La pobreza extrema, la guerra en Ucrania, el terremoto en Turquía, la crisis climática fueron los temas principales de la Asamblea General de Naciones Unidas, en la que su Secretario General Antonio Guterres tomó la palabra para alertar sobre la catastrófica situación, diciendo: «Las perspectivas de paz no cesan de reducirse. Los riesgos de una escalada y una carnicería más no cesan de aumentar», señaló. «Temo que el mundo esté avanzando dormido como un sonámbulo hacia una guerra más amplia y temo que lo esté haciendo con los ojos muy abiertos». Recordó también el conflicto entre Israel y Palestina, la situación en Afganistán, Birmania, el Sahel y Haití. «Si todos los países cumplieran las obligaciones que emanan de la Carta de Naciones Unidas, el derecho a la paz estaría garantizado», insistió.
Respecto del cambio climático, que constituye una de sus mayores preocupaciones, insistió en que el reloj está al borde de «la catástrofe mundial total», exhortando a «despertarnos y ponernos a trabajar», porque «el precio de la inacción excede con creces el precio de la acción». Denunció también la ausencia de «visión estratégica» y «el sesgo cortoplacista» de los responsables políticos y económicos, catalogándola no solamente de «profundamente irresponsable, sino que es inmoral».
Instó a pensar en las generaciones futuras, retomando su llamado a una «transformación radical» de la arquitectura financiera mundial. «Hay algo fundamentalmente perverso en nuestro sistema económico y financiero», subrayó, destacando la responsabilidad en el aumento de la pobreza y el hambre, la brecha entre ricos y pobres o el peso de la deuda de los países en desarrollo.
«Sin reformas fundamentales, los países y los individuos más ricos van a seguir acumulando riquezas y dejando solo migajas a las comunidades y a los países del Sur». En septiembre pasado, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP), estimó que el mundo había retrocedido cinco años en términos de desarrollo humano (salud, educación, nivel de vida).