Conversamos con Irina Karamanos acerca del propósito que la condujo a desestructurar el anclaje institucional del rol de Primera Dama. También nos anticipamos a las reflexiones que tendrán lugar en el Encuentro Internacional Feminista, a realizarse en Madrid a fines de febrero.
Publicamos acá un extracto del vídeo así como la transcripción completa de esta conversación, que a nuestro parecer representa un gesto que no ha sido aún suficientemente sopesado ni comprendido y que se corresponde con una concepción de sociedad altamente democrática.
El vídeo fue grabado y editado por Aníbal Feres.
La entrevista tuvo lugar en el café Minus, ubicado en el patio interior del Museo del Sonido, en el corazón del Barrio Yungay de Santiago de Chile. Agradecemos especialmente a su Directora Ejecutiva, Sofía Forttes, por su formidable disponibilidad.
Esta es la primera parte, mañana difundiremos la segunda parte y final de nuestra conversación.
Pressenza: Es un gusto estar aquí…
Irina Karamanos: Para mí también, muchas gracias
Pressenza: gracias a tí y sobretodo conversar con Irina Karamanos que ya no es Primera Dama. ¿Cómo fue eso?
Irina Karamanos: Bueno, fue un inicio bien parecido al final. Porque en realidad fue un plan que desde el principio merecía una reflexión bien profunda, para ver si es que asumía o no este rol.
De lo que sabíamos al comienzo, era que había un imaginario cultural creado en torno al rol que no tenía tanta visibilización y, muchas veces, algunos cambios recién se pueden generar con la visibilización de un tema, de una problemática. Nos propusimos entonces indagar en ese imaginario, pero como primero, investigar en la institucionalidad en la que estaba anclado ese rol.
No me hubiera metido si hubiera sido solo un tema cultural. Este rol tenía su anclaje dentro de la institución, lo que desde una perspectiva de valores democráticos y de querer mejorar el Estado, me presentaba una oportunidad como militante y también como feminista, de estar en un espacio, no diría no autorizado, pero quizás, poco probable ¿cierto?. Un espacio poco probable para ingresar desde el pensamiento feminista.
Sin embargo, despojándose un poco de la identidad del “yo soy feminista”, también esto tiene que ver con las acciones y con el prisma desde el cual se hacen las cosas.
Entonces, estaba este imaginario cultural en torno al rol, pero también estaba el anclaje institucional. Mediante esa visibilización, y gracias también a que se fue generando un debate público, se pudieron abrir caminos para hacer cambios, cambios con responsabilidad y paulatinamente. Ese era un poco el plan.
Luego, claro, fuimos indagando, haciendo arqueología de cuáles eran esas partes institucionalizadas de este rol en el tiempo, para poder colectivizar un poco cuál era la problemática. La verdad es que no tuvo ni siquiera que partir de mí y de nosotras, sino que también era una temática bastante evidente para las personas que ya estaban trabajando dentro de esta institucionalidad, como por ejemplo las fundaciones. En realidad había una identificación mayor con la profesión y con la misión misma de sus respectivos temas, que no completaban el imaginario de la Primera Dama, que está más relacionado a la pareja del Presidente. Públicamente lo que está más identificado para este rol es esta última figura.
Hay tendencias también que pueden cambiar y se pueden presentar alternativas frente a ellas. Por ejemplo, hay una tendencia respecto a cómo se debe comportar un personaje político, ante los medios, ante la prensa: cómo se tiene que sentar, cuánto tiene que hablar, etc. En mi caso este plan era un plan que iba a tener un tiempo acotado, no era para siempre. No sabíamos si iba a ser un año o un poco más…, pero, finalmente fue menos de un año. Encontrando la fórmula, fue menos. Encontrando formas y caminos, dimos con una fórmula.
Era un plan acotado que para mi era una misión y un trabajo militante para mejorar la institucionalidad política ―al final un instrumento de la ciudadanía y de las personas. Yo no pretendía una carrera política y, por ende, no buscaba una visibilización mediática, un protagonismo mediático, así que eso se salía de esta tendencia que se deja de repetir. Y cuando algo se deja de repetir, se van llenado esos vacíos con interpretaciones y noticias falsas. Presentar una alternativa fue un proceso interesante y obviamente también difícil. O sea, una alternativa a cómo uno se relaciona con los medios, una alternativa a cómo se trabaja en un lugar de alta exposición, pero trabajando a bajo volumen y sin buscar protagonismo. Muy en la parte de la infraestructura de esta institucionalidad.
La responsabilidad tuvo que ver con haber llegado y haber cambiado todo, sin consultarle a nadie. Ese trabajo de consulta fue muy intenso y fue muy profundo, no necesitando ser visible. Porque no era la intención promocionar a la figura, ni tampoco exponer a los trabajadores y las trabajadoras que estaban involucrados, sino que hacer un proceso con ellos.
Esto de la tendencia, tanto de cómo se comportan los medios y cómo un político se comporta ante los medios, tiene que ver con que son modelos que se van repitiendo, hasta que algo los cambia.
Esta propuesta en sí misma tenía una aspiración de cambiar el modelo en donde esta figura, este rol de Primera Dama, se fusionaba con el sujeto que entraba a ese rol. Un sujeto tiene la potencia de cambiar el curso de cosas que se están reiterando de manera inerte, por eso la necesidad del ingreso de un sujeto y su agencia a dicho proceso institucional.Uno investe a la pareja del Presidente o a la Directora Sociocultural en otros casos, de una ropa que desde fuera se ve como si fueran una misma cosa. Como que el sujeto se fusiona con el rol, dejando un poco atrapado en ese modelo al mismo sujeto.
Y el sujeto –como dice Butler y varias más– tiene una potencia, un potencial, de interrumpir justamente la repetición, justamente la mantención de los modelos.
Entonces cuando yo me plantée este rol, de habitar el cargo de Primera Dama, yo sí tenía el deseo de verme como sujeto dentro de eso, no necesariamente fusionarme, esto por un ejercicio político, pero por otra parte también intelectual, porque de esa manera me permitía también revisarlo desde dentro.
La tendencia tal vez es a igualar y comparar formas del hacer política o de ser personajes políticos con ejemplos previos, como si hubiera un modelo o manual a repetir, pero dicha tendencia frena o nos priva de siquiera ver nuevos modelos de cómo hacer y ser en política. Desde un punto de vista de responsabilidad política, democrática, de probidad y porque en realidad, al actualizar o al pretender actualizar los espacios de la institucionalidad política, me parece a mí que uno busca reinterpretar los valores democráticos, pero también los valores de las nuevas generaciones y de los nuevos tiempos contemporáneos. Para eso, uno tiene que tomar un poco de distancia y no solamente entrar, usar el potencial que tiene el sujeto para buscar aquello, también en el sentido de que es un espacio –ese de la Primera Dama, ese lugar institucional– que no contaba con todas las credenciales democráticas, a diferencia de otros espacios que faltan para que la institucionalidad política sea más democrática. Hay grupos de la población que no tienen un espacio en la política, sin embargo la pareja del Presidente sí.
Esos cuestionamientos son parte de la reflexión que se puede hacer con esto y también el mismo proceso lleva a cuestionarse cómo es que los sujetos dentro de la política van haciendo estos pequeños cambios.
Me parece muy importante –lo he escuchado de niñas y jóvenes– a quienes estos planteamientos las interpelaron, porque la subjetividad de ellas no se reconocía tanto en la política, porque no necesariamente veían ahí estos giros hacia lo nuevo. ¿Qué es y cómo generamos horizontes nuevos? ¿Cómo actualizamos la institucionalidad política? ¿Cómo actualizamos el rol de los políticos y las políticas?
Hay una tendencia a mostrarse en un ritmo determinado, de una manera determinada, acotada, muy inmediata, pero también hay una expectativa que me parecía importante y responsable de interrumpir, que tenía que ver con que –se quiera o no– este enaltecimiento de la pareja presidencial sirve o puede verse como una suerte de modelo de pareja. Y en ese sentido, me parecía que cuestionar un poco eso o hablar de eso –a veces no todo es crítica, sino que es pensamiento crítico: cuando hay pensamiento crítico uno pone las cosas sobre la mesa.
Tenemos muchos ejemplos de mujeres políticas fuertes que son descritas como si fueran hombres. El troleo por las redes sociales tiene que ver con que en realidad deben ser hombres. Y para poder atacarlas hay que transformarlas en hombres. También hay una fijación respecto de cómo se distribuye la composición de los roles según el género en política. El hombre es como si tuviera todas las características masculinas para tener su liderazgo. En el caso de las Primeras Damas, la expectativa es que se vea compensada por esta parte dulce, caritativa, media virginal ya que no es necesariamente atractiva, como moderada, tiene algo de … ¿cómo me decían al principio? Bueno, yo pensé mucho si iba a asumir o no este rol, entonces me decían todo tipo de cosas, especialmente que la mejor forma de ser Primera Dama era siendo discreta, en todo sentido. Y a mí me parece que todas esas discusiones han sido fascinantes.
Pressenza: ¿Cómo te explicas este gesto más allá del rol mismo, que es asumir y habitar un cargo para dejarlo y para desarmarlo, para vaciarlo?
Irina Karamanos: Pienso que probablemente no es tan común haber dejado el poder al terminar la misión, porque otros cargos –que no hay ninguno igual– no hay otro, al que se le dote de una oficina en el Palacio de La Moneda por ser la pareja, en este caso del Presidente, y que tenga a su vez una construcción institucional, que es como un trabajo, siendo además no remunerado, ad-honorem y caritativo, en todo lo respecta a lo que esa mujer tiene que hacer.
Probablemente no es muy común estar en el poder, o tener el poder y luego dejarlo al terminar un plan. En vez de decir “pero si desde aquí se pueden hacer tantas cosas”, lo que me han dicho millón de veces: “podrías haber creado un proyecto, podrías haber dejado un sello, ¿cuál es tu sello?”. Y yo decía: es que no es personal, entonces no quiero dejar un sello mío. De hecho tampoco quiero reforzar el que esta figura deje “sellos”. Sin ser desconsiderada sin embargo con la historia, porque por supuesto que hay momentos en donde varias figuras que han habitado este rol han construido proyectos a propósito de urgencias, que en su momento no necesariamente se podían suplir por las carteras.
Hoy en día todos los ámbitos que a mí se me pedía abordar, trabajar, liderar, eran solamente ámbitos ya ligados a carteras y a temáticas ya disponibles. En ese sentido, me parece que es solo una actualización en donde lo deseable sería, y eso es lo que propusimos, que en la presidencia no esté anclada la institucionalización de la pareja del Presidente.
Eso es lo que desaparece. Pero lo que continúa es cuál es el nuevo escenario para un sujeto que entra en esta condición. Es decir, la próxima Presidenta o Presidente, puede tener una persona a su lado, a nivel afectivo, muy cercana y que probablemente cuente también con cierta exposición pública dependiendo también de cómo lo regule esa persona. Pero eso ya va a formar parte –yo creo– de cómo es que el imaginario cultural, respecto de esa persona, va a ir cambiando.
Yo creo que va a ir cambiando. En mi caso, entré en este rol como si entrara a un círculo, luego hicimos arqueología de todas las paredes del círculo y fuimos desmontando ese círculo para decir: un sujeto en política puede también indicar, poner y llamar la atención, visibilizar y luego modificar, si es que se considera necesario, según criterios democráticos y feministas, lo que mejora el instrumento.
Eso, ese ejercicio militante, es un capítulo, una misión feminista, y luego, lo que no dejo yo de ser es: ni sujeto ni militante. Entonces ahora vendrá otra etapa, y así también yo espero que sea para la siguiente persona. Que su sujeto pueda también desplegar los cambios que se vayan identificando, pero ya a nivel cultural. Es decir, puede ser a nivel discursivo, por ejemplo, pero no el anclaje en la institución.