Una definición precisa y cerrada de lo que significa defender una política de izquierdas es un empeño inútil. Además, es poco interesante. Entre otras razones, aunque no por las únicas, porque distintas personas o partidos que se consideran de izquierdas pueden tener, y de hecho así siempre ha sucedido, propuestas diferentes de una misma situación política. Las izquierdas tienen distintas visiones ante el mismo problema abordado. Es un hecho. Ahora va una valoración: es bueno que haya distintas visiones. De ahí que socialismo y democracia son carne y uña. Cuando no ha sido así, han perdido tanto el socialismo como la democracia. Es decir, la inmensa mayoría de la población.
Constatar lo afirmado no equivale a sostener que “todo vale”, que cualquier propuesta política puede ser calificada de izquierdas. Ni cualquier cosa es democracia. Ni mucho menos equivale a mantener que todo “es relativo”. El relativismo de todo tipo es mal consejero. Si en ciencia, como afirmaba Mario Bunge, los partidarios del relativismo “niegan la existencia de verdades generales y sostienen que la ciencia no es sino una de tantas maneras de contemplar o ‘construir’ el mundo”, en política el relativismo vendría a decir que toda la política es igual y que las personas que se dedican a la política son también lo mismo. Y si bien es verdad que hay partidos políticos que a veces se hacen difíciles de distinguir, como el Partido Popular y el PSOE en tantas ocasiones en la historia de las últimas décadas del reino de España, intentar hacer pasar como si fueran siempre lo mismo estos dos partidos y, para extremar el relativismo, otros a su izquierda y a su derecha, puede ser motivo de errores de bulto y en cualquier caso se trata de una simplificación estéril políticamente.
El caso del Partido Socialista de Cataluña
Todo esto viene a cuento porque hay partidos que, por mucho que intentemos evitar la simplificación a la que aludíamos, ponen muy difícil aceptar que sean políticamente lo que ellos mismos dicen que son. El Partido Socialista de Cataluña (PSC) se define de izquierdas. Y si miramos su larga historia no hay duda que podríamos poner episodios gloriosos de políticas defendidas por este partido que solo una perspectiva muy sesgada no podría clasificar claramente de izquierdas. Pero desde hace algunos años cada vez cuesta más encontrar momentos de este partido cuya política pueda ser clasificada de izquierdas. O, dicho con otras palabras: es realmente arduo encontrar alguna política concreta importante del PSC que no sea más cercana a las derechas que a las izquierdas. En todo caso, el PSC tiene un factor que lo salva ante muchos ciudadanos y ciudadanas, a saber: los de derechas son tan de derechas que cualquier cosa parece en comparación de izquierdas. De eso también se alimenta el PSOE: son tan de derechas la extrema derecha fascista de Vox y la derecha extrema filofranquista del PP que en comparación ellos son de izquierdas. Recuerdo que un economista de izquierdas dijo hace pocos años que Reagan y Thatcher hoy nos parecerían de centro izquierda si comparamos las políticas económicas que se han puesto en práctica en los últimos años, después de padecer sus respectivos gobiernos. ¿Reagan y Thatcher de centro izquierda? Cualquier persona bien informada negaría tal cosa, y podría aportar profusión de datos para apuntalar la negación, pero también estaría obligada a aceptar que después de estos dos infames personajes las políticas económicas puestas en funcionamiento en las últimas décadas, con las excepciones que siempre se pueden encontrar, han estado aún más a su derecha.
En Cataluña, a diferencia pongamos por caso de Extremadura o de La Rioja o de Murcia, existe un factor político de primera magnitud: la cuestión nacional. Para cualquier persona de derechas fuera de Cataluña lo que se precisa es una represión más o menos bestia para solucionar el “problema”. Para una gran mayoría de personas de izquierdas fuera de Cataluña (y de Euskadi y de Galicia), se acostumbra a alegar que la cuestión nacional catalana o bien ha sido inventada por la derecha, o bien la burguesía la utiliza para desviar los problemas sociales importantes, o bien se trata básicamente de un movimiento pequeñoburgués. Y la lista podría continuarse con alegaciones parecidas con leves variantes. Aunque cualquier dato diga exactamente lo contrario: peor para la realidad. Solamente hace falta repasar la hemeroteca durante los años de la revuelta catalana por el derecho a la autodeterminación que algunos quisieran ver muerta y enterrada, cosa que es valorativa y simplemente define la perspectiva de quien emite el juicio, y algunos lo dicen como si de un hecho se tratase (“está muerta”), aunque los datos apunten a otras direcciones más bien contrarias.
Tampoco es un hecho que “nacionalistas” sean únicamente los que reivindican el derecho a la autodeterminación en Cataluña (o en Euskadi o en Galicia), y los que lo niegan en defensa de la unidad de España no lo sean. Unos son en todo caso nacionalistas sin Estado (y se puede defender el derecho a la autodeterminación sin ser nacionalista, pero ahora no se entrará en ello) y otros con Estado, con todo lo que implica de diferencia cuando un ejército, una monarquía, un poder judicial no están aleatoriamente distribuidos, por decirlo con palabras muy neutrales. La asimetría debería hacer saltar las alarmas de toda persona defensora de la democracia, pero la realidad es la que es y no la que nos gustaría que fuese.
Un partido monárquico y con propuestas sociales ¿de izquierdas?
Y el PSC (33 escaños) en la cuestión nacional catalana no se diferencia del PP (3 escaños), partido marginal en Cataluña, y no excesivamente de Vox (11 escaños).
Bueno, podría objetarse, el PSC en el tema nacional catalán es claramente monárquico borbónico y unitario español, de acuerdo, pero socialmente tiene propuestas claramente de izquierdas. Sería algo que podría efectivamente darse. Pero no se da. Vayamos a los hechos de las últimas semanas para no ir más lejos. El PSC presentó sus propuestas para pactar los presupuestos que presenta el gobierno catalán de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) antes de acabar el 2022. Sabido es que hace algunas semanas el partido de la derecha catalana que cogobernaba con ERC, Junts (32 escaños), abandonó el gobierno. Este hecho obliga a ERC (33 escaños) a tener que pactar con otras fuerzas políticas los presupuestos. Hace algunas semanas, ERC llegó a un acuerdo con En Comú Podem (ECP) relativo a los presupuestos, pero entre ERC y ECP (8 escaños) no suman suficiente número de diputados y diputadas para aprobarlos. Junts o el PSC son imprescindibles para obtener esta mayoría. Junts está en actitud de no acordar nada con ERC con lo que el PSC obtiene un papel protagonista evidente. Y en un documento hecho público poco antes de finalizar el año el PSC publicó sus propuestas. Propuestas que se han ido concretando más si cabe por distintas declaraciones en estos últimos días por parte de dirigentes de este partido. Algunas de las más destacadas propuestas son conocidas: 1) Ampliación del aeropuerto del Prat (una propuesta polémica a la que se han opuesto los partidos de izquierda y muchos colectivos ecologistas y del que ya hemos dedicado algún análisis en estas páginas). 2) El llamado Hard Rock o el centro recreativo y turístico de Vila-Seca y Salou, un complejo con hoteles, salas de juego, casinos, campos de golf, parques temáticos, restaurantes, piscinas… Una propuesta que Artur Mas e Isidro Fainé han defendido en su momento con fervor. 3) El llamado cuarto cinturón de Barcelona. 4) Ampliar la dotación de los mossos d’esquadra en 600 policías más para todo el territorio.
Pero quiero referirme específicamente a un punto quizás no tan espectacular como los citados, pero que tiene su retranca. Es la propuesta del PSC de suprimir el plan piloto sobre la renta básica que el gobierno de la Generalitat viene diseñando desde hace más de un año y cuyo inicio está previsto para mediados de 2023. Un plan piloto que es producto del acuerdo entre la candidatura de izquierda independentista CUP (9 escaños), que hizo de la RB un tema central en la última campaña electoral de las elecciones catalanas, y ERC. Se trata de uno de los planes piloto de la renta básica más ambiciosos del mundo, como hemos tenido la oportunidad de explicar en ocasiones anteriores. Un plan piloto que está despertando la curiosidad, y la admiración vamos a decirlo, de muchos académicos de todo el mundo. El propósito del PSC para suprimir este plan piloto es ahorrar 40 millones. No hay duda de que los 40 millones de ahorro no son el objetivo de la liquidación de esta propuesta (sobre un presupuesto de unos 30.000 millones, 40 millones es algo insignificante), el objetivo es cargarse un plan piloto de una propuesta molesta para un partido que apoya en cuerpo y alma el Ingreso Mínimo Vital(IMV), que si algo significa es la antítesis de una propuesta como la renta básica universal e incondicional, como también hemos explicado muchas veces. Que un plan piloto fuera un éxito podría suponer un revés para la política de pobres por la que apuestan el PSC y el PSOE. Especialmente si los resultados del plan piloto aportan algunas indicaciones adicionales sobre las virtudes comunitarias de una RB. El PSC apuesta por otras cosas muy distintas: el IMV y la Renta Garantizada de Ciudadanía (la versión catalana de otro subsidio para pobres). Una política, la del IMV y de la RGC, harto opuesta a una política para garantizar la existencia material de toda la ciudadanía como es la de la RB.
Además, en declaraciones al respecto de algunas destacadas dirigentes del PSC como es el caso de Alícia Romero en la televisión pública catalana el pasado 18 de enero, son una muestra de despiste oceánico. O ignorancia o mala fe, puesto que datos y estudios están a la disposición de quien quiera leerlos, o, para qué vamos a engañarnos, una combinación de ambas. Decía esta señora en televisión que el coste de una renta básica en Cataluña sería de 50.000 millones. Sí, tan pimpante se quedó, ¡50.000 millones! ¿Ha leído algo de lo mucho que hay escrito de cómo se financiaría una renta básica en Cataluña y en cualquier parte del mundo? Si lo ha hecho, no lo ha entendido. Si lo ha entendido, lo tergiversa. Si no lo ha leído, no puede hablar, pero habla dictando sentencia.
Veamos su error, por otra parte muy común entre las personas que hablan de la RB sin haber leído más que algún título de la abundantísima producción académica, alguna buena y alguna otra mala, sobre la cuestión.
Esto no es el coste de la renta básica: Cb = rb x p
Coste bruto (Cb) de la RB es igual la cantidad de RB (rb) por el número de personas que la reciben (p): Cb = rb x p.
Y aquí se quedan: tanta cantidad de RB por tantas personas son tantos millones de euros. Economistas de servilleta, como les llama Guy Standing. Alícia Romero aquí se queda. Pero hay mucho más por delante si se quiere tratar la RB de forma seria. Al coste bruto hay que restarle lo que el Estado se ahorraría, es decir, lo que ahora paga y no debería pagar con una RB y a su vez hay que tener en cuenta lo que más cuesta de entender a algunas personas ejemplificadas por esta dirigente del PSC. ¿Qué les cuesta entender? Se trata de lo siguiente. Si yo recibo una RB de 1000 euros al mes libre de IRPF y en un plan de reforma del IRPF que permitiese financiar la RB me descuentan porque formo parte del 20% más rico en renta de la población 1000 euros más, es obvio que al Estado mi RB no le cuesta nada: 1000 me da, 1000 me saca. Sin necesidad de alta matemática, es fácil constatar que 1000 – 1000 = 0. Pero para las Alicias Romero y personas que computan el tema de forma parecida, el coste para el Estado es de 1000 euros. Error, craso error[1]. Error que se repite hasta la saciedad. Y sirve para hacer demagogia más o menos efectiva, pero no conocimiento. Uno imagina que una dirigente del PSC debe tener asesores. Quizás no se han esmerado en esta ocasión y su asesoramiento ha sido deficiente. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con la RB, pero declaraciones como la de la dirigente del PSC mencionada, pueden resultar efectivos emocionalmente entre personas que no conozcan demasiado sobre la cuestión, pero no sirven para enriquecer mínimamente el debate. Porque no son argumentos, son falacias.
En fin, pronto habrá elecciones municipales, y quizás autonómicas, en Cataluña. Y se trata de marcar posiciones, ya sabemos. La manera de marcar estas posiciones por parte del PSC no es precisamente un modelo de política de izquierda, por muy manga ancha que se tenga acerca de lo que es una política de izquierda.
[1] Scott Santens lo resume así: “Es un malentendido habitual creer que calcular el coste de una RB pasa por la simple multiplicación de dos cifras, de manera idéntica a como un estudiante aprende a hacer su primera multiplicación. Calcular de manera precisa el coste de una RB exige un poco más de esfuerzo, de manera idéntica al de un estudiante que aprende en un curso preparatorio de matemáticas. Es la suma de dos series aritméticas finitas, en la que una es la suma de todos los valores positivos y la segunda es la suma de todos los valores negativos. Son estas dos sumas las que, juntas, responden a la pregunta, ‘¿Y por cuánto nos sale esto de una Renta Básica Universal?’”.