Los aportes de José Carlos Luciano Huapaya no han perdido vigencia luego de diez años de su desaparición física; al contrario, parecen más necesarios para interpretar de una manera científica y militante a la vez, este aspecto de la realidad nacional que constituye la presencia afroperuana. Como buen analista social, solía ser muy reacio a interpretar el problema desde el caso particular, sin que quiera decir que no le importaba las situaciones concretas. Su análisis integral no está sustentado simplemente en el desarrollo de las herramientas teóricas de las ciencias sociales, sino en la propia experiencia vivida, lo que confiere rigurosidad teórica a sus afirmaciones, aunque estas no coincidan, necesariamente, con las que las corrientes imponen en cada época. La importancia, y trascendencia de José Luciano Huapaya, está en ser el primer estudioso de la realidad social desde una perspectiva afroperuana.[1] Es decir, combina la formación en las ciencias sociales, y el rigor metodológico que esto implica, con la identidad al haber participado de todo este movimiento que rescata y reivindica el tema afroperuano. Combinación difícil pues la posición del analista implica tomar distancia del problema para ganar objetividad, y por ello ha habido una velada desconfianza en los trabajos provenientes de las fuentes mismas de una situación analizada. En este caso, el hecho que Pepe fuese no solamente afrodescendiente sino activista de las reivindicaciones afroperuanas, podrían considerarse como una restricción a la objetividad.
Sin embargo, es también cierto que no se puede hacer ciencia social y análisis social sin estar de una u otra manera implicado en este proceso que se analiza. Un sociólogo, que analiza la sociedad, es miembro de la misma, por tanto está implicado en ella, su perspectiva de la vida siempre estará presente, pues él estará analizando como sujeto con subjetividad buscando objetividad. El rigor implica la distancia metódica, no la exclusión, a todas vistas imposible, de la pertenencia o identidad social. En el caso de Pepe Luciano ella aporta un hecho significativo a la trascendencia de su trabajo: el enfoque y la percepción de la importancia del tema. En la sociología suelen ver al mundo como un todo en el cual se trabaja con fenómenos causales y causados por mecanismos más o menos coincidentes. Es el intento de explicar el comportamiento social con parámetros y paradigmas explicativos válidos y validados por el análisis cuantitativo. La antropología, para ir al extremo de la ciencia social en el mismo aspecto, se enfocará en los universos particulares que conforman la convivencia propia de los grupos humanos, y como tal destacará las especificidades de cada grupo, que permiten entender la interrelación de los mismos en una sociedad mayor.
El tema afroperuano puede ser enfocado desde las dos perspectivas de las ciencias sociales (y desde todas las variantes de las mismas). Con mayor o menor éxito se han aproximado entradas desde la perspectiva más sociológica y la antropológica, algunas de las cuales son un valioso aporte.
Pero en el caso de José Luciano se presenta el hecho de no perder nunca el rigor científico y metodológico del análisis social, y la perspectiva de la importancia del tema afroperuano. Porque para percibir que el tema es fundamental, es justamente la propia vivencia de la experiencia la que conmina a destacar este fundamento. Esto lo tenía claro desde sus primeras intervenciones. “A su vez, pretende superar en un enfoque innovador concepciones de corte ‘radical’ que desde una ortodoxia esquemática intentaron aplicar ‘modelos analíticos’ totalmente desconectados con nuestra realidad que conllevaron, al ser aplicados, estruendosos fracasos o el reforzamiento de estereotipos y valores negadores de la importancia de nuestros grupos étnicos en la configuración de nuestro país como multiétnico y plurirracial. Esta situación fue particularmente grave en lo que atañe al estudio del mundo andino y al de las personas de procedencia africana”.[2] Con lo que está clara la intención metodológica del sociólogo, y la intención humana militante está en esta otra afirmación “Para mí, el afro que luche o la mujer afro que luche tiene que asumir que lo hace por su entorno, por gente viva y no por abstracciones conceptuales que a la larga nos pueden llevar al fanatismo y a la pérdida del sentido de lo humano, de su acción, de su esfuerzo”.[3]
Por ello nos muestra que el tema afroperuano tiene dos entradas complementarias, aunque distintas, en la cual una es la situación social de la población afrodescendiente, y la otra la identidad de los afroperuanos. En cuanto a la primera, siempre remarca la pertenencia al sector de la sociedad denominado los pobres, y no es una afirmación gratuita, sino destinada a mostrar que la ubicación social no es ningún mérito para generar exclusividades, y de paso obtener beneficios, sino para compartir esa realidad más integral que es ser parte del pueblo pobre. Desde allí, las condiciones sociales pueden comprender la realidad de la discriminación y el racismo. Para Pepe Luciano la discriminación está asentada en cuatro condicionamientos sociales, que son el estado, la educación, el mercado laboral y el sistema judicial. Todos absolutamente excluyentes, por tanto fundamento fáctico de la discriminación. Hay un condicionamiento para la discriminación desde un estado con una estructura vertical democrática, en la que la participación democrática es simplemente la elección de unos representantes, para un tiempo determinado, en medio de estructuras que alejan más del pueblo el destino político del país. La ausencia de medios participativos por parte del estado es uno de los condicionamientos para la discriminación y el racismo.
La Educación, con una estructura vertical en la que se favorece la segmentación de la calidad educativa, en vez de favorecer la democratización del conocimiento, en su calidad de gestor y receptor, en un estado que constitucionalmente proclama la igualdad de oportunidades y que dedica al principal mecanismo de igualación de oportunidades el menor nivel de importancia económica y política.[4] El mercado laboral, que privilegia un empleo de baja calidad, sin posibilidades reales de emulación y crecimiento, sin otorgar los beneficios necesarios para una adecuada calidad de vida, que condena a condiciones miserables de vida a la mayoría de trabajadores, mientras un grupo exclusivo puede gozar de beneficios, es también condición para la discriminación y el racismo. Por último, un sistema judicial que no está diseñado para favorecer a los más pobres, en el cual la única garantía segura de obtener justicia es el poder económico, es condición para el racismo y la discriminación. Es decir, Pepe Luciano entendía que el problema del racismo y la discriminación era el problema de los pobres, que son las víctimas de este fenómeno, que es la condición material de pobreza y marginación la que permite que estos cuatro condicionamientos perpetúen esta situación, enfocando, de este modo, de manera clara lo que es el racismo estructural.
Por otro lado, enfocó el tema de la identidad como necesidad de afirmación del pueblo para posibilitar la generación de fuerzas transformadoras de esta situación. Encontraba como factor importante la recuperación de la autoestima, que por una parte devuelve la confianza en sí misma a la persona que ha sido rechazada por la historia oficial, por la realidad social, y a la cual se le alimentan con mensajes negativos de incapacidad. Una autoestima muy lejana a las campañas de autosuperación, en la cual la solución a los problemas está en el camino personal para alcanzar logros personales. La autoestima consiste en darse cuenta de la realidad de ser persona, un ser humano tan valioso como todos los seres humanos. De esta manera, al asumir la dignidad de persona humana, con todos sus derechos, es capaz de ver cómo la sociedad tiene estructuras que condicionan la situación de pobreza, en la cual los que pueden superar esta condición son la excepción.[5] También es capaz de ver que tiene el derecho y la posibilidad de cambiar estos condicionamientos, que puede asumir la tarea de superarlo, como persona que lucha por mejorar sus condiciones personales e individuales, o como parte de un grupo de personas ciudadanas con derecho a exigir el cambio, o juntando ambas actitudes.
La síntesis de estas dos entradas al tema afroperuano es el movimiento, que significa la respuesta de cambio de estas estructuras condicionales del racismo y la discriminación.
Desde su punto de vista, el movimiento debe partir de la autoestima del afroperuano, haciendo una revisión de la historia desde su perspectiva,[6] una revisión de las estructuras básicas de la sociedad, una propuesta de transformación que garantice que el estado no va a ser el primer impulsor de la discriminación por la misma estructuración de la sociedad.
Un aspecto importante de toda esta propuesta, es el realismo con que se debe trabajar. No hay en los textos de Pepe Luciano una referencia directa a ningún mito ancestral, no hay una búsqueda de tipologías o iconografías propias que propongan una cultura alternativa a la existente. Si bien usa y afirma el término afroperuano como un rescate de identidad histórica y de revelación de un proceso social, destaca principalmente la realidad tal cual existe, sin imponerle ropajes extraños, sin agregarle accesorios extras, que aunque provengan de culturas africanas, son tan extrañas y alienantes como las impuestas por la sociedad occidental. Pepe Luciano nos presenta una confrontación con la realidad, ese es su parámetro fundamental.
Para los interesados en analizar la realidad social afroperuana desde diversas perspectivas, este documento es muy útil, por las referencias incluidas, por los análisis realizados, por los datos que se muestran, aunque sea tangencialmente. Para los militantes afroperuanos, la lectura de estos textos resulta fundamental. Es un golpe de realismo que nos confirma la necesidad de la lucha del movimiento afroperuano, pero también la realidad de que el problema es compartido con todo ese sector denominado los pobres del Perú, y que la identidad y afirmación del ser negros, es precisamente para lo contrario, para ser simple pero orgullosamente personas humanas.
Sábado 24 de marzo de 2012.
[1] Puede parecer poco justa esta afirmación, ya que autores como Nicomedes Santa Cruz, realizan importantes entradas a la problemática afroperuana, por citar solo uno. Sin embargo, en el caso de Pepe Luciano lo que se destaca es su formación estrictamente sociológica, es decir, es la entrada desde su formación académica unida a su vivencia como afroperuano, desde la raíz.
[2] Apuntes para una reinterpretación crítica sobre la presencia africana en el Perú, ponencia en el primer seminario sobre poblaciones inmigrantes de CONCYTEC, 1987, p. 198, publicado en esta edición.
[3] Entrevista de Joanna Drzewieniecki “Conversando con Pepe Luciano”, en este mismo libro.
[4] Además de la exclusión absoluta de la presencia afroperuana en los contenidos, como de los mismos grupos indígenas andinos y amazónicos. Para Pepe Luciano esta es parte de la cosmovisión dominante en la que la historia es una herramienta útil a la perpetuación del sistema, como en el resto de contenidos
[5] Es precisamente esta la importancia de la frase del ex presidente Alejandro Toledo al afirmar que él es una excepción a la regla en estadística (un error estadístico). Significa que las condiciones apuntaban a que, en estas condiciones, de ninguna manera un migrante de Cavana hubiese llegado a ser un importante académico de Standford. Lo que resalta Luciano, que es más importante, es cuáles son estas condiciones a modificar, y que el problema no está en incrementar la competitividad personal, sino la estructura social, transformada hacia una con mayor democracia y participación de ciudadanía.
[6] Lo que va a llevar a confrontaciones con la historia official, como lo destaca varias veces al recordar el infeliz artículo de Juan José Vega sobre los “Conquistadores a palos”.