El tablero mundial de la geopolítica y de los intereses del poder económico mundial nos hace cada vez más proclives y nos acerca a una guerra mundial si no lo evitamos. En dicho tablero, los líderes políticos en lugar de unirse para intentar establecer la paz entre las naciones que se encuentran en guerra, incrementan la posibilidad de dicha confrontación con acciones y declaraciones bélicas que intentan justificarla. Lo vemos claramente con la invasión de Rusia a Ucrania. En lugar de esforzarse en crear delegaciones de paz para acabar con el sufrimiento y el dolor, envían armas, material logístico de guerra y ahora acorazados para seguir alimentando un conflicto al que, en un principio, nadie nos ha llamado y en el que se está participando ilegalmente al no tener el consentimiento del Congreso ni de los ciudadanos y cuyas consecuencias, sin embargo, las sufre la sociedad civil.
En los medios de comunicación, en las declaraciones de los políticos, en la subida de los alimentos, en el aumento del coste de la energía, en los consejos económicos…, se habla de que estamos en guerra para convencernos de que vivimos una economía de guerra. ¿Contra quién? ¿Quién ha declarado la guerra a España? ¿Con qué derecho se utilizan nuestros impuestos para enviar material para matar? ¿Es esto una democracia? ¿Dónde está el espíritu socialista de “No a la guerra” cuando millones de personas nos echamos a la calle contra la guerra de Irak? ¿O es que los socialistas actuaron de esta forma porque estaba gobernando el Partido Popular? Es inconcebible que un partido que dice ser progresista se apunte con los ojos cerrados a enviar material de guerra para matar humanos con dinero público y sin consulta a la sociedad civil. ¿Dónde está el compromiso de todos los países con la Carta de las Naciones Unidas?
Este es el panorama inaudito en el que estamos inmersos en estos momentos tan complicados y peligrosos en los que atraviesa no solo Europa, sino la hHumanidad. El Secretario General de la OTAN no es capaz de intentar dialogar para que este incremento bélico disminuya, ni tampoco la Unión Europea. Solo se ocupan de añadir declaraciones belicistas, echando leña al fuego con la intención de que el bosque se prenda en lugar de apagarlo.
En los medios de comunicación nos enseñan a mercenarios españoles que han ido a Ucrania a matar, como si fueran “héroes”. Hay encuestas que apoyan en un 50% el envío de armas e incluso si es necesario de personal militar a Ucrania. ¿Es que no hemos escarmentado con la pasada Guerra Civil Española?
A todo esto, altos funcionarios de Defensa de Estados Unidos han advertido de la posibilidad de entrar en guerra con China en 2025. El Jefe del Comando de Movilidad Aérea estadounidense ha pedido a su personal que se aceleren los preparativos para un posible conflicto. ¿Se han vuelto locos todos los líderes mundiales? ¿Están todos deseando que haya una guerra mundial para así levantar el nuevo orden mundial?
Survival Internacional denuncia la emergencia sanitaria del pueblo indígena Yanomami en un genocidio premeditado por el anterior presidente de Brasil, Balsonaro, y que se ha estado gestando desde hace años, permitiendo que los mineros y buscadores de oro hayan propagado enfermedades, contaminado ríos y envenenado a los indígenas con mercurio, además de destruido bosques y violado los derechos humanos, desmantelando sin consideración alguna el servicio de salud indígenas. Se estima que más de 570 niños yanomamis de menos de cinco años han muerto por enfermedades evitables. Un genocidio en el que la comunidad internacional mira hacia otro lado, como las hambrunas en muchos países de África o de otros conflictos bélicos de los que no se informa en absoluto.
La única persona política que parece tener cordura y que de forma continuada está intentando que esta locura no siga adelante, aunque con poco éxito, es el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Manuel de Oloveira Guterres. Sus múltiples llamamientos a los gobiernos del mundo para que hagan las cosas bien no parece que les llegue al corazón de los líderes mundiales que siguen con sus políticas abusivas sin pensar en una unidad para el futuro de la humanidad.
En las últimas declaraciones, Guterres ha dejado claro que estamos en un callejón sin salida y que debemos retomar con urgencia un nuevo rumbo. Se necesita cambiar la configuración mental de quienes toman las decisiones y ha señalado siete prioridades:
- El derecho a la paz: “Si todos los países cumplieran sus obligaciones en virtud de a Carta de las Naciones Unidas, el derecho a la paz estaría garantizado […] Me temo que el mundo no camina sonámbulo hacía una guerra más amplia. Lo está haciendo con los ojos bien abiertos”. No se puede decir más claro ni más fuerte.
- El derecho al desarrollo: “Algo va fundamentalmente mal en nuestro sistema económico y financiero”. En relación a la pobreza, al aumento del hambre, contratos basura, protección social. “La arquitectura financiera mundial está en el centro del problema y se necesita una transformación radical, que corrija tales desmanes”.
- El derecho al medioambiente. Ha pedido “poner fin a esta guerra despiadada, impecable y sin sentido contra la naturaleza”. Se lo ha pedido a las naciones, es decir a los políticos que son los responsables de la degradación medioambiental. No a los ciudadanos, pues es una práctica común echar la culpa a la sociedad civil para así lavarse las manos nuestros dirigentes.
- El respeto a la diversidad de los derechos culturales. “Seamos de donde seamos, vivamos donde vivamos, la cultura es el corazón de la humanidad”, en claro apoyo a los pueblos indígenas, quienes están siendo perseguidos en todo el mundo. “Detengan el odio. Establezcan fuertes barreras de seguridad”.
- El derecho a la igualdad de género. “Al ritmo actual, las mujeres podrían tardar 286 años en alcanzar el mismo estatus jurídico que los hombres. Y las cosas van a peor. Nos enfrentamos a una ofensiva contra los derechos de las mujeres y las niñas”
- Los derechos civiles y políticos. “La pandemia se utilizó como tapadera de una pandemia de violaciones de los derechos civiles y políticos. Las leyes represivas restringen la libertad de expresar opiniones. Las nuevas tecnologías ofrecen a menudo excusas y métodos para controlar la libertad de reunión incluso la libertad de circulación […] El espacio para la sociedad civil se desvanece ante nuestros ojos.”
- Los derechos de las generaciones futuras: Nos dice que todas las amenazas a la que nos enfrentamos, socavan también los derechos de las generaciones futuras.
Estas siete prioridades, que Guterres ha denunciado, van dirigidas solo y exclusivamente a los políticos y dirigentes mundiales que son los responsables de que no se cumpla ninguna de ellas y que estemos abocados a un fracaso como civilización. Es por ello que urge levantar nuestras voces y hacerles comprender que por el camino que nos están llevando, nos dirigimos a un apocalipsis de consecuencias imprevisibles. Les pagamos, no para calentar un sillón, sino para poder avanzar con dignidad en los siete derechos básicos anunciados por el Secretario de Naciones Unidas. No podemos quedarnos impasibles ante las graves situaciones de emergencia con las que nos enfrentamos. La humanidad tiene el derecho adquirido de vivir en paz con sus semejantes. ¿Acaso no hemos aprendido la lección en las pasadas guerras mundiales y civiles? La sociedad necesita una esperanza y un futuro digno, un camino para potenciar el saber humano, avanzar junto con las tecnologías hacia un futuro prometedor en el cual las generaciones futuras puedan disfrutar del verdadero sentir de la vida, de la felicidad de tener un trabajo con las necesidades básicas cubiertas, de una verdadera democracia donde la verdad y el bien público sean pilares inamovibles y el Congreso sea en realidad la Casa del Pueblo, donde no existan confrontaciones y la sabiduría impere.
Sé que, en un futuro, Guterres será recordado como el gran pacificador de la humanidad, el que intentó por todos los medios convencer a los gobernantes del mundo que iban por mal camino y dándoles rumbos y cartas de navegación para llevar a buen puerto nuestra maltratada nave Tierra. Su lucha debe ser la nuestra.