En general buscamos que se exprese la vida en toda su plenitud. Todo ello para que las personas puedan expresar la totalidad de su capacidades, facultades y potencialidades, para que los ecosistemas y sus respectivas especies puedan expresar su potencial de vida. Pero para eso necesitamos buenos políticos y buena política. No la que exhiben impúdicamente los malos políticos.

Por Rodrigo Arce Rojas*

En primer lugar debemos empezar señalando que la política, dicho en términos simples, es el arte de gobernar para el bien común, tiene que ver con la gestión del poder para que la resultante de fuerzas esté orientada hacia el bienestar común. Por lo tanto la política es imprescindible. Lamentablemente a lo largo de la historia, por diferentes razones, en varios de nuestros países el propósito del bienestar común se ha ido perdiendo y cada vez se aprecia con mayor nitidez cómo ha ganado posición la mala política orientada hacia el interés personal o de los grupos de poder.

Lo que está primando es la búsqueda insaciable de acumulación de riquezas y de poder aún a costa de sacrificar los aspectos sociales y ambientales. Todo esto en nombre del desarrollo, desarrollismo, y en nombre del crecimiento económico. Ello explica también la lumpenización de la política marcada por la corrupción cada vez más interiorizada en los diferentes niveles de toma de decisiones. Cuando la ciudadanía tiene que defenderse de la mala política y de los malos políticos entonces hemos entrado a una peligrosa involución social que nos termina afectando a todos, a humanos y a no humanos (más que humanos u otros que humanos).

El problema de fondo es que se ha ido construyendo una narrativa, un imaginario y una práctica que nos ha hecho creer que la única posibilidad de desarrollo es asumir sin dudas ni murmuraciones el modelo económico hegemónico para alcanzar el desarrollo o incluso el desarrollo sostenible. Entonces todos corremos en la dirección de estas ilusiones y la industria del desarrollo sigue vigorosa e incluso los propios grupos sociales o vulnerables hacen eco de estas propuestas y se alistan en el ejército de desarrollistas.

No se explica cómo grupos sociales que han sido víctimas de exclusiones terminan haciéndole coro a los grupos de poder. Pero no sólo los grupos vulnerables sino también intelectuales alineados al sistema hegemónico y medios de comunicación que integran la coalición de poder para el predominio del pensamiento único. Entonces se crea la figura del hombre, o de la mujer, exitosos que implica que es capaz de generar mercancías para el mercado por su trabajo individual.

Cuando se han instalado el crecimiento económico y el desarrollo como dogmas, entonces todo vale para tristeza de los excluidos, humanos y no humanos. Es así que sistemáticamente estamos alterando y degradando los ecosistemas, estamos llevando a la extinción a miles de especies de la flora y fauna, estamos contaminando el suelo, el agua, el aire, estamos provocando daños por las emisiones de contaminantes por metales y metaloides y otras sustancias tóxicas, estamos provocando enfermedades, entre otros impactos negativos.

No obstante, independientemente que se generen más y normas ambientales, en general existe un proceso de debilitamiento de la legislación ambiental. Pero todo esto se hace en nombre del desarrollo, es el sacrificio que hay que pagar para alcanzar el desarrollo. Nos dicen: “no importa, ya cuando estemos mejor habrá mejor distribución de la riqueza e incluso podremos reparar los daños que hemos causado.”

Esto explica las presiones para sacar leyes que favorezcan la conversión de bosques a usos “más rentables” en clave agroexportadora, también explica los intentos por desproteger a los pueblos indígenas en condición de aislamiento voluntario. Para estos males políticos el crecimiento económico y “el desarrollo” lo son todo, aunque eso signifique desaparecer los ecosistemas forestales y afectar los derechos humanos y en especial los derechos territoriales de los pueblos indígenas en condición de aislamiento voluntario.

Aunque las y los científicos advierten reiteradamente sobre la importancia de conservar los bosques (en general todos los ecosistemas naturales) no sólo por su gran utilidad para la propia humanidad sino también por sus propios valores intrínsecos, los malos políticos hacen caso omiso a todas estas consideraciones y no sienten la menor vergüenza de sus acciones porque consideran que están trabajando “a favor del desarrollo.” Aunque en ocasiones más que a favor del desarrollo están trabajando a favor de los grandes intereses económicos, los suyos y los de los grupos de poder.

Entonces uno puede comprender lo que el poeta uruguayo Mario Benedetti ha graficado muy bien en “Extinciones.”

Extinciones

No sólo las ballenas
los delfines los osos
los elefantes los mandriles
la foca fraile el bontebok
los bosques la amazonia
corren peligro de extinguirse

también enfrentan ese riesgo
las promesas / los himnos
la palabra de honor / la carta magna
los jubilados / los sin techo
los juramentos mano en biblia
la ética primaria / la autocrítica
los escrúpulos simples
el rechazo al soborno
la cándida vergüenza de haber sido
y el tímido dolor de ya no ser

habría por lo tanto que tapar
con buena voluntad y con premura
el agujero cada vez más grande
en la capa de ozono / y además
el infame boquete en la conciencia
de los decididores / así sea

Hermoso y a la vez dramático mensaje que nos alcanza generosamente el poeta. Dicho sea de paso, es una muestra del poder de la palabra que representa la fusión entre ciencia y poesía, entre ciencia y filosofía, entre naturaleza y cultura. Porque no hay realidades separadas hay una única realidad entrelazada, una Socionaturaleza, una Culturaleza, un territorio, un socioecosistema, la Biocultura que nos une, Pachamama o Gaia. Y por más que los malos políticos insistan en el reduccionismo monetarista, lo que le hagamos a la llamada naturaleza, el daño termina afectando a nuestra propia humanidad.

Ahora bien, para terminar esta reflexión, no es que no nos interese la economía o el mercado, siempre serán necesarios e importantes, lo que está en discusión es el sentido de todo lo que hacemos. Más que desarrollo lo que buscamos es florecimiento, lo que buscamos es la felicidad de todas las personas y la felicidad de todos los ecosistemas con sus respetivas especies interactuando en su medio. Buscamos lo que los pueblos han llamado Buen Vivir o Buenos Vivires, Vida plena, Vida bonita, Vida dulce, Vida sabrosa. En general buscamos que se exprese la vida en toda su plenitud. Todo ello para que las personas puedan expresar la totalidad de su capacidades, facultades y potencialidades, para que los ecosistemas y sus respectivas especies puedan expresar su potencial de vida. Pero para eso necesitamos buenos políticos y buena política. No la que exhiben impúdicamente los malos políticos.

Foto: Puinamudt


*Rodrigo Arce Rojas es Doctor en Pensamiento complejo por la Multiversidad Mundo Real Edgar Morin. Correo electrónico: rarcerojas@yahoo.es