Yo no soy creyente, ni siquiera creo en el Gran Arquitecto del Universo, porque si ese personaje existiera, habría hecho un mundo lleno de casas para todos y que nadie tuviera que pagar nada ni se quedara a la intemperie.
En fin, lo que sí creo es que la naturaleza es muy inteligente. También comete errores, como todo el mundo. Por ejemplo, no habernos puesto alas, ya lo he dicho otras veces.
Pero hay cosas absolutamente sorprendentes en la naturaleza que dan mucho que pensar y que a veces la gente ni las sabe.
Ahí está la aplicación en la naturaleza de la secuencia de Fibonacci, un científico de los siglos XII y XIII. Y este señor, después de muchos estudios, descubrió algo que se ha llamado la Sucesión o Secuencia Fibonacci, que consiste una sucesión de números que, empezando por la unidad, cada uno de sus términos es la suma de los dos anteriores: 1,1,2,3,5,8,13… y así hasta el infinito. Y ojo, no pongan esta secuencia como su contraseña en los correos, en el Banco o en cualquier cosa, porque los hackers la conocen muy bien.
Sucesiones numéricas hay muchas, la más elemental es 1,2,3,4,5, y sigue. Pero la que está en la naturaleza, en todas partes, es la de Fibonacci. Raro, ¿verdad? Porque las hojas de la mayoría de las plantas se ubican en el tronco o en la rama exactamente a distancias que responden a la sucesión de Fibonacci . Fíjense y lo verán si tienen plantas, aunque sean de interior.
Las falanges de los dedos de la mano humana también están ubicadas según la sucesión de Fibonacci, y ¡Terminen de sorprenderse!, también lo están las galaxias del universo conocido.
¿Esto es casualidad o qué? Muchos dirán que hay una inteligencia superior que hizo todo esto, pero sería bueno que entonces nos explicaran de dónde salió esa inteligencia ¿alguien o algo la creó?
No voy a meterme en estos andurriales religiosos, filosóficos o como los quieran llamar, porque mi intención en esta oportunidad es hablar de la naturaleza. De la sabiduría de la naturaleza.
Las muestras de la inteligencia de la naturaleza son múltiples, fuera de la sucesión de Fibonacci. Desde luego, la complejidad de todos los organismos vivos, desde una hormiga o bacteria hasta el ser humano. Por ejemplo, todos los reflejos que tenemos, cosas que hacemos sin que nadie nos las enseñe. ¿Alguien nos enseñó a respirar, alguien nos enseñó a parpadear? Bueno, todos estamos de acuerdo en estas cosas.
Pero hay otras más complejas, por ejemplo los lingüístas y concretamente Noam Chomsky ha demostrado que los niños traen integrado una especie de chip que les hace comprender las bases profundas de la gramática, que son universales, por muy diferentes que sean los lenguajes humanos. Eso les permite entender y hablar fácilmente cualquier idioma.
Una amiga educadora me dice que “Ahora los niños vienen con el chip informático integrado, no cabe duda, lo he comprobado varias veces, aunque no sepan nada sobre el problema, en un ratito encuentran la solución. De verdad esto es asombroso”.
Porque además, aunque usted no lo crea, todos los idiomas obedecen a las mismas profundas pautas gramaticales, sea el chino, el zulú o el castellano. Esto lo saben muy bien
los especialistas.
Por lo mismo pienso que debe ser cierto que también nacen los bebés con todo el sistema tecnológico y cibernético integrado a sus cabecitas.
Y ya poniéndonos a reflexionar, podríamos pensar que los seres vivos tienen chips momentáneamente desactivados, que se activan según las circunstancias. Así con ese chip
informático que antes no se necesitaba ni se usaba.
Pero que los seres vivos tienen chips o genes recesivos, está probado. Lo demostró ya Bjorn Zamjanovic en su conocida obra ”Intelligent nature”, Lubliana, 1964. Por ejemplo, usted se parecía de joven a su papá, pero con el tiempo se ha ido pareciendo cada vez más a su mamá. A mí me ha pasado eso. Los genes están ahí, pero se van activando con el tiempo o cuando se necesita.
Quizás la naturaleza, que es tan sabia, de repente va a decir que ya basta de destrucción porque el planeta está muy mal. ¿Cómo se atreven?, pensará para sus adentros y entonces decidirá acabar con los que lo están destruyendo.
Pues si no somos capaces de parar esto, los animales y las plantas nos van a castigar. ¿No han visto ustedes una mirada un poco rara en su perrito querido? ¿No han visto que las plantas están creciendo más rápido y echando unos brotes desconocidos? Por lo menos en el hemisferio norte ya se nota algo raro. Hasta los árboles de la calle se ven un poco distintos, no sé en qué, pero hay una diferencia difícil de explicar.
¿Se estarán poniendo en contacto entre ellos, se estarán comunicando? Desde luego, los árboles se comunican por las raíces, eso ya está probado. Los animales y las plantas tienen también un chip recesivo para evitar la extinción de la especie.
¿Y los seres humanos no lo tenemos? No lo sé, al menos los científicos todavía no lo han descubierto. Y es muy posible que ese chip se active y de pronto todo el mundo se ponga a usar la misma ropa todos los años, no cambiarán de auto ni de computadora. Y los fabricantes se tendrán que resignar.
Pero mientras tanto compañeros, creo que más nos vale ponernos a cuidar la naturaleza, porque de otro modo los seres humanos nos vamos a acabar, sea que ya no exista suficiente oxígeno, sea que los animales y sobre todo los árboles y plantas, decidan defenderse del quienes los está destruyendo y no van a esperar a ver si se nos activa un chip recesivo. ¿Cómo se van a defender? No lo sé, pero me lo puedo imaginar.
Existen plantas carnívoras ¿Saben ustedes? Comen moscas y ese tipo de insectos. Pero en caso de necesidad, de vida o muerte, quizás pcdrían comer cosas más grandes…
Esta es una planta carnívora. No sé el nombre, pero es una foto.