os pequeños países insulares de la CARICOM han dado una muestra de dignidad y soberanía, manteniendo posiciones firmes en torno a la política injerencista de EE.UU. contra Cuba, Nicaragua y Venezuela. Entrevista en exclusiva con Ralph Gonsalves, Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, realizada por ALAI el día 6 de junio. Ralph Gonsalves es hoy quien lleva adelante la presidencia pro témpore de la CELAG, ya que las islas mencionadas han sido elegidas para tal responsabilidad en la reciente cumbre del organismo.
Por Laura Capote y Leticia Garziglia
Ralph Everard Gonsalves es el Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, una pequeña nación insular de la región caribeña. El “Camarada Ralph”, como es conocido por sus simpatizantes y coterráneos, es el principal dirigente del Partido de la Unidad Laborista, y se desempeña en su cargo por quinto mandato consecutivo, tras imponerse en las elecciones de 2005, 2010, 2015 y 2020.
Además de ser un activo militante de la república y la soberanía plena, Gonsalves es una figura intelectual de renombre. Economista y Máster en Administración Pública por la Universidad de las Indias Occidentales, y Doctor en Administración por la Universidad de Manchester en el Reino Unido, ha escrito sobre sindicalismo, marxismo, neocolonialismo, economía política, África, el Caribe y las problemáticas de la integración y el desarrollo, entre otros temas. Algunos de sus libros más destacados son “El espectro del imperialismo: el caso del Caribe” (1976); “La historia y el futuro: una perspectiva caribeña” (1994) y “El camino no capitalista al desarrollo: África y el Caribe” (1981).
En la actualidad, Gonsalves es uno de los principales impulsores de la política de reparaciones a las poblaciones afrodescendientes por los crímenes de la esclavitud y la trata, así como un activo promotor de las políticas integracionistas de la CARICOM y ALBA-TCP.
¿Cómo analiza la situación geopolítica global y continental? ¿Qué proyectos y fuerzas están en pugna? ¿Cuáles son las principales tendencias?
Ralph Gonsalves: Estamos en un periodo extremadamente complejo de la economía política global, inundado de múltiples contradicciones. Una de las constantes es el avance del capitalismo monopolista, que se ha extendido a todo el globo. Es visible el vínculo asimétrico entre el capitalismo monopolista global, los gobiernos de América del Norte, Europa, Australia, Japón y lo que se conoce como «mercados emergentes». Por supuesto, dentro de los principales países capitalistas monopolistas hay facciones nacionales, por lo que hay contradicciones dentro de la propia Unión Europea y entre ellos y Estados Unidos, a pesar de que compartan todos la misión histórica del capital.
El capitalismo monopolista ha devenido un “capitalismo de casino”, que genera su propio conjunto de contradicciones al no tener ya relación directa con la producción real de bienes y servicios. Luego están los vínculos entre esos países capitalistas y los grupos y clases que les son afines en los países emergentes: por eso las tensiones que vemos en México a pesar de tener un gobierno progresista. O podríamos mencionar los casos de Argentina, Chile, Honduras y hasta Bolivia. También dentro de esos países estamos viendo la demanda de los trabajadores por más derechos.
Se ha visto en todo el mundo —pero mucho más en la periferia de los centros metropolitanos— el desigual grado de desarrollo que genera el modo de producción capitalista monopolista; también ha sido dispar la respuesta de la gente que se opone a este tipo de dominación. En los países metropolitanos, la lucha contra el 1% puede adquirir una dimensión étnica, como por ejemplo con el movimiento Black Lives Matter. En medio de esta maraña también aparece China, un país gobernado por un Partido Comunista, que tampoco está exento de contradicciones.
Estos son los grandes contornos, entre los que vemos problemas característicos de la economía política mundial que nos afectan a todos. Vemos por ejemplo que la cuestión del cambio climático, la biodiversidad, la desertificación, la degradación de la tierra, la sequía y las emergencias de salud pública —en la actualidad con la pandemia de COVID—, todo ello ha conspirado para crear inmensos problemas, cuya respuesta depende de su ubicación en la división mundial del trabajo y de cómo organizan su producción.
En América Latina —y también en Asia y en África—, aunque hay resistencia, esta sigue siendo incipiente. Y donde la resistencia se vuelve más organizada, como por ejemplo en Cuba o en Venezuela, vemos el accionar de respuestas que violan el derecho internacional, como las sanciones unilaterales y la utilización del sistema financiero como arma por parte de Estados Unidos. Esto genera una tremenda inestabilidad. Por otro lado hay regiones particulares del mundo con cuestiones que aún no se han resuelto, como lo que sucede en Rusia, en Crimea, en Georgia, en la propia Ucrania.
En medio de todo este panorama hay islas, como nosotros. Los pequeños estados insulares tienen retos especiales, en relación a la economía política global y también en asuntos específicos como el cambio climático, la pandemia, la educación y las cuestiones de seguridad. Para abordar esto debemos practicar un multilateralismo de principios, basado en un auténtico internacionalismo, que nos permita hacer frente a la injerencia en nuestros asuntos internos de parte de otros países, que utilizan como armas el sistema comercial, bancario, el transporte marítimo y otras similares. Lamentablemente se trata de una batalla campal, interminable. Los países pequeños, como San Vicente y las Granadinas, tenemos que hacernos espacio entre esos retos cruzados, y establecer alianzas que nos permitan respirar, gobernar, garantizar el bienestar de nuestra gente. El mundo es un lugar muy complicado y su desigualdad muy llamativa.
Lo que necesitamos las fuerzas progresistas es una idea clara de lo que está ocurriendo, y una narrativa propia sobre el desarrollo, que incluya a diversos grupos y clases, incluidos los elementos de la burguesía nacional progresista que quiera trabajar en conjunto para encontrar soluciones a los problemas de la periferia. Lo que necesitamos es llevar a cabo estas acciones de una manera internacionalista y multilateralista, dejando de lado el unilateralismo.
Los hombres y las mujeres hacen la historia pero solo en la medida en que las circunstancias de la historia se lo permiten. Por supuesto que el liderazgo y la organización pueden elevarse por encima de las propias circunstancias y crear las condiciones para lograr cambios relevantes, como por ejemplo lo hicieron Fidel Castro en Cuba y Hugo Chávez en Venezuela, y como ocurrió en varios otros lugares. De todas maneras, lo que está claro es que hoy se están creando más espacios para una actividad nacional progresista, para que los países de la periferia puedan enfrentar al capitalismo monopolista y al imperialismo, para garantizar el bienestar y para que los pueblos tengan un mayor control sobre sus propias vidas colectivas.
En los últimos años ha menguado el impulso a la integración continental que se desarrolló con fuerza desde principios de este siglo. ¿Cree que es posible en este momento reimpulsar los procesos de unidad regional? ¿Cuáles son las claves y cuáles los obstáculos que percibe para ello?
R.G: El de la integración ha sido un proceso irregular, ha habido un flujo y un reflujo. Por ejemplo, la CELAC, después del apogeo del período anterior, tuvo un decaimiento. Pero en los últimos dos años hemos visto a México buscando poner algunas cosas en común, en consonancia con los objetivos y metas originales del organismo. Pero a la vez tienes gobiernos de derecha tratando de obstaculizar ese espacio, porque está en contra de lo que EE.UU. quiere en nuestro hemisferio. Claramente, los norteamericanos quieren detener el avance de la CELAC y sostener a la OEA, de la que tienen el control a través de su financiamiento y ubicación, y también a través de Luis Almagro, su Secretario General. Almagro engañó a muchísima gente. Personalmente siempre me sentí incómodo con él. Lo conocí un poco antes de que asumiera el cargo y acompañé esa elección con mucha cautela. Respecto a la CELAC, Argentina asumió a partir de enero la presidencia pro tempore y San Vicente y las Granadinas está lista para sucederle en 2023. Creemos que entre el liderazgo actual de Argentina y nuestro propio rol podemos darle algún impulso adicional.
Dentro de nuestra propia región vemos que se están haciendo progresos en la CARICOM y que la Asociación de Estados del Caribe está haciendo también un trabajo útil, priorizando como lo ha hecho cinco temas: comercio, transporte, turismo, tecnología y preparación ante desastres. En África vemos el trabajo de la Unión Africana y de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés), con ecos en África occidental y en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO/ECOWAS. por sus siglas en francés e inglés). Vemos que hay flujos y reflujos. También observamos que Gran Bretaña sacó a relucir todas las debilidades en Europa.
Hay desniveles y discontinuidades en todos estos procesos, pero las fuerzas progresistas tienen que buscar los espacios para avanzar en el interés de los pueblos. Y para eso, tenemos que mantenernos en estrecha comunicación con el pueblo, con las masas populares y sus organizaciones. El ALBA-TCP ha sufrido la falta de recursos, por la forma en que Estados Unidos ha impuesto restricciones a Venezuela y Cuba. El impacto de la COVID ha agravado aún más esa situación, pero acabamos de salir de una reunión muy positiva en La Habana, en la Cumbre del ALBA-TCP. Como podrán ver en la declaración, hay muchas cosas positivas. Si efectivamente vemos que ha habido retrocesos en algunas áreas, en otras hemos visto avances. Por eso digo que la integración es necesaria, pero ha sido discontinua.
En los últimos años, mientras se desarrollaba en el continente una ofensiva conservadora y contraria a la integración, hemos visto a la mayoría de los países del Caribe sostener una posición clara respecto a la no intervención en los asuntos internos de otros Estados. Sin embargo, también hemos podido constatar algunas diferencias. ¿Cómo analiza esta situación? ¿Cuál es el aporte específico que el Caribe puede hacer a la integración y a la unidad en esta etapa? ¿Qué fuerzas y sectores percibe como aliados?
R.G: Los gobiernos caribeños, en general, están sometidos a una presión muy intensa por parte de los países hegemónicos, en los que manda el capitalismo monopolista. Hacen falta mucho valor, mucha independencia de pensamiento y conciencia en el pueblo para enfrentarse al imperialismo. Por ejemplo, desde el Caribe en su conjunto hemos mantenido posiciones firmes en relación con la no injerencia en los asuntos internos de Venezuela. Lo mismo en relación a Cuba, Nicaragua y Bolivia. Pero tan pronto como se hacen esas declaraciones, el gobierno de EE.UU. —y en algunos casos, de la Unión Europea— llaman uno por uno a cada gobierno, buscando hacer que retroceda. Ese fue el caso del reconocimiento absurdo de Juan Guaidó como “presidente” de Venezuela.
Estamos viendo como en todo continente regresan los movimientos progresistas al gobierno. Vemos a la oposición venezolana perder las elecciones de forma abrumadora, y vemos por otra parte la unidad de los sectores progresistas y del Partido Socialista Unido de Venezuela, que se la ha puesto muy difícil al imperialismo. Vemos que en Honduras, doce años después del derrocamiento de Manuel Zelaya fraguado con apoyo de Estados Unidos, su movimiento está de nuevo en la vanguardia. En Nicaragua, por ejemplo, Daniel Ortega ha sido nuevamente electo. Pero también vemos las respuestas: Almagro y los estadounidenses trabajan en conjunto para dar golpes de Estado, a través de la pantalla de misiones de observación electoral. Pero también allí, en Bolivia, el partido de Evo Morales pudo volver al poder después de dos años de golpe. Vemos lo que pasa en Perú, que era un centro de actividad anti progresista, que sustentaba una coalición conservadora con los Estados Unidos por detrás, y que tiene ahora un gobierno progresista. Son cambios interesantes. El gobierno de Santa Lucía acaba de estar en la Cumbre del ALBA-TCP como miembro de pleno derecho, mientras que el gobierno anterior se había alejado del organismo.
Pero no hay que equivocarse: en cada uno de estos países hay una intensa lucha. En nuestro propio país sucede lo mismo: la oposición aquí querría que nos retiráramos. No les gustan nuestras relaciones con Venezuela y Cuba. Tienen una perspectiva completamente neocolonial, pero también un importante apoyo de masas. Pero nosotros seguimos haciendo nuestro trabajo, en conjunto con las fuerzas progresistas de todo el mundo, mientras al mismo tiempo nos relacionamos con gobiernos sometidos por el modo de producción capitalista monopolista.
En relación con el Caribe y los procesos de descolonización, Barbados proclamó recientemente su carácter de República. En otros países, como Santa Lucía y Jamaica, ya se hace escuchar la voz de quienes piden a sus gobiernos que sigan este camino. ¿Cree que es posible que el ejemplo de Barbados tenga un «efecto dominó», o que pueda haber «una nueva ola» de descolonización en el Caribe? Por otro lado, ¿cuáles serían los desafíos siguientes para países como Barbados? ¿Cómo concretar, junto a la soberanía política, la independencia económica?
R.G: Creo que lo que se va a ver no es exactamente una oleada de destitución de la reina como jefa de Estado nominal. Creo que lo que viene es una lucha continua por obtener repúblicas parlamentarias, con presidentes no ejecutivos y con un lugar de centralidad para los Primeros Ministros. Y lo digo por los acuerdos constitucionales que existen en países como Granada, San Cristóbal y Nieves, Antigua y Barbuda, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas. En estos cinco países, para alcanzar el estatus de república, se necesitan dos tercios en la Cámara y en la Legislatura y dos tercios favorables en un referéndum. En Barbados solo se necesitaban dos tercios en la Cámara, sin referéndum, porque su constitución es diferente.
¿Qué pasó en los otros territorios? Hay cuatro países que se independizaron entre 1962 y 1966. Trinidad y Tobago tenía a la reina como jefa de Estado nominal. Eso cambió en 1976 porque la constitución no requería un referéndum, solo una mayoría especial, que obtuvieron, y les permitió alcanzar una forma de gobierno republicano. En su independencia, Guyana obtuvo ya una forma de gobierno republicano, pero lo que hicieron fue cambiarla por una presidencia ejecutiva. Dominica se convirtió en república en el momento en que recibió su independencia de Gran Bretaña. Y ahora tenemos el caso de Barbados. Pero los otros países, los cinco que nombré, ubicados en el norte de las Islas de Sotavento, comenzaron su proceso hacia la independencia en 1974. Granada fue el primero con Eric Gairy. Los británicos concedieron la independencia a un alto precio: el de tener muy pocas posibilidades de cambiar los aspectos fundamentales de la Constitución. Por eso, cuando lo intentamos en 2009 en San Vicente y las Granadinas, fracasamos, aunque un año después gané mi tercer mandato consecutivo.
El colonialismo sigue vigente en las mentes de las personas. Cuando vas a un referéndum, hay sectores significativos de la sociedad que no quieren asumir la república, por lo que conseguir la mayoría de dos tercios es extremadamente difícil. Es cierto que el gobierno jamaiquino ha analizado dar el paso hacia una forma de gobierno republicana. Lo que pasó en Barbados demuestra que hay muchas personas que son antimonárquicas, pero no esperen que esto se convierta en un movimiento regional. Teniendo en cuenta los acuerdos constitucionales y también las circunstancias políticas, esto no significa necesariamente avanzar hacia la eliminación de la monarquía para abrazar al republicanismo. Pero eso sí es algo a lo que aspiramos, porque por mucho que se respete a la familia real de Gran Bretaña, ellos son británicos, no son caribeños. Esta es una ficción que ha existido durante demasiado tiempo y que debe ser eliminada.
Si tuviera que esbozar tres ideas que representen los desafíos que afronta la región, ¿cuáles serían?
R.G: El desafío de la hegemonía del capital monopolista, y todo lo que ello implica. El desafío derivado del cambio climático. Y los desafíos relacionados con la salud pública.
Si quiere cerrar la entrevista con algo que no hayamos preguntado, o quizás con algún mensaje destinado a los movimientos populares de la región…
R.G: Pediría a la gente, principalmente a los jóvenes, que sean solidarios con principios claramente definidos. Que se comprometan a defender y promover nuestra independencia, nuestra soberanía, la igualdad de oportunidades, el mejoramiento de las condiciones de vida. Siempre habrá vanidades de por medio, pero creo que lo que acabo de describir es lo principal: no debemos distraernos con espectáculos secundarios, con lo que Lenin llamaba el “infantilismo”. Si somos solidarios, lo lograremos.