En 2007, le pedimos a Chomsky que firmara la declaración de Europa por la Paz y que apoyara la campaña para impedir la construcción del Escudo Espacial estadounidense en la República Checa, un proyecto al que se oponía firmemente la gran mayoría de la población checa. Chomsky se sumó inmediatamente, citando en su mensaje el llamamiento que Russell y Einstein habían escrito a todos los pueblos del mundo «para que afrontemos el hecho de que nos encontramos ante una elección cruda, aterradora e inevitable: “¿pondremos fin a la raza humana o renunciará la humanidad a la guerra?».
Ese llamamiento es el documento de denuncia más importante jamás escrito sobre la amenaza que representan las armas nucleares para la humanidad y nos recuerda que «cualquier acuerdo que se haya alcanzado en tiempo de paz para no utilizar bombas H dejará de considerarse vinculante en tiempo de guerra».
«Las amenazas», escribió entonces Chomsky, «son cada vez más graves y Europa está bien situada para emprender la misión histórica de salvar a la raza humana de la autodestrucción”.
Pero ahora que Europa se encuentra experimentando una guerra devastadora en su propio suelo, ¿seguiría Noam apoyando esa afirmación? Por eso le escribimos para preguntarle si es posible que Europa cambie de rumbo o si Europa está ahora tan supeditada a los Estados Unidos que ha perdido definitivamente su oportunidad de salvar a la raza humana de la autodestrucción, por citar sus propias palabras.
«Como dije hace poco», responde Chomsky, «Putin ha hecho a Washington el mayor regalo que Estados Unidos podía imaginar. Europa está ahora en manos de Washington y, en algunos aspectos, está aún más loca que EEUU. ¿Se ha perdido ya la oportunidad de una «Casa Común Europea» independiente? Por el momento me temo que sí, pero los beneficios para Europa son tan enormes que la casa común quizá pueda volver a levantarse, con otra victoria como la que consiguió con la base estadounidense».
Su afirmación de que una casa común europea podría resurgir arroja una nueva luz sobre la situación. A continuación le preguntamos si cree que el cambio puede venir de arriba o si sólo puede producirse a través de la protesta masiva de la gente común y corriente. ¿Qué pasos hay que dar para poner fin a una confrontación militar cuyo resultado será inevitablemente desastroso para todas las partes? ¿Sigue siendo posible convertir el rechazo a la guerra en un movimiento de masas, aunque las viejas formas hayan fracasado y la desintegración del tejido social parezca impedir cualquier acción en común?
«Estoy de acuerdo en que el cambio sólo puede producirse a través de la protesta masiva de la gente común y corriente. Pequeños grupos de activistas comprometidos pueden trabajar para aumentar la comprensión e inspirar el activismo», nos dice Chomsky, «pero son los movimientos de masas los que cuentan». Es difícil pensar en una excepción. ¿Podría ocurrir? Nunca lo sabremos. Sólo podemos intentarlo».
Sí, vale la pena intentarlo, porque aún estamos a tiempo de producir un giro radical.
Así, el 2 de abril, en toda Europa y en el mundo, apaguemos los televisores y las redes sociales, desconectemos la propaganda de guerra y la información manipulada. Dejemos a un lado nuestras diferencias y converjamos en un sinfín de actividades diferentes pero con un mismo objetivo: la paz y con una metodología clara: la no violencia activa, porque la guerra no se detiene con las armas sino con la paz.
«Me alegra mucho saber lo que están haciendo. Es muy importante», responde Chomsky cuando le informamos de esta iniciativa, porque «si hay voluntad, es posible evitar la catástrofe y avanzar hacia un mundo mucho mejor».