En Brasil a una semana de la asunción como presidente por tercera vez de Luis Eduardo “Lula” da Silva, vuelve a repetirse una crisis política institucional.
La violenta situación no ha sido sorpresiva si vemos desde qué sector ha sido impulsada. Parte de la gran burguesía brasileña ligada al agro-negocio, asociada a algunos sectores de la cúpula militar y a gobernantes y autoridades del bolsonarismo, han alentado a una parte de la militancia neofascista, para llevar a cabo con la complicidad de la inacción de la policía militar, una serie de actos vandálicos contra los principales edificios de la democracia formal.
Este accionar violento iniciado el pasado 8 de Enero, tuvo su núcleo activo en el acampe frente al cuartel del Ejército en Brasilia, es algo que no surgió en las sombras, ha sido anunciado y organizado. Hace dos meses que Bolsonaro comenzó a intensificar su sostenida campaña de desestabilización política, al pretender desconocer el resultado electoral, difundiendo denuncias de un supuesto fraude electoral a partir de noticias falsas, siguiendo el estilo de lo realizado por Donald Trump en los EEUU, en 2020 después de su derrota electoral.
La continuidad de los cortes de ruta, los acampes de bolsonaristas frente a diferentes cuarteles de las Fuerzas Armadas, pidiendo por el “golpe de estado”, el intento de preparación de un atentado para el mismo día de la asunción del nuevo presidente, fueron el preludio que desembocó en los hechos en Brasilia.
Los destrozos se hicieron ante el vacío en la toma de decisiones para impedirlo o frenarlos, tanto del gobernador de Brasilia, como de su jefe de seguridad (ambos bolsonaristas). Lo ocurrido más que un intento de golpe, ha sido una revuelta reaccionaria, autoritaria, irracional y violenta, con poco más de 6 mil personas movilizadas.
Como dijimos en diciembre pasado al analizar la situación de crisis en Perú, estos acontecimientos ocurren en momentos en que el conflicto por la predominancia en la economía mundial entre EE.UU. y China, más la guerra en Ucrania entre la OTAN y Rusia, imponen al pseudo imperio del Norte, asegurar sus fuentes de materias primas (litio, zinc, oro, plata, petróleo, agua, etc.).
Desde nuestra Federación de Partidos Humanistas denunciamos la violenta situación en Brasil promovida por un sector de la elite brasileña, en el contexto del peligro que representa para la región latinoamericana, la injerencia de las cúpulas de los EEUU. Lo ocurrido en Brasil se suma a lo que transita Perú, a la violencia que se fomenta en la zona oriental de Bolivia, a los recientes intentos de asesinato de las vicepresidentas de Argentina y Colombia. Se está afectando a toda una región con reiteradas prácticas violentas que solo traerán más dolor y sufrimiento a los pueblos.
Nos parece necesario señalar que estos acontecimientos se observan dentro de un fenómeno social extendido en las zonas de influencia de los EE.UU., donde ciertas capas oprimidas de la población, toman salidas absurdamente irracionales que incentivan las ultraderechas para crecer en su prédica anti democrática. Esta irracionalidad no es espontánea, es fomentada, financiada y promovida por sectores de las clases dominantes, como ha ocurrido a lo largo de la historia con el crecimiento de los fascismos. Esta irracionalidad tiene además en la región latinoamericana, una coordinación internacional que (vaya novedad!) se impulsa desde los EEUU, conformando un funcionamiento de tácticas y estrategias que pretenden imponer el control de gobiernos, territorios y poblaciones para asegurar la apropiación de los recursos de los pueblos. A esta trama de intromisión y opresión internacional se la ha denominado un intento por la “Dominación de Espectro Completo”, que tiene en el centro de su estrategia a las llamadas “Guerras de Cuarta Generación”.
Desde el estado brasileño vía poderes judicial y ejecutivo se ha reaccionado con detenciones de unas 2000 personas (casi la mitad seguirá el proceso sin prisión), suspensiones en los cargos como la del gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha (por 90 días), y los primeros arrestos de personas con real influencia como es el caso de Anderson Torres hasta el domingo anterior, secretario de Seguridad de Brasilia. Se ha decretado la intervención federal sólo en el distrito de la capital, hasta el 31 de enero. Lula anunció una «reforma profunda» en el palacio de gobierno, ante la evidente complicidad interna de las fuerzas de seguridad. La Abogacía General de la Unión (AGU) identificó el jueves pasado a 52 personas y siete empresas sospechosas de haber financiado el transporte de quienes cometieron destrozos en los edificios. Bolsonaro ha sido incluido en la lista de los que deben presentarse en los tribunales.
Lo ocurrido en Brasil debe alarmarnos y alertarnos. En los días posteriores al vandalismo, en Brasilia y desde San Pablo hasta Manaos en las capitales estaduales las marchas ganaron la calle, en rechazo a lo ocurrido. Al mismo tiempo en Ciudad de México, Roma, Barcelona, Nueva York, Berlín, Dublín, Buenos Aires, Londres, Lisboa y otras ciudades en diferentes países, hubo manifestaciones de repudio a la violencia bolsonarista y elitista.
Las y los humanistas apoyamos decididamente las movilizaciones populares porque es el poder popular, el poder de grandes conjuntos humanos organizados, el factor de fuerza que puede realmente oponerse y construir alternativas al poder real de la opresión.
La democracia real, directa y plebiscitaria como sistema de gobierno hacia el cual avanzar y la no violencia activa como método de lucha social, son dos de las propuestas centrales que las y los humanistas proponemos como ejes prioritarios, en el accionar de estos tiempos y como salida de fondo a estas violentas situaciones.
La región Latinoamérica necesita conquistar su condición de zona liberada de la injerencia seudo imperialista. En esa región, la “Patria Grande Popular”, es una imagen de construcción soberana para sus pueblos, opuesta a ser el patio trasero de las cúpulas de los EEUU. Desde nuestro humanismo sostenemos que el verdadero camino alternativo a la destrucción y al caos capitalista es la Nación Humana Universal. Esta construcción intencional, pasa por el desarrollo previo del proyecto de los pueblos en las regiones, avanzando en la mutua cooperación, la reciprocidad y la solidaridad. Latinoamérica unida por y desde sus pueblos, Latinoamérica humanizada desde la base social, es la respuesta verdaderamente revolucionaria para que la Abya Yala, haga su pleno aporte hacia la construcción de la Nación Humana Universal.