Por Carmen Porta y Daniel Raventós
A más de alguna persona simpatizante del Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC) le ha debido sorprender la inquina obsesiva mostrada por este partido en las últimas semanas contra el Plan Piloto de una Renta Básica Universal. En las negociaciones para los presupuestos de la Generalitat además de sus propuestas estrella que han derechizado estos presupuestos[1] dejaron muy claro que se querían cargar el mencionado Plan Piloto. Pero no se conformaron con estos intentos sino que siguieron su cruzada, así muy recientemente aparecía en alguna prensa que “Una de las peticiones que cayó del pacto fue la de frenar los 40 millones para el plan piloto de la renta básica universal, pero el grupo de Salvador Illa ha vehiculado ahora esa reclamación a través de las enmiendas a la ley de medidas fiscales y financieras”. Es decir, que el Parlament tendrá que votar al acuerdo que la CUP y ERC llegaron y que posibilitó este Plan Piloto. El PSC cuenta con la derecha catalana de Junts, y va de soi con la derecha extrema y la extrema derecha españolistas (PP y Vox) para sacar adelante su votación.¿Cuáles son los argumentos, en sentido lato, del PSC contra el Plan Piloto de la RB? Básicamente dos: Que los 40 millones que costaría este Plan deberían dedicarse a los “más necesitados”, y que en una situación de inflación no deben dedicarse 40 millones a un Plan Piloto.Veamos el primer argumento (sic). “A los más necesitados”, es la expresión recurrente que se utiliza para defender los subsidios condicionados para pobres o extremamente pobres, como el Ingreso Mínimo Vital. Son subsidios que se dirigen hacia las personas que se identifican como pobres o como personas con insuficiencia de rentas o cualquier otra condición. La idea original de los programas de rentas mínimas o de garantía de ingresos es proporcionar unos medios temporales para cubrir una carencia de ingresos, presumiblemente transitoria. Que los subsidios condicionados han fracasado en un sentido incluso restrictivo del término, es algo que cualquiera que tenga cerebro para analizar, ojos para ver y oídos para escuchar sabe. Son muchos los materiales estadísticos, los estudios realizados que se disponen y la evidencia aplastante que constatan la pobreza de los subsidios dedicados a la pobreza: Trampa de la pobreza, costos administrativos inmensos, estigmatización, cobertura insuficiente, non-take-up… ¡Qué más da![2]

Tarot e inflación

El segundo argumento, digámoslo así, no merece mucho comentario: la relación causal o, incluso empírica, entre los 40 millones del Plan Piloto y la inflación es puro obscurantismo. El nivel intelectual de este argumento es equiparable a la calidad científica del tarot. Merecería mostrarse como ejemplo insuperable de incongruencia argumental. Estamos hablando de 40 millones de un presupuesto de más de 40.000 millones. En fin.

El PSC está perfectamente alineado, y no es solamente en este punto, con la tradición liberal (y con ciertas tradiciones trabajistas de la que alguna izquierda es fervorosa partidaria)[3] que considera que los subsidios condicionados son buenos y la RB es mala. Los subsidios condicionados, y cuanto más condicionados mejor, son muy apreciados por algunos de los grandes gurús del liberalismo. Friedrich Hayek, por destacado ejemplo, siempre defendió las rentas condicionadas, jamás la RB. Claro que la condicionalidad de Hayek no deja lugar a dudas sobre sus intenciones: “enfermos, ancianos, impedidos físicos o mentales, viudas y huérfanos”. Un buen grupo de suplicantes pobres.[4]

Es la lógica de los subsidios condicionados. Lo hemos dicho en otras ocasiones: Una vida libre no debe ser suplicada. Porque si es suplicada no es libre. Quien suplica pide algo con docilidad. La súplica, pues, supone sumisión. Y la sumisión es algo alejado de la libertad. El ejército de suplicantes es inmenso.  Gente que suplica un empleo; que suplica que el empleo obtenido, si es que se tiene esta suerte, vaya acompañado de unas condiciones mínimamente dignas; que suplica que, en caso de que se interrumpa la relación laboral no precisamente por voluntad de la parte trabajadora, las instituciones políticas tengan a bien designarla como legítima destinataria de las políticas públicas diseñadas para asistir a quienes cayeron en el abismo de la pobreza y de la exclusión; y, finalmente, que suplican que estas prestaciones condicionadas, sean monetarias o en especie, lleguen sin demasiados condicionantes. Al PSC esto le importa un higo.

La diferencia fundamental entre la RB y los subsidios condicionados se expresa en términos de libertad. La lógica de los subsidios condicionados no es otra que la ayuda ex-post a quienes han fracasado, a quienes han caído y pueden demostrarlo ante la burocracia estatal. Efectivamente, a las personas que han “fracasado”, sea porque se han quedado en el paro; sea porque, pese a trabajar remuneradamente, no alcanzan el umbral de la pobreza -en el reino de España, esta es la realidad del 15% de los trabajadores asalariados-; sea porque han sido expulsadas de los mercados de trabajo por cualquier razón decidida por los llamados “empleadores”. Constituyen todas estas personas legítimas “merecedoras” de tutela ex-post. Un mundo con tutela ex-post es más deseable que un mundo sin mecanismo de protección alguno, 2 euros son más que 1 y 5 más que 4, esto es indiscutible. Un programa condicionado para pobres más generoso es mejor que un programa condicionado más avaro. Esta evidencia es indiscutible. Ahora bien, los programas condicionados para pobres parten implícitamente de una concepción sobre la existencia material muy determinada. La asistencia ex-post conduce irremediablemente a la pérdida de la libertad efectiva. Todo el recorrido de los subsidios condicionados es conocido y muy sufrido por los suplicantes. En cambio, con la RB se abraza la lógica incondicional de las medidas que entran en vigor ex-ante, como derechos de ciudadanía. Y garantizar la existencia material de entrada, “desde el principio”, por el mero hecho de ser ciudadanos y ciudadanas, o residentes tout court, de un mundo cuya riqueza ha sido producida socialmente y conviene repartir sin exclusiones, equivale a dar voz y voto a todas las personas para que puedan alzarse y, “desde el principio”, negociar los términos de la interacción social de un modo tal, que permita desplegar vidas sentidas y vividas como propias. Incondicionalidad significa poder de negociación, y poder de negociación supone mayores niveles de libertad efectiva para el conjunto de la población. La incondicionalidad es el lenguaje de los derechos humanos y de ciudadanía. La condicionalidad es súplica y sumisión.[5] Al PSC eso le importa también un higo.

Las auténticas razones del PSC

Las razones no confesadas del PSC en su cruzada por intentar evitar la puesta en funcionamiento del Plan Piloto son:

1) Vienen elecciones catalanas y municipales. El miedo al éxito de un Plan Piloto que evidenciaría la miseria de sus propuestas de política social: los subsidios para pobres tipo IMV, un auténtico fracaso. La pobreza de las políticas dedicadas a la pobreza tiene muchos años de historia. Da igual: hay que insistir cuando ni la imaginación ni el conocimiento dan para más. ¿Cuánta evidencia más se precisa para cambiar alguna idea mal fundada? Parece que no hay límite a la negación de la realidad para muchos políticos. Ya fue Einstein que lo dijo de una forma fácilmente entendible: locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes. Da igual, que el IMV no funciona, “mejorémoslo”: es todo lo que dan de sí.

2) Vienen elecciones catalanas y municipales. El miedo a las repercusiones internacionales de un Plan Piloto que ha despertado la admiración de especialistas mundiales en la ya larga experiencia de estos planes en todo el mundo. Otro posible peligro para las políticas sociales del PSC.

3) Vienen elecciones catalanas y municipales. El miedo a que Cataluña volviera a estar en la discusión internacional y debido, ¡horror!, a una política social innovadora. Se acaba el cachondeo para el PSC cuyo mensaje directo es: monárquicos y constitucionalistas, de acuerdo, pero progresistas en políticas sociales. El montaje se debilitaría más. Ni eso les quedaría para ir repitiendo.

Hay discusiones incluso políticas que son racionales y con la voluntad de convencer a la persona que opina diferente o, en caso de que la otra parte aporte razones y datos mejores, batirse en retirada. No es el caso del PSC sobre la RB. El charlatán (bullshitter) no es necesariamente un mentiroso (que miente sabiendo que miente porque sabe que la verdad no es lo que dice, pero pretende engañar), sino que simplemente no le interesa si lo que dice o insinúa es verdad o mentira, sólo persigue la impresión, el efecto, el titular. Lo que menos le importa al charlatán es la verdad. Harry Frankfurt, autor que profundizó la miseria de los bullshitters, asegura que «una actitud displicente hacia la verdad es más o menos endémica entre el colectivo de publicistas y políticos, especies cuyos miembros suelen destacar en la producción de palabrería, mentiras y cualquier otro tipo de fraudulencia e impostura que puedan imaginar». Nada más que añadir al respecto.

Feministas, LGBTI, sector cultural, colectivos psiquiatrizados, tercer sector

Muy diferentemente, a la obsesión anti-RB del PSC, desde hace meses pueden leerse manifiestos de distintos colectivos del mundo de la cultura, del feminismo, del tercer sector, de colectivos siquitrizados, LGBTI… que desde su situación concreta defienden la RB. Esto al PSC también le importa un higo.

Estos manifiestos enfatizan la necesidad de reflexionar sobre el actual fracaso del sistema de ayudas condicionadas en un momento, como fue la pandemia, en que se visibilizó que la paralización de la economía nos implicaba y afectaba a todas y todos. Las discriminaciones no se frenaron y la situación de vulnerabilidad de quienes las sufren de forma cotidiana, se incrementaban. En los últimos años, y especialmente con la pandemia, se han evidenciado estas diferencias que conllevan discriminación. Se ha manifestado también la necesidad de tener un suelo material que permita vivir y no sobrevivir, que supere medidas paliativas que solo acaban estigmatizando a quien las recibe y permita superar el sistema centrado en las ayudas a familias.

El Plan Piloto es motivo de reflexión de todo ello y ha sido una propuesta bien recibida entre la comunidad científica internacional, dejarlo de lado es un paso atrás tan estúpido como políticamente nefasto. El Plan Piloto para implementar una Renta Básica en Cataluña representa un cambio, una reflexión y una esperanza. La realización de una RB representaría superar esta desigualdad económica de base y dejar atrás el sistema de protección social caduco basado en prestaciones económicas condicionadas a la extrema vulnerabilidad, altamente burocratizado y un gasto social enorme respecto a los misérrimos resultados obtenidos. Dada la política del PSC se entiende que le importe un higo.

Poco después de conocerse las medidas propuestas dada la fobia anti-RB del PSC, se realizó un manifiesto para recoger firmas, para lo que pueda servir, en defensa del Plan Piloto. Aquí puede encontrarse el enlace: https://forms.gle/wBcBRwvrW3AXakJB7

 


[1] 1) Ampliación del aeropuerto del Prat (una propuesta polémica a la que se han opuesto los partidos de izquierda y muchos colectivos ecologistas y del que ya hemos dedicado algún análisis en estas páginas). 2) El llamado Hard Rock o el centro recreativo y turístico de Vila-Seca y Salou, un complejo con hoteles, salas de juego, casinos, campos de golf, parques temáticos restaurantes, piscinas… Una propuesta que Artur Mas e Isidro Fainé han defendido en su momento con fervor. 3) El llamado cuarto cinturón de Barcelona.

[2] Jaume Collboni, el candidato a alcalde de Barcelona del PSC, un político con muchas virtudes (que desconocemos) entre las que no se encuentra como es públicamente notorio la de la agudeza, ha propuesto ¡más de lo mismo! https://beteve.cat/politica/collboni-proposa-renda-barcelona-families-vulnerables/.  El hombre propone un subsidio en Barcelona que “llegaría a unas 25.500 personas”. Y el riesgo de pobreza en esta ciudad es del 20%, 340.000 personas: Un genio.

[3] Y la de los sindicatos más reacios a incorporar nuevos conocimientos y análisis que se aparten del dogma habitual.

[4] “[A los pobres] los queremos beatíficos, agradecidos, puros de corazón, impecables. Que no digan una palabra más alta que otra. Que den siempre las gracias y no insistan. Que se acerquen un poco pero que se retiren enseguida. Que gasten nuestras limosnas en lo que nosotros decidamos que se las deben gastar. Que no haya ni una sola mancha en su pasado, ni un desliz”, en palabras insuperables de Sara Mesa. Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático. Anagrama, 2019.

[5] Para ampliar la argumentación: La Renta Básica: ¿Por qué y para qué?Catarata, 2021.

 

es una activista feminista y miembro de la Red Renta Básica (www.redrentabasica.org)
Es editor de Sin Permiso. Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Su último libro es «La renta básica: ¿Por qué y para qué?» (Catarata, 2021)

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