LAKSHMI NARAYAN: Creando y fortaleciendo el sentido de dignidad profesional de las recolectoras de residuos en la India

por Marco Sumayao

«Es necesario que la debilidad de los sin poder se transforme en una fuerza capaz de anunciar la justicia».

Desde finales de la década de 1960, las palabras de Paulo Freire han impulsado a innumerables activistas a crear un cambio social que incluya la liberación de las personas marginadas. Su libro Pedagogía del oprimido sentó las bases de la pedagogía crítica, un movimiento social que capacita a los pobres para elevarse a través de la educación, la crítica sociopolítica y la acción. La pedagogía de Freire acabaría inspirando a movimientos de todo el mundo, como el trabajo de Lakshmi Narayan para crear y reforzar un sentido de dignidad profesional entre las recolectoras de basura de la India.

Lakshmi creció en Pune, la segunda ciudad más grande del estado de Maharashtra. Tras licenciarse en Filosofía, prosiguió su educación formal en Mumbai, donde obtuvo un master en Trabajo Social. Estaba convencida de que una carrera académica, aunque intelectualmente atractiva, no la satisfaría después de graduarse; sentía la necesidad de trabajar por un cambio social real.

Volvió a Pune al terminar la carrera y consiguió un trabajo en el Departamento de Educación de Adultos de la Universidad Femenina SNDT, la primera universidad femenina de la India. Junto con sus colegas, interpretó la educación como una forma de empoderamiento: no bastaba con alfabetizar y enseñar aritmética elemental; era imprescindible un cambio positivo entre los pobres de las ciudades. La pedagogía de Freire fue uno de los sistemas de pensamiento que guiaron a Lakshmi y a sus compañeras en su misión de trabajar con algunas de las comunidades más desamparadas de la ciudad.

«Pronto nos dimos cuenta de que uno de los grupos más marginados de Pune eran las recolectoras de residuos, que ni siquiera podían asistir a las reuniones que organizábamos porque trabajaban muchísimas horas», explica. «Tenían que salir al amanecer para sobrevivir».

Los recicladores de la India recogen y clasifican la basura, separando los materiales reciclables y reutilizables antes de que los recoja el ayuntamiento. Este sistema informal contribuye significativamente a la gestión de residuos sólidos del país; por ejemplo, India recicla el 70% de todas las botellas de PET usadas, frente a solo el 31% en Estados Unidos. Los recolectores separan aproximadamente entre el 20% y el 25% de los residuos de una ciudad -lo que equivale a varios millones de toneladas de basura al año- de los vertederos, ahorrando al gobierno millones de rupias en costes de manipulación y transporte.

En la época en que Lakshmi empezó a trabajar, el horario habitual de un recolector empezaba al amanecer y terminaba tarde por la noche, sin apenas tiempo para descansos. Dado que la mayoría de las encuestas laborales y de bienestar tenían lugar durante las horas de oficina, los recolectores eran a menudo excluidos y básicamente no tenían voz en los asuntos relacionados con los derechos de los trabajadores. A esto se sumaba el hecho de que eran acosados habitualmente por hacer lo que otros consideraban un trabajo sucio e indigno, lo que los convertía en uno de los sectores más vulnerables de la comunidad.

Para entender mejor sus problemas, Lakshmi se sumergió en la comunidad de recolectoras. «Creíamos en un proceso participativo de organización de las recicladoras, en el que pudieran reunirse, articular sus problemas, analizar sus condiciones de trabajo, las principales fuentes de acoso, y debatir la mejor acción colectiva estratégica para abordarlos como la forma más sostenible de avanzar», explicó. «En el transcurso de nuestras interacciones y diálogos, debates y reuniones, e intercambio de experiencias mientras íbamos recogiendo residuos con ellas, surgieron varias ideas».

Lakshmi y su equipo vieron de primera mano el acoso al que se enfrentaban las recicladoras por parte de la policía, que las acusaba sistemáticamente de robo y abusaba de su poder de múltiples formas. Conocieron a usureros que se aprovechaban de la situación de vulnerabilidad de los recolectores. Oyeron historias de habitantes de casas que rehuían a los recicladores y les negaban agua potable en sus vasos habituales, diciendo que estaban demasiado sucios. No era raro que la gente se tapara la nariz al cruzarse con ellos en la calle, o que hiciera la vista gorda cuando se defendían de los perros callejeros en los contenedores de basura. Como la mayoría de los recolectores de Pune eran mujeres, estaban marginadas por razones de casta, clase y género.

«Nos dimos cuenta de que un sindicato de recolectores de basura permitiría establecer la contribución medioambiental, social y económica que hacen como trabajadores, y ofrecería la plataforma adecuada para plantear demandas a los gobiernos local, estatal, central e internacional», afirma Lakshmi.

En 1993, registraron Kagad Kach Patra Kashtakari Panchayat (KKPKP), un sindicato democrático de recolectores de residuos que apunta a proteger sus derechos, mejorar sus condiciones de trabajo, fomentar su dignidad dentro de la comunidad y mejorar su calidad de vida en general.

Desde entonces, el KKPKP, mediante una combinación de diálogo, protestas, investigación y compromiso sistemático, ha transformado significativamente el trabajo y la vida de sus socios recolectores de residuos. En 2006, sentó las bases de SWaCH, la primera cooperativa de recicladores autónomos de la India, que los integró directamente en el sistema de gestión de residuos sólidos de la ciudad. Esta colaboración con el gobierno local ha legitimado aún más la actividad de los recolectores a los ojos de la ciudad y de sus ciudadanos.

Hoy en día, las recicladoras de Pune tienen tarjetas de identidad que las reconocen como trabajadoras cruciales y cobran cuotas mensuales a los hogares a los que prestan servicio. Ya no tienen que rebuscar entre montones de basura al borde del camino, exponiéndose al riesgo de sufrir heridas con restos punzantes o animales salvajes; en su lugar, recogen los residuos directamente en las puertas de las casas. Cuando sufren el acoso de un policía, un funcionario o cualquier otra autoridad, cuentan con el pleno apoyo de cientos de sus compañeros y compañeras para exigir -y obtener- justicia. Cuentan con seguro médico, ayudas para la educación de sus hijos y apoyo financiero de sus propias sociedades de crédito.

Las recolectoras de residuos también son reconocidas ahora como unas de las ambientalistas de primera línea de la ciudad. Además de apartar los residuos de vertederos e incineradoras, su modelo de recogida se basa en gran medida en carretas de transporte manual, con una huella de carbono extremadamente baja. Dado que su trabajo promueve la separación en origen, tanto los grupos ecologistas como los ciudadanos de a pie las reconocen como parte integrante de los esfuerzos de sostenibilidad de la ciudad.

Y lo que es más importante, la KKPKP y la SWaCH han ayudado a los recolectores de Pune a sentirse orgullosos de su trabajo y de su lugar en la comunidad. «Hay un cambio en la forma en que las recolectoras se ven a sí mismas, en la forma en que la sociedad las ve a ellas, en la forma en que ellas ven a la sociedad y a sí mismas en ella», continúa Lakshmi.

«El empoderamiento va más allá de su trabajo y se traduce en un desafío al statu quo en sus comunidades y familias, en la forma de criar y educar a sus hijas, de denunciar a los maridos maltratadores y de mostrar poca tolerancia con los matones de la comunidad. Pero nos queda un largo camino por recorrer: será necesario un cambio radical en el contexto socioeconómico y político antes de que sean completamente aceptadas por todos en el tejido de la ciudad», añadió.

Lakshmi y otros como ella ven la necesidad de continuar este trabajo mucho más tiempo. Aunque ha habido muchas mejoras desde los años 90, aún queda mucho por hacer para mejorar la vida de las recolectoras de Pune. Hoy en día, la ciudad cuenta con varios activistas que trabajan en estrecha colaboración con las organizaciones de recolectores y les ofrecen apoyo para salir de la impotencia en la que se encontraban en el pasado.

Y, como diría Freire, su debilidad seguirá transformándose en una fuerza de promoción de la justicia social.

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El programa VISION & GRIT (VISIÓN Y DETERMINACIÓN) es una iniciativa de la organización GAIA para reconocer el activismo de mujeres por el medio ambiente en los distintos países de la región del Asia-Pacífico.

Traducido del inglés por David Meléndez Tormen