo colocan al pensamiento ante la certeza de la influencia mutua entre los individuos y su medio.

Por otra parte, el absurdo de la concepción estática de la especie humana, en la que prima su componente natural, choca hoy con la abundante evidencia de las transformaciones profundas que lo humano ha generado en muy corto tiempo en su funcionamiento vital más íntimo.

Así, colocar la idea de lo humano en una matriz estructural-dinámica de relaciones interdependientes permite abrirnos a la posibilidad de una proyección infinita de cambios. O lo que es lo mismo, a la permanente transformación como esencia radical del fenómeno humano, alejada del determinismo y muy próxima a su radical libertad.

La creación de Sentido y la búsqueda de la indeterminación como propósito trascendente de lo Humano

En línea con la concepción determinista de lo humano, la memoria social e histórica ha sido alimentada durante milenios por la idea de un universo preconcebido. Este sustrato predialogal ha exacerbado la sensación de pequeñez, de insignificancia, facilitando situaciones de sometimiento y sustracción o negación relativa de la intencionalidad de la conciencia.

El género humano ha desafiado parcialmente estas creencias, superando diversos límites, alzándose en rebelión frente a la amenazante muerte, como aparente destino y máxima derrota.

Sin embargo, pese a la contundencia del avance prometeico, la idea de ubicarse mentalmente en el espacio de la indeterminación y ser creadores de sentido cósmico, nos resulta aún fuente de inestabilidad. Aun así, desde la potencialidad demostrada en ese sentido, necesitaremos dar ese paso, convirtiendo la virtud en destino elegido.

De qué modo favorecer la instauración de las luces del futuro en el paisaje psicosocial

En cuanto a la integración de las diferencias,

  1. La búsqueda holística, de respuestas integrales y totalizadoras se evidencia hoy con cada vez más fuerza. Los intentos de combinar ciencia y mística, la complementación de distintos enfoques en el cuidado de la salud, la interdisciplinariedad en aumento en el mundo académico y del pensamiento, la búsqueda de identidades de género orientadas al andrógino en las nuevas generaciones, la comprensión sobre la necesidad de unidad desde la diversidad, son algunas muestras de ello. Este acto de conciencia puede ser profundizado, (diríamos radicalizado) en la dirección de la integración de las aparentes diferencias, desatascando la encerrona de términos excluyentes e incompatibles.
  2. el arraigo profundo de máximas de comportamiento y organización social signados por la no violencia y la no discriminación.
  3. La promoción a gran escala de paradigmas humanistas sensibilizando acerca de la necesidad de adoptar valores y necesidades compartidas como la paz, la libertad, el conocimiento, condiciones adecuadas de vida, derechos humanos, para posibilitar que estos contenidos puedan ser integrados a los escenarios psicosociales.
  4. La generación de ámbitos de relación humana cordial, amable y solidaria como vivencias empíricas de ejercitación del nuevo mundo y la nueva mentación.
  5. Experiencias psicosociales de comunión, como las que logran los ambientes cargados de espiritualidad convergente.

En relación a la concepción estructural dinámica o histórico-social de lo humano, los nuevos horizontes de creencia pueden convertirse en pilares fundantes a través de

  1. subrayar la evidencia de los cambios de comportamiento de un mismo fenómeno en entornos diferentes, poniendo de manifiesto la importancia de la relación entre un ente y su medio.
  2. alimentar experiencias de conmoción interpersonales y sociales, que permitan deslizar el punto de vista del “yo” a un “nosotros”.
  3. ejercitar cambios en la mirada sobre el mundo desde la más temprana edad, promoviendo el desarrollo de una mirada elástica y flexible y haciendo conscientes los cambios efectuados.
  4. aportar, rescatar y desarrollar propuestas de transformación del entorno que propugnen la posibilidad de efectuar modificaciones tanto en el mundo percibido como en la conciencia que lo percibe.
  5. celebrar el cambio como valor y propósito permanente.

En cuanto a la creación intencional de Sentido y la búsqueda de la indeterminación como propósito trascendente de lo Humano, imaginamos como vectores habilitantes, entre muchos otros

  1. fortalecer el entusiasmo por la rebelión más allá de lo fáctico o establecido como fáctico.
  2. ejercitar la mirada en las múltiples alternativas en cada encrucijada.
  3. vivenciar la conciencia y el mundo como campos de experimentación y aventura.
  4. formular imágenes y proyectos que permitan orientar la conciencia hacia nuevas acciones.
  5. maravillarnos sobre el acto de conciencia como creador de realidades.
  6. otorgarle sentido épico, mítico y místico a la acción humana.

En todos los casos, está claro que el mundo nuevo ya está surgiendo y es fundamental identificar, destacar y fortalecer las luces del futuro, que van entremezclándose con aquellas provenientes de momentos históricos anteriores.

Sobre todo, la clave está en abrirse a la comprensión y la interacción con las nuevas generaciones, intentando mirar en el trasfondo de su acción (o aparente inacción) aquellas luces de futuro.

Para poder hacerlo es importante ir más allá de esquemas interpretativos perimidos y captar los posibles sentidos evolutivos en su manifestación compleja.

Por ejemplo, cuando observamos cierta “inacción” o “pasividad” juvenil, lejos de mirar el fenómeno desde una crítica caduca, podemos interpretarlo desde un posible entrenamiento colectivo hacia formas de acción diferente, como vacío a opciones de vida inconsistentes y absurdas como las que ofrece hoy el sistema, pero también de apertura a estilos de vida de menor laboriosidad y mayor comodidad, en las que efectivamente la producción social y los avances tecnológicos deben ser socialmente distribuidos con la mira puesta en el bienestar de todas las personas sin depender de esfuerzos individuales en esa dirección.

Imágenes para la acción

En síntesis, podemos identificar como mínimo tres planos para nuestra acción.

1) Apoyar decididamente todo proceso colectivo que, aunque de manera imperfecta, ayude a superar carencias y anacronismos en la organización social, empujando hacia la liberación de energías necesarias para saltos transmutativos en la dirección mental colectiva.

2) Desarrollar acciones tendientes a favorecer la instalación colectiva de paradigmas de futuro, aunque por la lógica misma de la interacción de los paisajes, no se observen resultados inmediatos, ni ocurran de manera idéntica a como se formularon.

3) Identificar, destacar y fortalecer las luces del futuro que ya existen en este tiempo histórico con especial énfasis en aquellas que se van desarrollando en el paisaje colectivo de las nuevas generaciones.

Nada más, muchas gracias por acompañar la exposición.