Con Gerardo Femina hablamos de la campaña de Europa por la Paz y del día europeo contra la guerra, a favor del diálogo y la no violencia que se celebrará el 2 de abril. No sólo será un acto de sensibilización sobre lo que está ocurriendo en Ucrania -y en otros lugares-, sino también un momento fundamental de convergencia y unión de las miles de almas que componen el movimiento pacifista europeo.
En 2010 se logró una victoria popular contra la imposición del escudo antimisiles estadounidense en la República Checa, hoy se toma una clara oposición a la guerra en Ucrania para detener la escalada militar y otras cuestiones. Detrás de estos y otros hitos en el camino hacia la paz y la no violencia hay, entre otros, un nombre. Es el de Gerardo Femina, estudioso de la no violencia activa, activista y promotor de la campaña de Europa por la Paz.
En Europa, en Ucrania, en Rusia, los gobiernos invierten cada vez más en armamento. «La única posibilidad de evitar la escalada hacia el precipicio de la conflagración nuclear reside en el despertar del ser humano y en la capacidad de los pueblos para organizarse mediante formas de creatividad y no violencia», reza el llamamiento de Europa por la Paz. La invitación es a tomar el futuro en nuestras manos y converger con las energías más vitales de la creatividad en Europa y en todo el mundo, en una jornada dedicada a la paz y a la no violencia activa. Hablamos de ello con Gerardo Femina, y del tema del Día por la Paz y la No Violencia Activa que se celebrará el 2 de abril de 2023 en todo el mundo.
¿Cómo ve la situación actual del conflicto y cuáles son las perspectivas futuras?
La situación no parece resolverse por sí sola. Hay una clara falta de voluntad para poner fin a esta guerra. Por desgracia, la posibilidad de que el conflicto se recrudezca es cada vez mayor y, en ocasiones, parece existir una voluntad definitiva de aumentar esta confrontación militar. En los últimos años se ha producido una fuerte militarización de los países de Europa del Este, donde ya se habla de la guerra como una posibilidad real, y en otros países europeos se está presionando para volver al servicio militar obligatorio.
¿Qué se quiere conseguir con la red Europa por la Paz gracias a esta importante iniciativa del 2 de abril y a quién va dirigida?
La iniciativa surge de la gran necesidad de paz y de evitar un conflicto mundial. Es muy necesario que el mundo pacifista y toda la sociedad civil den una señal potente y clara, y también es necesario que cada uno lo haga con su propio estilo y creatividad, sin tener que aceptar códigos ajenos ni renunciar a sus propias características.
Ser capaces de converger, más allá de los personalismos, para frenar esta locura se ha convertido en una necesidad vital, una verdadera cuestión de supervivencia para los pueblos. Es un intento de sincronizarnos y aprender juntos a actuar de forma diferente, más fluida y en función de lo que nos hace converger. Esta sería una señal de fuerza extraordinaria.
En la declaración de la iniciativa usted se refiere a los pacifistas como «los invisibles». ¿Podría aclarar esta idea?
Cuando en 2007 empezamos a luchar contra el proyecto de construcción de un escudo espacial estadounidense en la República Checa, ocurrió algo que nos abrió los ojos: nos dimos cuenta de que la inmensa mayoría de los ciudadanos estaba en contra de ese proyecto, a pesar de la insistente propaganda de los medios de comunicación y los políticos: más del 70% de la población checa estaba en contra. Sin embargo, todas estas personas no existían para la opinión pública. Los que se oponían al proyecto simplemente eran invisibilizados, se habían esfumado en un agujero negro de información, olvidados.
El problema entonces no era convencer a la gente de que el proyecto era una ruina, sino sacarlos de esa especie de limbo artificial, hacerlos visibles, darles espacio. A partir de ese momento comenzó una creatividad extraordinaria. Hubo huelgas de hambre, muchas personalidades públicas dieron su apoyo, la gente se movilizó. Y el escudo espacial estadounidense no se instaló. Un logro histórico. Hoy ocurre lo mismo en todo el mundo. Y la gente tiene que manifestarse.
Cuando Estados Unidos amenazó con invadir Irak, decenas de millones de personas se manifestaron en las calles de todo el mundo contra la guerra. Hoy parece que la situación es muy diferente y hay más dificultades para organizarse. ¿Por qué, en su opinión, ha cambiado tanto la situación del pacifismo internacional?
Porque estamos en una sociedad en plena crisis y decadencia en la que es difícil imaginar que realmente podamos cambiar las cosas, mientras que los gobiernos son cada día más obtusos y violentos. Su táctica es crear división y polarización. Debemos hacer el esfuerzo de converger, definiendo cuáles son las prioridades. También hay que tener en cuenta que las nuevas generaciones son menos ideológicas y más prácticas, y la protesta también debe encontrar nuevas formas de expresarse. La iniciativa surge de la fuerte necesidad de paz y de evitar un conflicto global. Es muy necesario que el mundo pacifista y toda la sociedad civil den una señal potente y clara.
Existe la sensación de que las protestas no suelen ser muy eficaces y de que los gobiernos tienden a ignorar en bloque la opinión de la gente en favor de posiciones ya adoptadas. En su declaración habla de la necesidad de acciones no violentas, ¿a qué se refiere?
Este es uno de los mayores problemas. La desconexión entre la gente y las instituciones es ahora abismal. La clase política ya no parece responder a la gente, sino a otros actores, olvidando que es la gente la que lleva adelante la sociedad. Y si se organiza, tiene un poder inmenso. En tiempos de Gandhi, los indios desarmados derrotaron al mayor ejército del mundo. Las personas pueden prescindir de las instituciones, pero las instituciones no pueden prescindir de las personas. Este es el poder de la no violencia. Pero es necesario sincronizarse. Y eso es lo que intentamos experimentar con esta iniciativa. Apagar la televisión y las redes sociales durante un día es sólo un primer experimento.
La sociedad civil parece estar muy dividida sobre la guerra en Ucrania: algunos dicen que enviar armas es lo correcto, porque da a Ucrania laposibilidad de defenderse; otros dicen que debería suspenderse inmediatamente y pasar a una fase de negociaciones. ¿Cree posible un diálogo entre posiciones tan diferentes o incluso una acción conjunta?
Por irreconciliables que parezcan estas posiciones, creo que acabaremos entendiéndonos, porque si nos vemos arrastrados al abismo de la guerra, ¿qué importa quién tenía razón? Debemos preguntarnos profundamente qué es más importante para nosotros: ¿tener razón o evitar el horror, resolviendo las guerras mediante el diálogo?