Por Alberto Ñiquen
La sequía es un enemigo invisible, dice Aldo Coila Achata, joven habitante del distrito de Mañazo, en la provincia peruana de Puno, del departamento del mismo nombre. La agricultura y ganadería son las principales actividades económicas de la región, por lo que los productores requieren de servicios climáticos para el desarrollo de sus labores. Las sequías, las heladas y las granizadas son las mayores amenazas.
Puno es el noveno departamento más poblado de Perú, con alrededor de 1 172 697 habitantes. Es famoso por hospedar al lago Titicaca (el navegable más alto del mundo), pero paradójicamente no cuenta con agua suficiente y es vulnerable al cambio climático: el impacto de los días secos se evidencia entre septiembre y noviembre.
Si no hay lluvias, no hay pastos; y sin estos, los animales corren peligro de morir. Si ello ocurre, muchas de las familias del campo se quedan sin sustento económico y con menos proteínas para su alimentación.
Durante los últimos cuatro meses de 2022, la región del sur altoandino peruano sufrió una dura sequía. Noviembre fue el mes más seco de los últimos 58 años. Las lluvias demoraron mucho y las futuras cosechas están en peligro.
El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) informó que la ausencia de lluvias ha sido consecuencia del fenómeno La Niña, que enfría las aguas superficiales de las partes central y oriental del Pacífico ecuatorial, y genera cambios en la circulación atmosférica tropical, como en los vientos, la presión y las precipitaciones. Sus efectos en el tiempo y el clima son opuestos a los de El Niño.
Grinia Ávalos Roldán, subdirectora de Predicción Climática del Senamhi, recuerda que desde 1976 Perú no tenía una escasez de lluvias tan extensa como la actual, y que el 2022 es el tercer año consecutivo con La Niña. Incluso, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha señalado que este fenómeno podría durar hasta febrero de este año.
La especialista explica que este fenómeno provoca que el periodo entre septiembre y diciembre sea extremadamente seco, en especial en los Andes y en ciertas regiones de la Amazonía, así como lluvias con una intensidad que no es la habitual.
“Estas condiciones climáticas están asociadas a la entrada de masas de aire seco procedentes del Pacífico que inhiben la formación de nubes de tormenta”, añade Germán Cutipa Flores, jefe de Estadística de la Dirección Regional Agraria de Puno.
Puno es también el departamento con la más alta producción de papa, quinua y oca, entre otros cultivos. La Dirección Agraria puneña indica que el impacto climatológico se ha reflejado en la disminución del sembrío de quinua. De hecho, la producción proyectada para la campaña agrícola 2023 era de 36.303 hectáreas, pero apenas se sembraron 22.127 entre agosto y octubre de 2022, es decir, el 61% de lo proyectado.
Según Cutipa, ello no significa que la totalidad haya sido cultivada. “Debido a la falta de lluvias, lo más probable es que la semilla no germine y este porcentaje se reduzca aún más”, apunta.
Debido a que las lluvias demoraban, en noviembre las autoridades locales solicitaron al Gobierno central que declarara en emergencia al sector agropecuario, lo que finalmente ocurrió el pasado 3 de diciembre.
La medida —que tiene una vigencia inicial de 60 días en los departamentos de Puno, Arequipa y Huancavelica— permitirá “la ejecución de acciones de excepción, inmediatas y necesarias de reducción del muy alto riesgo existente, así como de respuesta y rehabilitación que correspondan”, indica el decreto supremo.
Sabiduría ancestral
El centro poblado de Mañazo está ubicado a casi 3935 metros sobre el nivel del mar, pero sus tierras llegan hasta 5200. En total, son más de 5400 habitantes; la mayoría vive en las zonas bajas, como Coila. Aldo Coila Achata cría alpacas y ovejas, y es heredero de un conocimiento ancestral ligado con la naturaleza: es un yachachiq.
Los yachachiq (en quechua) o yatichiri (en aymara) son sabios o sabias del campo que cuentan con conocimientos ancestrales —o “señas”— de predicción del clima y el tiempo: saberes que se convierten en prácticas culturales indispensables para pronosticar, programar, adelantar o retrasar los tiempos de siembra mediante el cálculo de la llegada de la estación de lluvias. Y cobran mayor relevancia en la actualidad al integrarse a las estrategias de resiliencia para la adaptación a la crisis climática.
“Nuestros ancestros manejaban los saberes ancestrales y los han transmitido de generación en generación. Sabían leer y entender las señas, mensajes y avisos de las estrellas, los vientos y las nubes. Si el zorro llora o se atora en septiembre u octubre, es señal de un buen año agrícola. El florecimiento de los sancayos (Corryocactus brevistylus) también permite proyectar qué pasará con los cultivos”, cuenta Coila.
Además, los sabios enseñan a su comunidad a planificar, fortalecer y consolidar la producción familiar con tecnologías y saberes ancestrales para el buen manejo de la tierra, el agua, los cultivos y los animales. Gracias a ello, las familias del campo pueden mejorar su bienestar con una buena alimentación y con un mejor acceso al mercado para comercializar sus cultivos.
Esto ocurre a lo largo de las 13 provincias de Puno y en otras regiones andinas de Perú.
“Cada distrito, cada comunidad o cada ayllu tiene una memoria colectiva propiciada por los tatarabuelos y abuelos. Ellos han sido los sabios que nos han dejado su legado y conocimiento para que nosotros podamos estar alertas y prevenir los efectos negativos del clima, del cambio climático”, dice Edgard Cutipa, profesor y yatichiri de la provincia de Ilave, a 3800 metros sobre el nivel del mar y con 50 000 habitantes.
“Hemos aprendido a saber si va a llover, si habrá buena cosecha, si habrá heladas, etc. Esto permite a las comunidades tomar decisiones: tener más cultivos o más granos, almacenar agua para las familias y sus animales, conseguir abrigo”, añade Coila.
Orgullosos, estos sabios afirman que si se compara su conocimiento con los pronósticos que el Senamhi difunde por la radio, coinciden o hasta a veces los puneños son más acertados.
“La importancia de ser una yatichiri es dar confianza a la comunidad, compartir mis experiencias y transmitir conocimientos adquiridos por mis antepasados y por mi paso por diversos proyectos”, expresa Isabel Gómez Ajahuana, quien es técnica agropecuaria y comparte sus experiencias en la zona de Ilave.
Observar para tomar decisiones agrícolas
Mientras los meteorólogos analizan y registran con instrumentos de precisión —como los pluviómetros— los fenómenos climáticos, los agricultores andinos se dedican a la lectura de las señas. Observan los mismos fenómenos a partir del aprendizaje adquirido y compartido por sus ancestros. Pronostican el clima tras examinar lo que indican plantas y animales en sus respectivos ámbitos microecológicos.
Las señas de clima permiten pronosticar la temporada de las siembras; en tanto que los señaleros de tiempo, la presencia de lluvia, helada, granizo u otro acontecimiento que sucederá el mismo día, al día siguiente o en los siguientes dos.
El calendario agrario o pecuario altoandino es distinto al que estamos acostumbrados en nuestras vidas cotidianas.
Aquel está determinado por las dos grandes estaciones anuales: estiaje y lluviosa. Cuando finalizan las lluvias, se inicia el despliegue de conocimientos y saberes para la predicción climática: al retirarse las masas de nubes (entre abril y mayo), los observadores interpretan las manifestaciones de los cuerpos celestes.
La predicción del tiempo a partir de la observación tiene alto grado de confiabilidad sea para la temporada de estiaje, o el invierno o ciclo lluvioso que corresponde al período de los cultivos agrícolas.
Pusi se encuentra a dos kilómetros del lago Titicaca, a 3825 metros sobre el nivel del mar. Tiene un promedio de 9.000 habitantes, la mayoría de ellos, adultos mayores, pues los jóvenes aprovechan la cercanía con Juliaca para viajar y desarrollar otro tipo de actividades, aunque suelen regresar para la campaña agrícola.
De allí es don José Quispe, yachachiq que cuenta que las señas cósmicas le envían diversos mensajes en su color, posición, forma, centelleo, claridad, trayectoria, etc., los cuales son interpretados o decodificados entre las primeras semanas de mayo, hasta después de las festividades de San Juan y Día del Campesino (junio).
Explica que si el 24 de junio el cielo amanece sin ninguna nube, quiere decir que será un buen año y la precipitación de lluvias será normal, pero si llueve ese día, probablemente habrá veranillo o sequía y será un año regular.
Igualmente, si para la fiesta de San Pedro y San Pablo (29 de junio) hay presencia de nubes, lloviznas y lluvias, será buen año agrícola; si no hay presencia de nubes y no llueve, será un año regular.
“El cielo es un inmenso observatorio. El color, intensidad y trayectoria de los astros indican si el año será bueno para las lluvias, de este dependerá el éxito de la producción ganadera y agrícola”, afirma Raymunda Charca, yachachiq de Mañazo.
Las estrellas son señas muy importantes en el campo. En las comunidades campesinas, muchos saben leer las Pléyades y los mensajes que traen sobre posibles heladas. Suelen observarse después de Pentecostés, el 5 de junio, desde las tres de la madrugada.
Cuando la iluminación de las estrellas es intensa o brilla mucho —dice Charca—, hay una mayor probabilidad de que las lluvias sean normales y haya una buena producción agrícola. Si la luminosidad es opaca, la producción no será tan buena.
La presencia de algunas señas en junio y julio presagian granizadas y heladas. El investigador y especialista en manejo de recursos naturales, Ricardo Claverías, destaca la importancia de observar la Cruz del Sur para pronosticar el atraso o adelanto de las lluvias. Por otro lado, si en su primera visualización la Cruz se ubica sobre la pampa, allí habrá que sembrar. Si se le avista sobre los cerros, allá habrá que hacerlo.
Para la temporada de lluvias, los vientos son una buena seña. Las mujeres y los varones de las zonas altoandinas observan la dirección y la intensidad de los vientos, incluso perciben su densidad. Entre junio y agosto, un aire muy limpio —coinciden nuestros entrevistados— puede indicar que se trata de un año agrícola seco, con poco o nada de lluvia y sequías prolongadas.
Los vientos fuertes de mediados de agosto avisan que será un año de lluvias, es decir, bueno. “La presencia de ventarrones es presagio de lluvias y cambio del clima”, subraya Isidro Pari, de Pusi.
Señas biológicas para conocer los cambios
El conocimiento del comportamiento de las plantas y los animales permiten a campesinas y campesinos predecir lo que ocurrirá con el tiempo y el clima, y cómo ello afectará a sus cultivos y ganado.
“Los ciclos de vida de los animales y las fases de crecimiento de las plantas son avisos que debemos tener en cuenta”, apunta Gómez. Para la yatichiri, las plantas proporcionan señas muy importantes ya que, como están en un sitio fijo, reflejan el comportamiento del clima y su incidencia sobre las cosechas.
“Si la primera flor del sancayo presenta buen color y tamaño, pronostica un buen año. Si al pasar los días, las flores están heladas y llegan así a la maduración, hay altas probabilidades de que las primeras siembras no darán una buena producción; habrá heladas, sequía y no caerá la lluvia”, detalla Gómez, quien además de compartir su saber en diversas comunidades que la solicitan, también asiste a colegios para enseñar a los más jóvenes.
Precisamente, la sabia cuenta que durante la primera quincena de octubre pasado, la flor y el fruto del sancayo estaban helados. Volvieron a observar dos semanas después y continuaban igual. Era la señal de la sequía que les afectó en 2022, aunque no pensaban que fuera a ser tan extensa.
El color de las algas también es importante. Si comienzan con un color verde oscuro y terminan en verde claro, es muy posible que la producción de papa y otros productos sea normal. Si pasado el mes cambia de nuevo a color oscuro, es muy probable la presencia de heladas y la producción no será buena en la próxima campaña agrícola.
El desarrollo de la papa, tesoro de los Andes, también es seguido de cerca. Si el brote del tubérculo es vigoroso, de color normal o gris, significa que la producción de papa será buena. La punta del brote de la semilla quemada o de color negro indica que la primera siembra será afectada por la helada.
Los animales también desempeñan un papel importante a la hora de observar señas relativas a los cambios en el clima y para predecir eventos extremos y campañas agrícolas. Los sapos, las serpientes, el zorro, las hormigas y las aves, son aliados en esta labor.
El comportamiento de las aves, por ejemplo, indica si la cosecha será buena o mala, si habrá lluvias o sequía, si habrá granizadas o heladas. El leque leque o lequecho (Vanellus chilensis, pequeña ave zancuda) es de suma importancia para predecir el tiempo agrícola, señala Gómez.
“Anuncia que la campaña del año que viene va a ser mala o buena, dándonos a entender que la campaña del año ha de tener lluvias o será un año seco. Entre septiembre y enero se observa el nido, color del huevo, materiales del nido”, agrega.
Si va a haber lluvia, los leque leque construyen sus nidos en zonas elevadas para que las inundaciones no pongan en peligro a sus pichones.
Si el año agrícola va a ser seco o acompañado de fuerte sequía, estas aves armarán sus nidos a un nivel más bajo, al ras del suelo, porque precisamente no habrá lluvias que afecten sus nidos. Asimismo, si los huevos son de color verde se interpreta que habrá lluvias intensas; en cambio, la coloración plomiza manifiesta escasa presencia de lluvias.
Por su parte, el trino del gorrión andino (Zonotrichia capensis) puede indicar heladas o granizada. Asimismo, “la presencia de dos a más aguiluchos en una chacra o huerto significa que habrá buena producción agrícola; si, en cambio, solo hay uno, la producción será apenas regular”, dice el yachachiq Quispe.
Los sabios también observan el excremento del zorro: si se encuentra cáscara de papa, la cosecha de este tubérculo se anuncia buena. Si hay quinua, habrá buena producción de este grano. Cuando el excremento se encuentra en un camino peatonal de color blanco, se pronostica una buena producción de papa.
Lecciones para gestionar el riesgo de sequías
Como yachachiq, Pari ha aprendido a manejar la información meteorológica del Senamhi, así como las señas biológicas de la zona para formular una proyección y evitar riesgos ante las sequías. En otras palabras, él ha logrado combinar lo mejor de dos mundos para así adaptarse a las nuevas condiciones que trae consigo el cambio climático.
Claverías reconoce que los conocimientos sobre indicadores climáticos de los campesinos en los Andes tienen mucho potencial, pero alerta que estos se están perdiendo y que se pueden debilitar debido a la alteración del clima como consecuencia del calentamiento global y la crisis de biodiversidad.
Nuestros entrevistados saben que si bien las señas no son informaciones precisas, cuantificables o numéricas, son mensajes para su interpretación de probabilidades, de tendencias; lo que debe ser confrontado con la información científica.
“Hace poco hemos llevado a cabo un proyecto piloto en Puno: Pachayatiña-Pachayachay. La lógica fue generar información técnica-científica tendiendo puentes con las comunidades, tomando en cuenta sus conocimientos y saberes sobre el clima, el tiempo, con énfasis en la sequía”, señala Avalos.
La idea principal del proyecto era generar y reforzar herramientas para la gestión del riesgo y la estrategia de comunicación científica relevante para la toma de decisiones en poblaciones expuestas a eventos climáticos extremos.
Por ejemplo, el agua es uno de los recursos que será muy escaso durante los próximos años. Al alterarse los patrones de lluvia, el régimen hidrológico también variará; por lo tanto, no habrá la misma disponibilidad de agua dulce.
“Son necesarias buenas prácticas como la siembra y cosecha de agua y su uso racional”, subraya la funcionaria del Senamhi, y añade que es necesario una mejor comprensión del riesgo de desastres y todas sus dimensiones en un contexto de cambio climático.
En Ilave, la actual falta de lluvias ha afectado a sus pobladores. Gómez está preocupada porque lamentablemente no todos escuchan las advertencias y enseñanzas de los sabios.
Cuando llegan la sequía o las heladas, quienes tomaron decisiones acordes con los pronósticos basados en las señas resistirán mejor esas temporadas; los que no lo hicieron pasarán dificultades, perderán pastos, animales y su magra economía empeorará.
“Lo que nosotros hacemos permite que nuestros hermanos productores trabajen también con cultivos que podrían estar cerca de sus domicilios”, añade.
Ella, y los demás sabios, los capacitan, de la mano de técnicos, para que puedan prevenir la sequía almacenando agua, cuidando los bofedales y ojos de agua.
Además, enseñan a distinguir cuáles son los animales que podrían criar para vivir con seguridad alimentaria. Por ejemplo, se les ha incentivado a la crianza de animales que no consumen mucha agua, como los cuyes, las llamas y las gallinas; así como a la siembra de productos agrícolas que crezcan con mayor rapidez.
Hay muchas más señas en el campo. Quienes las dominan están a la espera de recibir el apoyo del Estado peruano para poder elaborar más calendarios agrícolas para así seguir enseñando y previniendo. También consideran que el saber ancestral debe ser incluido en las políticas públicas climáticas.
En enero de 2023, las lluvias han llegado; pero aún no en las proporciones esperadas ni en todo Puno. Los efectos de la demora de esta temporada poco a poco se evidenciarán.
“Sufrimos las consecuencias de la sequía; tenemos pérdidas en la campaña agrícola y ha habido mortandad de animales debido a la falta de alimento. No ha habido pastos crecidos, algunos ganados han enfermado de neumonía y otros han enflaquecido y tampoco pueden ser vendidos”, dice Gómez.
Ella recién sembrará papas en la segunda quincena de enero, y la cosecha será entre mayo y junio. Mientras tanto, se reúne cada domingo con sus colegas yachachiqs y yatichiris para planear cómo enfrentar la helada que se aproxima.
Ello en medio de la convulsión social que vive Puno actualmente y que determina que ni las autoridades regionales ni el gobierno central se dediquen a ejecutar el plan de emergencia para el sector agropecuario.
Por un lado, los sabios rezan y hacen ofrendas para que llegue la lluvia; salen a observar las señas físicas y biológicas para hacer sus pronósticos; por el otro, son resilientes y optimistas. Su sabiduría les da esperanza.
Este artículo es parte de la Comunidad Planeta, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América latina, del que IPS forma parte.