La especialista en violaciones de derechos humanos y medioambientales del Observatorio de Multinacionales participa hoy en las jornadas Democracia secuestrada, en Vigo
Por Javier H. Rodríguez/ El Salto diario
Estudiar, investigar y realizar divulgación sobre las violaciones de derechos humanos y medioambientales perpetrados por las grandes empresas trasnacionales en todo el mundo resulta fundamental para entender sus efectos sobre la vida de las personas. A eso dedica su trabajo Erika González (Madrid, 1977), investigadora del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL), desde donde hincapié en las empresas del IBEX-35 y las estrategias que emplean para seguir creciendo. También en las relaciones coloniales norte-sur que perpetúan.
Esta semana, González aterriza en Vigo a propósito de las jornadas Democracia secuestrada: ameazas globais e autodefensas, que organiza ECOAR))), un colectivo independiente que se apoya en la acción directa, la presión pública, la sensibilización y la solidaridad, para construir un sistema global basado en la justicia, la ética y la dignidad.
Erika, tú formas parte del núcleo del Observatorio de Multinacionales en América Latina. Investigáis impactos y construís alternativas a las empresas trasnacionales. Muchas de ellas con raíces en el Estado español. ¿Qué crees que harían estas corporaciones si nadie las viese?
Harían exactamente lo mismo, pero sin construir todo este aparataje mediático de legitimación social. El núcleo duro del negocio de las grandes empresas transnacionales (estamos hablando de las compañías del IBEX35 y otras grandes empresas como Mercadona o El Corte Inglés) está guiado por el máximo beneficio para los propietarios o para los principales accionistas. Para ello, disponen de una serie de mecanismos que les ha dado este modelo socioeconómico y las políticas estatales neoliberales. Les permiten realizar sus negocios basándose en la devaluación salarial; la precarización laboral; y la explotación y mercantilización de los territorios para extraer los materiales y la energía que utilizan en el sistema de producción y consumo. Necesitan también incrementar la financiarización. Dado que estamos en una crisis estructural del capitalismo, que la economía productiva no les da suficientes beneficios, necesitan exprimir todo lo que puede comprarse y venderse.
¿Hasta dónde llega ese poder corporativo?
Pues uno de los últimos bienes que ha sido incorporado a este listado ha sido el agua, para introducirla dentro de las lógicas de especulación financiera y conseguir mercantilizar todo lo que todavía no está bajo la lógica de ese mercado capitalista. Pueden ser bienes, servicios, territorios… Esferas de nuestra propia vida. Ese es el núcleo duro del negocio de las empresas transnacionales. En la raíz de todos estos beneficios que se obtienen a través de estos instrumentos se sitúan los conflictos socioambientales y la violación de derechos humanos. Solo con conflictos socioambientales y violación de derechos humanos se pueden obtener los beneficios que se están obteniendo en el sistema capitalista. Y esto no cambia. Esto se producía hace 100 años y se sigue produciendo actualmente, aunque se vea o no. Ahora, tienen que construir evidentemente todo un aparato para poder legitimarse socialmente, para que no sean cuestionadas y para situarse como agentes imprescindibles en el progreso.
Las políticas neoliberales permiten que las empresas basen sus negocios en la devaluación salarial y en la mercantilización de los territorios.
Elaborar una reputación afable, entiendo.
Claro. Lo que te dicen es que sin estas compañías no habría empleo, no habría riqueza, no habría el mínimo reparto de los beneficios. Todo esto necesita ser construido por las empresas transnacionales. Y lo hacen a través del poder cultural que tienen. Ya sea financiando o estando dentro del propio accionariado de medios de comunicación, en think tanks, lobbies… Hablo de la generación de toda esa clase político-empresarial que les legitima y también sus continuos procesos de penetración en la educación formal universitaria y secundaria. Vamos viendo cómo en la construcción de esos imaginarios, de esa legitimación social, aparecen los procesos de responsabilidad social corporativa.
¿Es el compromiso social o es la búsqueda de beneficios el motor de todo esto?
Las empresas transnacionales evidentemente han ido evolucionando con el sistema capitalista para mejorar todo aquello que le repercuta en mayores beneficios. El resultado ha sido una muy compleja estructura de las corporaciones. No se sabe muy bien cuáles son los límites de una empresa transnacional. Las corporaciones tienen hacia abajo no sólo a las filiales, también tienen contratas, tienen proveedores y licenciatarios… De manera que, ahí, es muy difícil saber dónde termina la empresa. A partir de mediados del siglo XX la estructura hacia arriba también cambió. Ya no son personas las propietarias. Antes, el capitalismo familiar español era una oligarquía que tenías bien identificada. Ahora, son una parte cada vez menor. Los propietarios de las empresas pasan a ser fondos de inversión, fondos de pensiones, otras corporaciones que tienen capitales de otras empresas o de otros sistemas de pensiones. Esta complejidad les permite incrementar los beneficios y desdibujar mucho sus responsabilidades.
Centrémonos en la crisis energética y busquemos analogías en territorios que conoces muy bien. ¿Qué papel jugaron las multinacionales de la energía del Estado español en el proceso de privatización energética en América Latina?
Jugaron un papel clave en el proceso de privatización de las grandes energéticas en América Latina. De hecho, aquellas compras de las grandes energéticas de empresas que se estaban vendiendo, hicieron que España pasara de ser un receptor de capitales a llegarse a convertir, en 1999, en el sexto mayor inversor en América Latina del mundo. Refleja muy bien cómo de acelerado fue ese proceso. Ahí fueron claves varias compras. Endesa estaba a punto de terminar de ser privatizada y compró EnerSys, una gran compañía chilena que ya era transnacional en América Latina. En ese caso, saltó un caso de corrupción, en el cual se denunció por parte de determinadas organizaciones y políticos chilenos que hubo un trato preferente a Endesa.
Algo parecido ocurrió con Repsol en 1999. Compró una empresa argentina, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, muchísimo mayor que la propia Repsol, que ya era una empresa transnacional. Y, dando contexto, pudo endeudarse por todo el proceso de incorporación a la Unión Europea y las políticas de liberalización de la economía y privatización, no tanto de economía productiva como de economía financiera. Esto permitió que hubiera mucho músculo financiero. Que hubiera una gran capacidad de obtener créditos muy altos a intereses muy bajos. Y lo mismo podemos hablar también en el caso de Endesa comprando una empresa eléctrica pública en Perú, que tiene unos procedimientos muy parecidos. Es decir, las energéticas han sido las grandes protagonistas en las privatizaciones.
¿Y qué pasó en aquellos países? ¿Se creó riqueza?
Lejos de la promesa capitalista de creación de estructuras y tejido económico y creación de empleo, lo que ocurrió en la internacionalización de las empresas transnacionales españolas es que no hubo creación de tejido económico. Lo que existió fue compra. Las empresas españolas compraron una empresa ya creada en América Latina y lo primero que hacieron para rentabilizar lo antes posible su inversión fue poner en marcha una serie de procesos de recortes. Fuertes reducciones de personal y aumentos de subcontratación para devaluar más el salario y, por otro lado, recortar en el mantenimiento y ampliación del servicio, especialmente en aquellas zonas o rurales o periféricas que no son tan rentables.
Ha habido violencia estructural, desplazamiento de poblaciones locales, perpetuación de la pobreza, expolio de recursos… ¿Es correcto que hablemos de un proceso de colonización?
Sí. Nosotros planteamos la llegada de las empresas transnacionales como un segundo desembarco, haciendo alusión a ese proceso de colonización. Podemos hablar de neocolonialismo. Los procesos fueron diferentes, pero tienen las mismas lógicas. Se establecen unas relaciones de asimetría política y económica que se aprovecha para establecer una serie de políticas que explotan el territorio para maximizar un beneficio que, evidentemente, no se queda en el territorio de donde es explotado, sino que revierte en la sede de Madrid y en los propietarios de la empresa que está en esa sede. Además, utilizan al Estado donde tienen esas inversiones para hacer un control no sólo del territorio, sino también para disciplinar y controlar socialmente a la población para evitar que una oposición a la privatización o la creación de megaproyectos puedan generar algún tipo de barrera o molestia para esos negocios.
Esas mismas empresas que han colonizado de nuevo Latinoamérica son abanderadas ahora de la llamada Transición Ecológica en Europa y ocupan puestos de no poco poder en los procesos de implantación de energías renovables. Especialmente, con los Fondos Next Generation de fondo. ¿Qué podemos esperar que hagan aquí y dónde debemos estar vigilantes como sociedad civil?
Debemos estar vigilantes en el desarrollo de los megaproyectos que quieren llevar a cabo. Desconfiar absolutamente de la publicidad que incorporan en los medios de comunicación. No solo desconfiar, sino también hacer contrapublicidad. Para clarificar en los canales que tenemos cuál es el objetivo real, que es el contrario de lo que plantean. Y a partir de esa desconfianza, ir siguiendo, analizando cuáles son los megaproyectos que quieren poner en marcha para frenarlos. Para ir indicando qué supone para el territorio, qué supone para la población y qué están suponiendo ese tipo de megaproyectos para las empresas transnacionales. Debemos tener en cuenta todos esos ejes de poder que tienen las empresas transnacionales para ir resistiendo y exigiendo la transformación en cada uno de ellos. Fijarnos en quién está produciendo, cómo se está produciendo, cómo se está decidiendo, quién está decidiendo acerca de eso y quién puede acceder y cómo.
La agenda mediática ahora mismo está centrada en la aprobación de los Planes de Ordenación del Espacio Marítimo y la luz verde a la implantación de macroparques eólicos en las costas, especialmente en Galicia, donde también se han sumado muchos polígonos en las montañas. ¿Crees que el rechazo social de las comunidades afectadas está justificado?
Yo creo que sí que está justificado el rechazo social por cómo se ha planteado la construcción de esos parques. Todo esto lo que hace es controlar el territorio y privatizarlo en manos de grandes empresas transnacionales. Claro que es necesario ampliar la producción de energías renovables, pero no a través de esos macroproyectos, que producen fuertes impactos y la privatización de los territorios. No es la mejor manera, sin duda. Tendría que planificarse de modo que esté en otras manos, que no esté en manos ni de Iberdrola, ni de Endesa, ni de Gamesa, ni de fondos de inversión. Entonces, bajo ese punto de vista, claro que tienen razón de ser las quejas de muchas de las comunidades que se están oponiendo a la construcción de ese tipo de mega parques eólicos.
El Banco de España acaba de publicar un informe en el que acredita que los parques eólicos no generan ni empleos ni riqueza en los lugares donde se construyen. El Secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, habla de “solidaridad” entre regiones. ¿Estamos poniendo bien el foco?
Están poniendo muy mal el foco. Creo que eso aún tensa más el conflicto entre territorios. ¿Las comunidades locales pueden vivir con esos recursos? Probablemente, no. Y además eso está eliminando la posibilidad de otros ingresos más sostenibles en el tiempo. Y si en esa circunstancia, además, lo planteas como zona de sacrificio, exacerbas un conflicto entre pueblos. ¿Por qué nos tenemos que ir? ¿Para beneficio de quién?
Por ahora, no hay ninguna fuente energética, ni siquiera en el plano teórico, que pueda sustituir al petróleo. Un argumento utilizado de forma transversal a favor de facilitarle los procesos administrativos y ambientales a estas empresas energéticas. ¿Se puede sostener el futuro sin poner sobre la mesa el decrecimiento?
No. Antes o después hay que enfrentarse con una realidad. Y es que estamos obligados a un descenso global en el acceso de materiales y energía. Sí o sí va a ocurrir. Está por ver cómo se produce ese descenso del acceso. Caminamos por vías capitalistas, es decir, la vía de la expulsión de la población. De gente que sobra a la hora de repartir unos recursos que son decrecientes, que se van reduciendo cada vez sobra más gente y cada vez tiene que ser expulsada del sistema precarizado o directamente morir. De hecho, algunos autores y autoras hablan de necropolíticas. De la política de la muerte de todas aquellas personas y comunidades que no son funcionales ni para la producción ni para el consumo. Sobran y, por tanto, se las puede dejar morir en el mar o en las fronteras. Pero podemos abordar el planteamiento de una redistribución radical de esos bienes cada vez en menor disponibilidad. Bienes materiales y energéticos que significan, pues, el decrecimiento muy fuerte de los sectores y territorios más consumistas y el crecimiento de otros sectores que están en situaciones absolutamente precarias. Es necesaria esa redistribución radical que permita afrontar la reducción global del acceso a materias y energías sin grandes sufrimientos humanos, sino manteniendo vidas dignas para las mayorías sociales.
¿Son compatibles estas macroproyecciones de energías renovables con la preservación de la diversidad biológica?
No. De hecho, tenemos una matriz energética basada en combustibles fósiles. Para solucionar lo que es más visible mediáticamente, pasamos a ese modelo basado en energías renovables, pero en un formato industrial masivo que sustituya un recurso por otro, como un cambio de surtidor. Evidentemente, son energías que requieren grandes infraestructuras y que requieren una serie de materiales que tienen que ser obtenidos por extractivismo, por el crecimiento de la minería. Y esto se ve claro en la política de la Unión Europea de asegurarse el acceso a esos minerales en países periféricos a través de los acuerdos comerciales que ya tiene firmados y de otros que quiere firmar. Por ejemplo, Mercosur. La firma de este acuerdo tiene un objetivo claro y es acceder a litio que existe entre Chile, Bolivia y Argentina. Esto significa minería y la minería significa destrucción de ecosistemas. La destrucción de ecosistemas significa pérdida de biodiversidad. Pero no solo a nivel periférico, sino también a nivel interno. Se están solicitando reactivaciones de minas en Galicia y Extremadura muy peligrosas.
En tu libro, A dónde va el capitalismo español, hablas de las energías renovables en un formato industrializado y complejo tecnológicamente. Y dices: “la desmaterialización de la economía choca con los límites biofísicos del planeta”. ¿Cómo de conectadas están la crisis ecológica y la crisis del capitalismo?
De lleno. Tenemos que tener claro que hay que confrontar con los principales vehículos de acumulación capitalista, que son las élites político-empresariales que están en la propiedad o que están en la dirección de esas grandes corporaciones. Si no, no vamos a poder recuperar espacios que están dominados por estas compañías. Es absolutamente fundamental si queremos cambiar esas lógicas e ir desplazando a estas empresas transnacionales. No se van a ir ellas, sino que hay que confrontarlas y echarlas. Tanto en las campañas políticas, en estructuras que construyamos las organizaciones sociales, como en las exigencias también a gobiernos y al Estado. Tiene que haber una clara línea de confrontación de los principales beneficiados.
Además del decrecimiento de los niveles de consumo, ¿qué otras posibilidades más sociales tenemos para abordar la transición energética sin favorecer el oligopolio de las multinacionales?
Nosotros vemos muy necesarias tres vías de acción para ir transformando ámbitos de la vida y que salgan de esa lógica. La primera es potenciar las resistencias. Levantar diques a la expansión de la mercantilización. Articularse socialmente para evitar que sigan mercantilizando territorios, privatizando bienes y servicios, que se sigan expandiendo en más esferas de nuestra vida. Por otro lado, no renunciar a las exigencias al Estado y tampoco basar absolutamente toda nuestra acción social a las exigencias en e a las instituciones públicas. Debemos partir de la premisa de que los Estados son funcionales a los intereses de las empresas transnacionales, están conformados por élites político empresariales que hacen políticas a disposición y normas a disposición de estas corporaciones. Partiendo de esta situación, debemos ver que el Estado es un terreno en disputa. Estamos en una relación de fuerzas muy en desventaja, pero es un terreno en disputa y hay que seguir disputando. Creemos que es necesario seguir exigiendo la creación de normas o la transformación de normas que cumplan con unas mínimas cuestiones de regulación, de protección de derechos humanos de todos, económicos, sociales y culturales, ambientales, colectivos, civiles y políticos, son mínimos y de mínima redistribución. Trabajos de riqueza a través de la fiscalidad, entre otras, entre otras políticas. No renunciar a ese espacio, pero tampoco basar toda la acción social y política hacia los Estados, precisamente por la necesidad de incrementar esa autoorganización que nos permita más resistencia y que también nos permita la otra vía, que es la construcción de alternativas, el dedicar tiempo y esfuerzo a la construcción de alternativas empresariales, económicas que se salgan de esa lógica.
¿Se puede o se debe construir una economía solidaria?
Se puede y se debe. Ahí tenemos las experiencias de la economía social y solidaria de las cooperativas, que tienen un funcionamiento que no se basa en la competitividad, que no se basa en la expulsión. Se basan en mecanismos más democráticos que sí que tienen dentro de su plan empresarial los límites biofísicos del planeta. Sabiendo que esas alternativas se encuentran en un marco capitalista que les genera muchísimas contradicciones y que está siendo difícil ver cómo puede haber saltos de escala de ese tipo de economías que son marginales o muy minoritarias, a cuestiones en las cuales puedan ser accesibles a las mayorías sociales que muchas veces no pueden acceder a este tipo de funcionamiento.
Sí que existen propuestas y sí que existen los espacios para poder construir esas propuestas. Lo que está claro es que, necesariamente, las propuestas de transformación y de alternativas tienen que ser colectivas. De manera colectiva podemos construir espacios emancipados porque de otra manera no es posible. Y sí, si queremos enfrentar un sistema que cada vez es más violento, que cada vez expulsa más población, que cada vez aplica con menos miramientos una necropolítica que está matando muchas personas. Entonces, si queremos transformar un sistema que nos está expulsando, que nos está agrediendo, tenemos que construir este tipo de alternativas.