La elite, con las firmas de personeros de todas las tendencias incluidas, consumaron su acuerdo de espalda a la gente.
La nueva reforma constitucional en Chile, con prohibiciones, con “expertos designados”, con mínimos cupos electos para excluir la diversidad y un ámbito de resguardo, para que, si todo falla, se detengan los cambios.
La felonía está en el corazón de este pragmático acuerdo aprobado por las élites y ratificado por sus «funcionarios y funcionarias» instalados en el aparato de poder.
Seguramente sortearán todas las dificultades y lograrán redactar una nueva Constitución.
Cuánto tiempo pasará antes que las nuevas generaciones, como ya ha ocurrido, echen abajo la creencia de que no se puede cambiar nada. Los humanistas coherentes estamos llamados a dejar a lo
menos un testimonio de que esto no es lo que Chile exigió en las calles.
Sin duda los humanistas libres, nos diferenciaremos aprendiendo de la experiencia anterior. Si la clase política repite la receta haciendo una nueva cocina de espaldas a la gente, nosotres no repetiremos la receta de participar de ese proceso que por cierto nace muerto y rechazado ampliamente. No pisaremos el palito esta vez. Concentraremos la fuerza en aquello que realmente necesitamos: Movilizar y organizar a los territorios por una verdadera Asamblea Constituyente Soberana, aunque nos tome años hacerlo. Mientras tanto, que ellos sigan jugando a sostener una democracia y sistema político ya fallecidos.
No seguiremos colocando la energía en la dirección que hoy tienen los partidos políticos, y sí nos esforzaremos en hacer realidad lo de «algo más que un partido», porque es lo que se requiere. Hacer
política desde las posibilidades que tenemos, dentro de la actividad de lo territorial, de las organizaciones y movimientos sociales. La historia dice que aquellos que anunciaron torcidamente
querer «cambiar desde dentro» siempre pasaron a ser parte de aquello que querían cambiar.
Neoliberalismo o sociedad digna es la encrucijada chilena.
Apuntaremos a esclarecer sin descanso, que la evidencia está allí para quienes lo quieran ver, ningún programa de gobierno publicitado en los procesos eleccionarios de nuestras referencias de cada
momento (Aylwin, Bachelet y hoy el de Boric) jamás se han podido cumplir, porque es un tema de modelo, del intocable neoliberalismo.
Frente al alineamiento de la clase política con la dirección antidemocrática de las derechas, en que se arrebata sin miramientos la soberanía popular en el proceso constituyente forzado en la calle;
denostado a coro con la tesis en que el fracaso de la convención constitucional se le atribuye a la participación ciudadana, sin asumir su responsabilidad en la degradación de la política en politiquería, que coloca a las mayorías en una comprensible desconfianza en la institucionalidad fallida que sufrimos, desde el punto de interés y necesidad de las capas asalariadas, contratadas, independientes, cesantes y jubiladas.
En términos actuales, se habla de brechas estructurales en los temas claves para la vida cotidiana:
Educación: 140.000 por “váucher” (un colegio privado está sobre 400.000). Decenas de miles de niñas, niños y adolescentes desertados del sistema educacional en este 2022.
Salud: Los valores han tenido un alza del 70%, incluyendo medicamentos. La falta de hospitales, CESFAM, Centros y medicina especializada, tienen listas gigantescas y estancadas de cirugías, y cifras negras de muertes por precaria o falta de atención.
Vivienda: existe un déficit reconocido de 650.000 viviendas, y una tasa de construcción que no supera las 55.000 anual, con suerte. El costo de créditos hipotecarios, uniendo todas las variables, (tasas, IPC-UF, Valores de las construcciones) se ha quintuplicado.
Justicia: En promedio un fiscal recibe 1600 casos denunciados, y solo prioriza de ellos los casos de sangre, o el que esté en la tele; dejando a la mayoría de víctimas en la indefensión
Trabajo: el 80% de las capas asalariadas del país tiene remuneraciones que no cubren los costos de la vida.
Esta falla sistémica estatal, no tiene solución, independiente del partido en el poder, porque el acuerdo es que el neoliberalismo no se toca. Son los «acuerdos o bordes» a la base del “acuerdo promulgado”. Y la gente lo sabe y no creen más, porque no se puede creer.
En este contexto el Partido Humanista, asume darle la espalda al poder de la élite política y ubicarse entre y con la gente común, con un discurso que devela esta situación y que prioriza ir hacia el poder local y el apoyo a toda organización ciudadana; para seguir adelante en la creación de un poder popular de base arraigada a nivel comunal, que a futuro pueda construir un nuevo momento de
democracia real y una institucionalidad cuyo sentido sea la priorización de los derechos sociales y humanos.
Los que no representan a nadie, nos quieren colocar a discutir secundariedades.
La discusión de que sea 100% electa no nos alcanza, ya vimos lo que paso con la Convención Fracasada.
Es una real participación es lo que como ciudadanía necesitamos, que la gente sienta que somos todas, todes y todos quienes escribimos nuestra nueva constitución. ¿Para quién queremos poder? ¿para los partidos? ¿para el Congreso? ¿para el gobierno? No, el poder lo queremos para la gente organizada.
El “acuerdo” con todas sus variantes, no ofrece nada bueno, ni siquiera aparentemente. Sólo ofrece ejercicios distractivos para captar la atención de los políticos de todos los colores… porque su estrategia es sin plazo, sin tiempo, y tienen todo lo que sea necesario para pasar de una ilusión a otra. Con más o menos artificio y colorido, pero ilusión igual. Ellos, la élite, nunca va a jugar lealmente un juego en que lo real sea el cambio del modo de distribuir la riqueza que ellos no producen y se la apropian, con el apoyo de la inercia de los adormecidos ciudadanos.
Los cambios están fuera de la ecuación, no son posibles porque las élites y quiénes llegan a ella, rayan la cancha definiendo solos, sin el pueblo, sin los 12 Partidos disueltos, lo que es en la
«medida de lo posible». No aceptaremos que se degrade una dirección que es clara, y es que no queremos poder para el Partido sino para la gente, que es lo único que interesa realmente.
Todo esto es un episodio más de la conocida forma de defender sus privilegios, por parte de una elite bicentenaria, y no debe sorprendernos. Lo que sí propondremos, frente a ese intento de la élite, que no se siente coherente ni glorioso, es la imagen concreta de que sí hay alternativas, impulsar la Asamblea Constituyente Soberana, paritaria y con inclusión de los pueblos originarios.
Más allá de toda crisis y pugnas de intenciones, relevamos la necesaria centralidad del Ser Humano. Porque es lo que hoy se necesita. Y ponemos los puntos sobre las íes sin cálculos ni dobleces. Poniendo toda la fe necesaria en la organización ciudadana, y en la diversidad de intenciones, sin miedo, hacia la «terra incógnita», que es el futuro.
Hasta ahora lo único conocido es la manipulación de la élite, ya sea política, financiera, religiosa y académica. Si hoy se reconoce que no existen salidas, unidos tenemos que botar el muro que detiene la construcción de la sociedad digna que cada chilena y chileno merece.
Redacción colaborativa de Natalia Ibáñez Donoso; M. Angélica Alvear Montecinos; Natalia Canto Novoa; Guillermo Garcés Parada; César Anguita Sanhueza; Ricardo Lisboa Henríquez y Juan Enrique Prieto Urzúa. Comisión política