Desde hace veintinueve años, un poeta tiene su cumpleaños en prisión. Ilhan Sami Çomak, encarcelado en 1994, tuvo una visita abierta con motivo de su cincuenta años. Su abogado llevó mensajes de personas de todo el mundo al poeta kurdo, que es ahora el preso político que más tiempo lleva en la cárcel en Turquía.
El 2023 ofrece nuevos horizontes al poeta, ganador del prestigioso premio de poesía Sennur Sezer. Una colección de sus poemas traducidos al inglés salió literalmente de la cárcel el 4 de marzo en Londres. El libro, titulado «Separado del Sol» y editado por Caroline Stockford, tiene una hermosa portada de Nazh Ongan. Ongan que ilustra la poesía de Ilhan con una forma de cuerpo humano que se asemeja a la postura de Ilhan, desenfadada, humilde y resistente. La forma es un recipiente para pájaros. Los pájaros son una parte importante de la poesía de Ilhan aunque él no pueda verlos, pero confía en su memoria infantil para alabarlos.
La otra buena noticia es que el tribunal aprobó la petición de Ilhan de añadir Sami a su nombre legal. Es costumbre de sus gentes añadir el nombre de un hermano o pariente cercano fallecido. Ilhan añade el nombre de su hermano: Sami. Refiriéndose a su hermano como Keke, Ilhan dice en una entrevista concedida a Pressenza: «[d]espués de perder a Keke, elegí vivir también por él. La mía es una vida de dos. Estamos mezclados, ¡yo soy Keke y él respira! Para mí, subrayo, tomar su nombre va más allá de lo simbólico, es un esfuerzo por sostenerlo con absoluto amor y devoción. ¡Estoy escuchando! Escucho y oigo a Keke y sus deseos».
Ilhan Sami Çomak siempre ha mantenido su inocencia. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó en 2007 que la confesión de Ilhan se obtuvo bajo tortura. Para leer más sobre Ilhan Sami Çomak, haz clic en #Freethepoet.
A continuación puedes leer la carta que Ilhan nos escribió a todos desde su celda en prisión.
8 de marzo de 2023
Silivri, Prisión de Alta Seguridad, Estambul
Queridos amigos,
Hoy sé con certeza que hay un cierto límite en cómo lidiamos con el dolor. Las cicatrices del dolor nunca desaparecen por completo. Por el contrario, nos reposicionamos en un lugar que nos permita vivir creando un acuerdo para conllevar las heridas infligidas a nuestra alma. Además, frente a la naturaleza ligera y volátil de la alegría, el dolor desciende sobre nosotros como una autoridad que dicta y monopoliza permanentemente nuestras vidas; y ésta es la naturaleza del dolor.
Hoy es mi cumpleaños. No soy feliz; estoy lejos de la alegría y más cerca que nunca del dolor. Es un dolor grande, insuperable, que no se puede pasar en silencio, que destroza el alma y sacude la existencia hasta sus cimientos; sin embargo, este dolor insoportable nos recuerda el honor de ser humanos solidarios.
En el terremoto que tuvo lugar en Kahramanmaraş el 6 de febrero, el cielo de mi interior se derrumbó junto con las casas y edificios allí destruidos, y por ello estoy triste.
Queridos amigos, estuvimos días enteros frente al televisor, viendo cómo aquella catástrofe se llevaba por delante a miles de personas. Si hay que aceptar las lágrimas como forma de solidaridad, yo no fallaré a los míos. Sé llorar. Lloré por los que murieron. Los gritos de los que quedaron atrás y mi desesperación por no poder hacer nada afligieron mi alma. Llorar era bueno porque nos hacía más humanos, y yo lloré.
Tuve una audiencia el 10 de febrero. La solicitud judicial que hice para añadir oficialmente el nombre ‘Sami,’ que heredé de mi hermano fallecido y que he estado utilizando en la práctica durante años, por fin se añadiría oficialmente a mi nombre ante el tribunal.
Estaba entusiasmado. Por fin tomaría legalmente el nombre de Sami y seríamos completamente uno. El juez me informó de que mi solicitud había sido aceptada. Sin embargo, en ese momento me di cuenta de que en realidad no estaba tan feliz como debería con esta orden judicial, que supuestamente iba a significar un renacimiento para mí.
Cuando terminó la audiencia vía Zoom, salí de la sala donde estaba y me acerqué al guardia que estaba sentado a la mesa esperando para llevarme de vuelta a mi celda. Le veía por primera vez. Estaba tranquilo y pensativo. Me miró y me preguntó con verdadero interés: «¿Cómo estás? Parece que estás triste. ¿Te han castigado?». Le expliqué el motivo del juicio y le dije que la razón de mi tristeza era el terremoto. En ese momento, dirigió su mirada hacia mí con más atención. Era joven, probablemente de la misma edad que mi detención.
Él hablaba, yo escuchaba. Sus palabras empezaron a ir acompañadas de sus lágrimas. Había perdido a doce de sus familiares en el terremoto, muchos de los cuales seguían bajo los escombros. Todo su dolor, el profundo dolor de todas sus pérdidas, saltó de aquel joven a mi corazón y mis ojos; lloré con él. Le abracé como abrazaría a un familiar, de una forma muy poco habitual en una prisión de alta seguridad. Nos consolamos mutuamente. Me dio un pañuelo para secarme las lágrimas. En ese momento, no existíamos como preso y guardia, sino sólo como dos personas unidas por el dolor. Fuimos despojados de todas nuestras otras identidades. Éramos humanos, sólo éramos humanos.
Teniendo en cuenta que durante la pandemia sentimos la misma triste sensación de unidad y la necesidad urgente de conectar con todas las personas, no debería ser erróneo decir que todos los grandes traumas son una oportunidad para detenernos, cuestionarnos y empezar de nuevo como humanos que somos.
El dolor debería servirnos de advertencia sobre la importancia de preservar nuestra humanidad. Lo que importa es cómo aceptamos y qué hacemos con estos desastres y tragedias que nos suceden. Sería magnífico que pudiéramos recordar la belleza perdurable del ser humano y la fuerza de la solidaridad sin pasar por pruebas tan destructivas. Sólo así venceremos al mal.
Hoy es mi cumpleaños. Nací, pero vivir es una pesada carga.
Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, la presencia de todos ustedes en mi vida es muy importante, y me alegro mucho de que nuestros caminos se hayan cruzado de algún modo. Ustedes, cada uno de ustedes, y la generosa solidaridad que me han demostrado aligeran la carga de mi vida.
Y me gustaría agradecéroslo a todos.
İlhan Sami Çomak