Por Julio Chávez Achong
El intento de golpe de estado para instaurar un gobierno dictatorial colocó al señor Pedro Castillo al margen de la vida constitucional y, desde el momento de su anuncio, ya no podía ser reconocido como presidente del Perú. Se vio a un mandatario dispuesto a quebrar el estado de derecho y controlar con sus camarillas las instituciones públicas. Esta visión según la cual para generar el tipo de orden político y social al que uno aspira es necesario una dictadura que elimine el derecho de los opositores, es coincidente entre los sectores de la derecha que venían preparando un golpe de Estado desde que perdieron las elecciones del 2021, y algunos sectores de la izquierda para los cuales la justicia social puede prescindir de la democracia plural.
El sistema político peruano, sin líderes, sin partidos políticos modernos, sin cultura deliberativa, sin dirigentes sensibles a las necesidades y el sentir de la gente, penetrado por la corrupción, que no ha superado las herencias racistas ni la influencia de ideologías decimonónicas, es como una caja negra en la que aquello que ingresa luego sale degradado.
En el capítulo que se acaba de cerrar con la autoeliminación del gobierno del señor Castillo, por ahora se difumina el nefasto rol desempeñado por el congreso de la república, que durante un año y siete meses lo único que hizo fue polarizar la vida social y política, acorralar al expresidente (contando con la ayuda de sus graves desaciertos), controlar el sector judicial, resaltar la pequeña corrupción y ocultar la gran corrupción, con la colaboración de la prensa tendenciosa concentrada y controlada por los poderes económicos.
Por el bien del país, especialmente de las personas que más padecen por la frivolidad de las élites y la irresponsabilidad de «los Podridos», «los Congelados» y «los Incendiados» (palabras del historiados Jorge Basadre), deseo que la señora Dina Boluarte genere un nivel necesario de estabilidad política, gestione adecuadamente los recursos del Estado sobre todo en favor de las personas más pobres y las emprendedoras, y propicie debates y consensos para las más urgentes reformas del sistema político. Y con ello, que prepare las condiciones para nuevas elecciones generales.
Así como resultó imposible que se siguiera gobernando el Perú con la dirección del expresidente Castillo y sus allegados, tampoco puede asegurarse la gobernabilidad democrática ni avances hacia una menor desigualdad social con el actual congreso, lleno de personas que solo buscan su interés privado y el de sus financistas a costa de los recursos del Estado, cuyas ideas y actos están en contra de las posibilidades del bien común. La pendiente celebración del Bicentenario requiere grandes y profundos cambios que se lleven a cabo con reflexión, generosidad, visión de futuro y amplia participación ciudadana; este capítulo aún no se ha iniciado.