Por Maxine Lowy
El día 19 de abril de 1943 batallones alemanes y algunos polacos entraron al perímetro cercado de 3,4 km cuadrados dentro de la ciudad de Varsovia, donde, desde noviembre de 1940, los judíos estaban internados, tal como fueron sus antepasados en tiempos medioevales, en un ghetto. Desde principios del año los alemanes se vieron sorprendidos por una serie de enfrentamientos armados con luchadores judíos en ese lugar; esta vez, su intención era liquidar al ghetto de una vez y deportar a los remanentes judíos a campos de exterminio. Apenas entraron, cantando robustamente,
les cayó encima un aguacero de granadas, cocteles molotov, y balas, lanzados desde las ventanas, balcones, y áticos de los edificios. El cántico de los alemanes se convirtió en gemidos de los numerosos heridos. Los combatientes judíos, quienes contaron con miles de mujeres, hombres y niños, contuvieron al poderío militar del ejército nazi por casi un mes.
Este primer levantamiento judío animó revueltas en muchos ghettos y en varios campos de concentración, entre ellos, nada menos que en Auschwitz, contrario a la ampliamente difundida noción sobre la pasividad judía, siendo llevados al exterminio como ovejas al matadero.
Los ecos de esta audaz gesta humana, que estalló en un lugar y una época de barbarie, resonaron ochenta años después en una conmemoración del levantamiento del ghetto de Varsovia que fue organizada en Santiago de Chile el 18 de abril de 2023 por la Agrupación Judía Diana Arón (AJDA).
La planificación del acto estuvo a cargo de una inédita colaboración entre 25 organizaciones judeo-progresistas de cinco países en tres continentes: Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Francia y Uruguay. En estos días se están efectuando actos similares en 17 ciudades de dichos países. En varios de esos actos se han agregado dimensiones locales. En Argentina, por ejemplo, se conmemoran además los 40 años desde la restauración de la democracia; tanto en Uruguay como Chile, además, se marcan 50 años desde los violentos quiebres institucionales en ambos países.
En una extraordinaria instancia de reconocimiento mutuo entre lo judío y la universalidad de los derechos humanos, el acto en territorio chileno fue realizado en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos – el cual tomó como modelo aspectos de Yad Vashem, el centro memorial a víctimas de la Shoá (Holocausto), establecido en Israel en 1953.
Como paradigma de la resistencia en condiciones extremas de crueldad y terrorismo de Estado, el levantamiento del ghetto de Varsovia cobró nueva vigencia no solo por el recinto donde se realizó la conmemoración sino también por la intencionada transversalidad que atravesó el acto. Ante un público compuesto de muchas personas directamente afectadas por las políticas represivas de la dictadura chilena y de otros tantos activos en ámbitos judíos comunitarios, seis velas fueron encendidas en memoria de las víctimas del Shoá. Quienes encendieron las velas fueron: Rosemarie
Bornand, abogada que integró la Vicaría de la Solidaridad; Haydee Oberreuter, ex prisionera política y ex subsecretaria de derechos humanos en Chile; Diamela Eltit, autora de origen palestino y premio nacional de literatura 2018; Catalina Bosch, activista por los derechos de los migrantes; y Salvador Millaleo, abogado mapuche y ex consejero del Instituto Nacional de Derechos Humanos.
También encendió una vela el psiquiatra Gunter Seelmann, integrante de AJDA, cuya historia personal hace puente entre dos continentes. De niño, el Dr. Seelmann y su familia huyeron de Alemania en 1939, encontrando refugio en Chile. En mayo del 1974, tras padecer siete meses de prisión política en la sureña Isla Quriquina, fue expulsado de Chile y fue acogido por Alemania. El compromiso de vida con la justicia y por los desposeídos tanto de Seelmann como también de su fallecida esposa Hanni Grunpeter – cuyo rostro sonriente engració el auditorio del museo – son considerados por AJDA ejemplos de los más altos valores del judaísmo, que a su vez encarnaron los luchadores del Ghetto de Varsovia.
Miguel Lawner, el orador principal del acto, es hijo de inmigrantes judíos de Ucrania que llegaron a Chile en la segunda década del siglo XX. Un gran número de sus parientes maternos murieron en un campo de exterminio nazi. Como arquitecto, Lawner estuvo encargado de implementar políticas de vivienda pública durante el gobierno socialista de Salvador Allende. A partir del 11 de septiembre de 1973, fue prisionero en Isla Dawson, en el tormentoso Estrecho de Magallanes, junto a otros altos oficiales del gobierno depuesto por el golpe militar.
“El alzamiento del ghetto de Varsovia es una acción que tenemos la obligación de valorar y recordar, particularmente en estos días, cuando el negacionismo crece y se multiplica en muchos países”, Lawner instó a los presentes. “Ese puñado de judíos libraron una batalla heroica, enfrentando a la máquina de guerra más poderosa existente hasta entonces para que nosotros, depositarios de ese justo mensaje, sepamos que nada, absolutamente nada, nunca, jamás, puede justificar nuestra indiferencia o el olvido, ante crímenes de lesa humanidad”.
Las palabras de Lawner siguieron resonando mientras el Coro Voces de la Rebeldía, conjunto que nació en 1975 en el campo concentración chileno Tres Álamos, interpretaba canciones de resistencia y de esperanza.
Bangladesh, Timor Oriente, Camboya, Guatemala, El Salvador, Chile, Ruanda, Congo, Bosnia, Darfur, y más recientemente los Yazidi, son algunos de los nombres que dan cuenta de que la capacidad genocida del ser humano no se erradicó en los 78 años que han transcurrido después de la matanza de 6 millones de judíos en el Holocausto.
Sin embargo, el pos-Holocausto sí trazó una senda para sanar todas las sociedades que emergen de situaciones limites: a través de la justicia, la verdad, y la memoria.
Desde ese sentido, el acto realizado por AJDA fue también un gesto de reparación moral de no olvidar ni Varsovia, ni Santiago.
Con la cantante litúrgica judía Ester Cohen, acompañada por el maestro Sergio Polansky en acordeón, el acto concluía mientras el himno de los partisanos judíos, escrito en 1943 por Hirsch Glick, retumbaba con vigencia actual: Zog nit keyn mol, az du geyst dem letstn veg. Mir Zainen Do; ¡Nunca digas que es el final del camino. Acá estamos!