Este año hay que hablar del golpe cívico militar chileno, pero también hay que hablar del gobierno de Salvador Allende, del gobierno de la Unidad Popular, mucho más importante que la infame dictadura que asoló a Chile, apoyada por los norteamericanos, por la derecha, por El Mercurio y ese tipo de gentuza.
Ahora mucha gente critica al gobierno de Allende. La Unidad Popular se cayó debido a sus errores tales y cuales, dicen. Pero yo contesto que la Unidad Popular cometió errores como cualquier gobierno, pero no “se cayó” por eso. El pueblo la apoyaba con devoción, basta ver cualquier noticiero o película de la época. La Unidad Popular no se cayó, la derribaron, la bombardearon con aviones de guerra, la ahogaron en sangre, quemaron los libros y la cultura.
El golpe fue financiado por Estados Unidos. Cinco dólares diarios le pagaban a un camionero para que parara su vehículo en medio de la carretera y no trasportara ni dejara trasportar los artículos indispensables para la vida en las ciudades.
El pueblo estaba politizado, organizado, era consciente de sus derechos y siempre apoyó al gobierno. Incluso era capaz de criticarlo, pero sabía que era su gobierno.
Y claro, es muy fácil hablar a posteriori, nada menos que después de 50 años.
¿Debíamos haber pensado en 1970, que el verdadero poder no estaba en La Moneda ni en ninguno de los llamados “poderes” del Estado, sino en la fuerza organizada y capacitada del pueblo por lo menos para defenderse contra cualquier abuso, viniera de donde viniera?
No, porque los únicos organizados, jerarquizados y armados hasta los dientes eran los militares, que estaban contra el gobierno, como se comprobó con el golpe y la dictadura traidora que duró 17 años.
¿Teníamos que haber formado un ejército popular paralelo? Eso era imposible, inimaginable, totalmente ajeno al proceso democrático de la Unidad Popular. Y habría sido una provocación contra las FF.AA. tan “legalistas” que teníamos.
En esta concepción errónea sobre las FF.AA. fue donde falló Allende y fallamos todos o casi todos.
Porque muchos creímos, comenzando por el compañero Presidente, que las FF.AA. eran esencialmente legalistas, constitucionalistas y siempre serían fieles al gobierno elegido democráticamente.
¿Y por qué Salvador Allende creía eso y por qué todos lo seguimos? Porque era lo que siempre se había enseñado en Chile en todos los colegios, en todos los libros y en todas las familias. Algunas excepciones hubo, pero mínimas, como quien dice, excepciones que confirman la regla. En todo caso, a nadie o a casi nadie se le ocurrió que los milicos eran las bestias que fueron en dictadura.
Todos pensábamos que podía haber un golpe militar, pero ni sospechábamos los crímenes, los horrores que los milicos podían cometer. Como ejemplo les puedo afirmar que un alto dirigente político y de gobierno me dijo: “Si hay golpe yo me regreso a mi despacho de abogado, ahí voy a estar mucho más tranquilo”. Y otro compañero, también de alto nivel, sostuvo que “Si hay golpe, va a salir Sergio Onofre Jarpa a los balcones de La Moneda y va a decir no hay vencedores ni vencidos”.
Y don Luis Corvalán, Secretario General del Partido Comunista, se refugió en la casa de la compañera Elizabeth Saintard, conocida militante comunista y jefa de las visitadoras sociales del Hospital El Salvador. Por supuesto que don Lucho y Elizabeth cayeron presos al poco tiempo. Esto lo dice el mismo compañero Corvalán en su autobiografía “Lo vivido y lo peleado”.
Y muchos compañeros fueron a entregar sus oficinas y sus autos, como si se tratara de un cambio de gobierno común y corriente. Por eso cayeron muchos más que los que se hubiera debido, y allí perdieron la vida.
“Pero qué imbéciles fueron y son ustedes, porque muchos viejos podrían cantar Nosotros los de Entonces, Siempre Somos los Mismos dirán algunos lectores.
¿Ah sí? ¿Y después de esa experiencia tan conocida, qué están haciendo ustedes ahora? Pues nada de nada. Deberían haber aprendido la lección. Las guerrillas triunfaron en países como Vietnam, Cuba y otros. Pero eso no procedía en Chile.
El compañero presidente, Salvador Allende, repetía una y otra vez: “Nosotros transformaremos este país en pluralismo, democracia y libertad”.
La lucha armada no se improvisa, se prepara durante años, eso hicieron los revolucionarios cubanos como todo el mundo sabe.
En Chile no se trataba ni se trata de guerrillas ni de enfrentarse a los milicos con piedras o con una pistolita contra un avión o un tanque. Porque no fueron tanques rusos los que rodearon La Moneda, como vaticinó El Mercurio si triunfaba la Unidad Popular. Fueron tanques chilenos fabricados en Estados Unidos.
Nadie tenía arsenales, quienes creen eso se equivocan. Algunas armas cortas y unas cuantas escopetas y menos gente que las supiera manejar. Hasta el MIR, que hablaba tanto de la lucha armada, no tenía nada que de verdad sirviera contra el golpe militar.
El problema ahora es que si se logra movilizar al pueblo para imponer cambios de importancia, para terminar con este modelo económico depredador, ¿cómo lo vamos a hacer, cómo vamos a garantizar que no vuelva a pasar lo mismo que en 1973?
En primer lugar, creo que hay que ver que en materia internacional las cosas ya no son las mismas. En el 73 los yanquis estaban detrás del golpe, de otro modo los milicos no se habrían atrevido, y menos Pinochet que era un cobarde absoluto. Ahora los yanquis se preocupan más de Asia, de Europa, de Ucrania, de sus problemas internos y menos de América Latina.
No se trata de medirse con los militares, que son los mejor armados de Latinoamérica. Y están dominados por oficiales fascistas, tanto durante el gobierno de la Unidad Popular como durante la dictadura y ahora. No son los mismos, por supuesto, pero son sus nietos o sus émulos.
Algunos compañeros intentaron dar una lucha armada, como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Y hubo muchos otros compañeros valientes, patriotas, heroicos que fueron asesinados. A todos ellos les rendimos honor y gloria eterna.
Hay que entender que un gobierno del cambio, un gobierno revolucionario que simplemente pretenda crear un mundo mejor, no puede estar indefenso, entregado a lo que decidan las FF.AA. fascistas manejadas desde el exterior.
Pero la realidad que debemos tener presente, es que una revolución democrática no es posible sin las fuerzas armadas.
Entonces ¿qué hacer? Esta pregunta se repite a cada momento, pero hay que intentar darle alguna respuesta.
Y la respuesta es esta: hay que ganarse a las fuerzas armadas. El problema es cómo hacerlo.
Yo creo que hay muchas cosas que se pueden hacer, no será fácil pero tampoco imposible. Desde luego, los fascistas y pinochetistas no son los soldados rasos. ¿Por qué lo iban a ser, si ellos provienen del pueblo? Es que basta que los fachos sean los oficiales y como se trata de una institución absolutamente jerarquizada, los superiores imponen su mentalidad fascistoide.
Pero los gobiernos post dictadura nunca han hecho nada y el actual tampoco lo hace. Que yo sepa, la Ministra de Defensa no ha hecho nada importante para que las FF. AA apoyen al gobierno de Boric. ¿ O lo habrá hecho en secreto? Ojalá.
¿Hacer qué? dirán ustedes.
Yo no soy especialista, pero lo que digo se le puede ocurrir a cualquiera. Y claro que se les ocurre, pero ¿por qué no lo hacen? Ahí les dejo que busquen la respuesta.
Se pueden hacer unas cuantas cosas que no son tan difíciles y pueden dar buenos resultados, vamos viendo:
1. Para los efectos de democratizarlas, las Fuerzas Armadas deberían estar mucho más integradas e inmersas en las actividades propias de la sociedad civil y en especial de la juventud. Deberían asistir a las mismas universidades, las principales del país, saber del cobre y su importancia para Chile, del litio, de la pesca, del agua, etc. Es decir, no recibir sólo enseñanza de tipo técnico-profesional, sino también la que reciben los demás estudiantes y conocer bien los problemas de su país y sus posibles soluciones.
2. Hay que revisar qué les enseñan a los soldados. Posiblemente algo de esto se haya hecho, pero no lo suficiente.Ver si tienen todavía los manuales de tortura que les mandaron los yanquis. Y poner el acento en el estudio de los Derechos Humanos reconocidos por toda la sociedad civilizada. Porque los militares que detentan la fuerza en la sociedad chilena, deben saber que ellos son los más obligados a aplicar los Derechos Humanos en toda circunstancia. Hay muchísimas normas y textos pedagógicos chilenos y universales sobre la materia.
3. Establecer un solo escalafón en lugar de los que hay ahora, un escalafón para los oficiales que estudian en la Escuela Militar, y otro de suboficial para abajo, para quienes estudian en la escuela de suboficiales. Dentro de éstos hay escalafones y rangos diferenciados, pero eso ya es secundario. De lo que se trata es que las personas más humildes puedan acceder a los más altos grados militares. Lo que hay ahora es una división clasista inaceptable. Por ejemplo, la ley Orgánica de las FF.AA. dispone en uno de los párrafos de su artículo 5, que “El cambio de escalafón sólo procederá en casos debidamente calificados por la respectiva autoridad institucional.”
4. No permitir que soldados chilenos vayan a escuelas militares de Estados Unidos.
5. Dar de baja a todos los oficiales que han cometido robos, estafas y aplicarles sanciones económicas. ¿Se los ha sancionado a todos? No lo sé, pero no lo creo. Además, explicarles a los soldados de abajo, lo grave de esta situación, porque de las violaciones que se cometieron en dictadura, la mayoría de los que está pagando el pato son los inferiores. Pues todos los prohombres de la Junta Militar y de la dictadura murieron tranquilamente en sus camas. Cuarenta o cincuenta años después, a veces se ha condenado a un asesino o torturador de segundo orden, un esbirro cualquiera.
6. Muchas otras cosas que se les ocurrirán a los especialistas. Yo sólo planteo lo más obvio.
¿Sería muy difícil hacer algo de esto? ¿Alguien se va a oponer a que se haga un solo escalafón, a que se les enseñen Derechos Humanos a los milicos? No lo creo. Y si se oponen, habrá una presión enorme para que lo aprueben, porque la política se tiene que decidir en la calle y no sólo en el Congreso como parece creer nuestro Presidente. No digo nuestro joven Presidente porque a los 37 años ya no se es tan jovencito ¿no?