Increíble y desgraciadamente el Presidente Boric ha dicho respecto de Chile que “ya no estamos en pandemia” (El Mercurio; 25-3-2023). Por cierto que dicho aserto ha suscitado juicios críticos de numerosos especialistas como el de la infectóloga del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, Jeannette Dabanch; del ex subsecretario de Salud Pública y académico de la Universidad Diego Portales, Jaime Burrows; y de la infectóloga pediátrica y jefa del vacunatorio de la Clínica de la Universidad de Los Andes, María Luz Endeiza (ver ibid.). Esto porque es un hecho evidente que aquella no ha terminado.
Si bien es cierto que a nivel mundial y chileno afortunadamente la pandemia ha perdido sus características más letales, los hechos nos revelan que sigue siendo una enfermedad muy mortífera. Particularmente en nuestro país en que de acuerdo al Ministerio de Salud en este año ha causado la muerte de 1.350 personas.
Es decir, ¡de 15 personas diarias! Más aún, en términos comparativos internacionales, con el actual gobierno la situación de nuestro país se ha deteriorado. En efecto, -de acuerdo a Worldometers- a fines del gobierno de Piñera en marzo del año pasado, Chile se ubicaba tristemente en el 19° lugar mundial de los países con más fallecidos en relación a su población (dentro de los 194 países con más de cien mil habitantes) con sus 2.885 personas por millón (55.965). Ahora, en cambio, se ubica en el 17° lugar, con sus 3.350 personas fallecidas por millón (64.497).
Menos se dice que aquellos datos nos ubican hoy ¡en el primer lugar mundial del fatídico ranking!, si consideramos los países de Europa occidental, Asia, Africa y Oceanía; ya que sólo nos “superan” 14 países de Europa oriental, y Perú y Estados Unidos en América.
Desgraciadamente, los canales de televisión y ambos gobiernos han virtualmente ocultado estas informaciones, dándole a la población una sensación de mucho mayor seguridad que la debida. Otra información que también se ha virtualmente ocultado es que en los últimos meses se ha registrado un aumento paulatino de la tasa de letalidad, es decir, de la proporción de fallecidos respecto de los casos positivos conocidos, llegándose a los “niveles más altos registrados desde mayo de 2022” (El Mercurio; 18-3-2023).
Aunque también es cierto que todo indicaría que estos cuocientes están sobreestimando la realidad, porque –de acuerdo al ex ministro de Salud Jaime Mañalich- “en los datos globales, se produce ahora una importante distorsión, porque este cuociente se hace sobre los casos que se saben positivos, y mucha gente no se está haciendo exámenes
porque tienen un costo y/o pocos síntomas” (Ibid.).
De todas formas, los expertos indican que este aumento de la tasa de letalidad es preocupante. Así, de acuerdo a Jeannette Dabanch, aquel “es un llamado de alerta para ejemplificar que cuando pedimos mayor comunicación de riesgo es justamente para esto, es decir, reducir el riesgo de morir. Porque estamos con una letalidad que sigue afectando a la población, siendo que ya estamos pasados el tercer año de pandemia, con vacunas y con medidas que se pueden implementar fácilmente, que no provocan un trastorno en la vida diaria, como usar mascarillas” (Ibid.).
Pero lo que más llama la atención es que el gobierno actual continúe con la desinformación del anterior gobierno respecto de no informar acerca de cuántos de los fallecidos diarios por covid no se habían vacunado.
Comunicar y resaltar la información de este tipo podría estimular fuertemente a que la mayoría se vacune con la quinta dosis, quedando su vida mucho más protegida Sobre todo, al tener en cuenta que, de acuerdo a Dabanch, ¡todavía “el 72,6% de la población objetivo de la vacunación bivalente no recibe la dosis”! (Ibid.).