Feministas del Sur
Este fin de semana se han reunido en Sevilla las élites de la profesión médico-sanitaria para abordar “los retos futuros y nuevos paradigmas de la nueva ética y deontología médica” que se plasmarán en un nuevo Código ético y que afectará a todos los niveles de la profesión. Como es habitual, con una mayoría de ponentes hombres y pocas mujeres.
La elaboración de un nuevo código ético fue anunciado en los medios de comunicación especializados, por el propio presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España. El borrador ha estado guardado con riguroso celo, aunque ya ha recibido más de 3000 enmiendas y se han producido manifestaciones públicas de profesionales contrarios al mismo, que anuncian demandas.
El sistema médico-sanitario ha sido y es trascendental en la vida de las mujeres, y no solamente por su desempeño en controlar y tutelar la función social y reproductiva de las mujeres, como ha sido la práctica hasta ahora, también por las repercusiones de las decisiones y protocolos médicos en nuestra salud.
El sesgo patriarcal, la visión androcéntrica y la discriminación siguen muy vivos y funcionando dentro de esta rama del conocimiento y de la ciencia aplicada que es la medicina, tanto por la baja representación de las mujeres profesionales en los cargos de dirección y órganos de decisión, a pesar de ser mayoría entre el personal sanitario, como por su invisibilización como sujetos de estudio en la investigación científica, en donde se han utilizado a los hombres como modelos de experimentación y ensayos clínicos, extrapolando luego los resultados obtenidos a las mujeres.
Este androcentrismo patriarcal, muy alejado de criterios científicos, ha tenido enormes repercusiones en la vida y las afecciones de las mujeres llevando a graves errores en diagnosis y tratamiento, ignorando asimismo patologías propias a la especificidad del cuerpo de las mujeres y su manifestación clínica
A pesar de que en los últimos años se había avanzado en la investigación y diagnóstico diferencial atendiendo a las variables biológicas y características disímiles de ambos sexos, las mujeres llevamos años denunciando un nuevo retroceso en la ya ancestral discriminación de las mujeres y la vulneración de sus derechos humanos.
Una involución social y científica se está produciendo actualmente con la hormonación y mutilación de menores siguiendo protocolos y métodos experimentales, denunciados no solo desde el movimiento feminista, sino también desde otros ámbitos del conocimiento y la ciencia a nivel internacional.
Las mujeres denunciamos que en este país se está implantado políticamente una distopía, un dogma acientífico que se pretende normalizar al aplicarse las directrices ideológicas de las leyes transgeneristas actualmente en su última fase de tramitación en el Congreso. Leyes que volverán a invisibilizar a las mujeres en los estudios estadísticos y de investigación, cuando se legalice la posibilidad del cambio del sexo registral, sin más requerimientos que la voluntad y el deseo del propio sujeto y que operará como realidad material a todos los efectos sociales, políticos, médicos, estadísticos y de investigación.
Bajo el imperativo de una ideología política que impone sanciones y penas, se pretende suprimir un principio científico material y constatable: la diferencia biológica entre los dos sexos del linaje humano y la inmutabilidad del sexo en la especie.
En esta época donde la ética humana y profesional la marca el beneficio económico y la mercantilización de los cuerpos, la experimentación sobre el cuerpo de las mujeres ha llevado, por ejemplo, al trasplante de útero de mujeres vivas, a la experimentación y comercialización de los óvulos extraídos sin control de mujeres jóvenes precarizadas, o a la mal llamada “gestación subrogada” que la industria y lobbies de interés pretenden legitimar como una técnica de reproducción asistida, cuando en modo alguno lo es. Todas esas prácticas se están produciendo con la agencia y colaboración de la clase médica. Sin los profesionales sanitarios, no serían posibles.
Vemos que las directrices políticas, la privatización sin freno de la sanidad y la mercantilización, por partes, del cuerpo de las mujeres, interfieren tanto en la actuación médico-sanitaria como en la supuesta ciencia en la que se apoyan los profesionales, empleándose actualmente criterios de experimentación y prácticas de tan dudosa ética, que las mujeres interpretamos el notorio obscurantismo de las élites médicas en la elaboración del nuevo código, como una más que probable legitimación de nuevas agresiones a los derechos de las mujeres y a la protección debida de nuestros propios cuerpos.
Cuando las directrices políticas, la ideología patriarcal, el mercado y los lobbies de interés interfieren en la práctica médica a nivel de modifican los propios principios éticos de la profesión, constatamos que esa práctica se ha alejado ya de los postulados de la ciencia.
Así lo han denunciado este fin de semana las mujeres feministas a las puertas del Congreso médico de Sevilla, ante los alarmantes anuncios del uso del cuerpo de las mujeres de gestación para terceros, como práctica ética contrarias incluso a las propias leyes estatales existentes.
A pesar de las soflamas que apelaban al interés social, se ha debatido un nuevo Código Ético ideado sin ninguna intención de transparencia ni debate público ni con las mujeres, ni con la sociedad a la que deberían servir. No puede existir ética sin democracia.
La fecha de clausura del Congreso ha coincidido, paradoxalmente, con la conmemoración del día internacional de las Mujeres y las niñas en la Ciencia y con las grandes manifestaciones en defensa de la salud y la sanidad pública, que al parecer no han provocado ningún interés ético ni inquietud alguna a las élites reunidas en Sevilla.
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