El pasado 6 de septiembre, el Grupo Parlamentario Confederal Unidos Podem-Galicia en Común, presentaron una proposición no de ley, relativa a la protección y régimen de los árboles, en la que afirmaban que los árboles eran seres vivos únicos que, además de ser necesarios e indispensables por sus funciones ecológicas, están íntimamente unidos a la vida social y comunitaria de nuestros pueblos y ciudades, formando parte esencial de los ecosistemas forestales, pero que además también poseen para la ciudadanía un relevante valor intrínseco, histórico y cultural que debe ser preservado y protegido.
En su exposición de motivos, además de la protección de los bosques, también señalaba la importancia que tienen los árboles en los parques y calles de las ciudades, formando así un papel primordial, contribuyendo con su presencia a la mejor calidad del aire, siendo actores importantes en la regulación del clima, en el ciclo hídrico, en el incremento de la biodiversidad, la atenuación de la contaminación acústica y la bajada de temperatura, siendo imprescindibles en la lucha contra las olas de calor que este verano han producido más de 4.700 muertes, ofreciendo a los habitantes de las ciudades y pueblos oxígeno, alimento, sombra, y cobijo a otros seres vivos.
Ante esta argumentación y exposición de motivos, la proposición no de ley solicita la aprobación de tres puntos: que el árbol deje de ser considerado como objeto y se le dé un estatuto jurídico de “seres vivos”, establecimiento de un mecanismo de protección y preservación de los árboles urbanos, y el reconocimiento legal de los árboles centenarios como parte integrante del patrimonio natural.
¿Acaso esta petición debe ser objeto de burla o de risa? ¿Tanto hemos dado la espalda a la naturaleza que hemos olvidado que sin ella y sin los árboles, nosotros no existiríamos? ¿Es un delirio considerar a los árboles seres vivos con todos los beneficios que nos ofrecen? ¿Hemos olvidado ya que hace millones de años nuestros ancestros habitaban los árboles y por ello tenemos en nuestros genes una atracción especial hacia ellos? Nuevamente los argumentos, que emplean los detractores de esta iniciativa, rayan severamente la ignorancia, la incultura y el desconocimiento de la ciencia. Pues claro que un árbol es un ser vivo y todo el reino vegetal que ocupan el 99% de la masa biológica mundial, son seres vivos, con sus procesos biológicos y sus características de vida en cada uno de ellos. Un mundo vegetal que nos da la vida, el oxígeno con el que respiramos, nos ayuda a captar el CO2 que producimos los humanos, la mayoría de nuestros muebles están hechos de madera, la música no existiría sin las nobles maderas que con ellas aprovechamos para la fabricación de instrumentos musicales. Tenemos tanto de lo que debemos a la naturaleza, que parece que hemos olvidado que los árboles son seres vivos, que están ahí para el servicio exclusivo de la humanidad.
Joaquín Araujo nos dice en su libro “Los árboles te enseñan a ver el bosque”, que “Nada nos cuida tanto como cuidar de lo que nos cuida, es decir, cuidar de la Natura y sobre todo del BOSQUE”. El libro deberían leerlo aquellos, a quienes la propuesta de considerar a los árboles seres vivos les parece una descabellada idea. En una de sus llamadas de tantas que el libro nos anuncia, aclara que cada hectárea de arboleda ha absorbido 15 toneladas de anhídrido carbónico; ha lanzado a la atmósfera 12 toneladas de oxígeno y cubierto el suelo con 13 toneladas de materia orgánica; ha dulcificado el clima y ha humedecido el aire y frenado el viento; ha retenido entre sus raíces 500.000 litros de agua. Su mensaje es claro. “Esos árboles que van a hacerte compañía no dejan ni un instante de trabajar para que tú respires, comas y pienses. Que estos regalos habiten en ti son los mismos que consiguen que este mundo sea habitable. Si queremos que siga siéndolo tenemos que parecernos lo más posible al bosque”. Los árboles son amigos de todos los seres vivos y como ser vivo que también es, se hace necesario que jurídicamente sean declarados seres vivos. ¿Quién es capaz de decir con todo lo expuesto, que los árboles son meros objetos? Nos han dado la vida desde que el hombre bajó de la protección de sus copas y ramas. Los árboles nos han dado la comodidad de nuestras vidas, el explorar el mundo en barcos construidos con madera, en ayudarnos en el progreso de la humanidad, en darnos frutos necesarios y vitaminas suficientes para nuestra existencia, la música y, al final de nuestros días, nos arropa y nos abraza para acompañarnos a ese universo desconocido que espera.
Los árboles en la ciudad y en todas las zonas urbes donde nos cobijamos, suponen refugios climáticos ante las olas de calor que a partir de ahora se incrementarán cada año con más virulencia, y las muertes por golpes de calor serán tremendamente altas. Stefano Mancuso (máxima autoridad mundial en el campo de la neurología vegetal), en su libro “la planta del mundo” , nos dice que en las ciudades el efecto del aumento de las temperaturas ante este cambio climático, se amplifica, debido a las peculiares características de un entorno como el asfalto. De ahí, además de todo lo dicho, la importancia de nuestros árboles en las ciudades y todo tipo de vegetación. Mancuso nos dice que: “En las ciudades, cada palmo de superficie debería estar cubierto de palntas, no solo los parques, las avenidas, los arriates y demás lugares canónicos, sino literalmente cada palmo de superficie: tejados, fachadas, calles, cada rincón donde sea posible plantar una planta… Nada impide que una ciudad pueda estar cubierta de plantas. Los beneficios serían incalculables: no solo se fijarían enormes cantidades de dióxido de carbono en el mismo lugar donde se emiten, sino que mejoraría la calidad de vida de las personas, ya que las plantas ejercen una influencia positiva sobre nuestro estilo de vida en múltiples ámbitos, desde la mejora de la salud física y mental al incremento de la sociabilidad, el aumento de la capacidad de atención y la disminución de la delincuencia”
En otro de sus libros, “la nación de las plantas”, nos dice que “en la parte superior de los organismos, se representa al ser humano, dejando en el escalón más bajo a las plantas o los árboles. Me parecería más correcto, que en la parte superior figurasen los organismos que producen energía química, no los que la consumen. Cuando hablamos de automóviles, lo importante es el motor ¿verdad que sí? El resto no es imprescindible. Pues las plantas son el motor de la vida, su parte fundamental; todo lo demás es simple carrocería”.
Claramente, hemos olvidado nuestra conexión con la naturaleza, sin comprender que sin ella, nosotros no podríamos subsistir. Los que ridiculizan la iniciativa de considerar a los árboles seres vivos, se están ridiculizando a sí mismos al estar respirando el oxígeno procedente de un ser vivo, no de un objeto sin vida.
Los árboles son nuestros compañeros. Creciendo cerca de los edificios como ya he señalado, gracias a su efecto en el microclima, contribuyen a reducir hasta un 10% el consumo energético de calentadores y radiadores, además de dar sombra en verano y ser una pantalla para frenar el viento invernal y las olas de frio y de calor.
Los Japoneses, desde hace milenios, siempre han venerado a los árboles y les han dado la importancia que se merecen, hasta el punto de ser recomendado como terapia a muchos enfermos o personas estresadas, de darse baños de bosque, que significa el pasear entre árboles, oler sus esencias, escuchar el canto de sus moradores y disfrutar de la tranquilidad y belleza que desprende el caminar por sus senderos. Está demostrado científicamente y ya es aconsejable por parte de algunos médicos occidentales, que en estos baños en el bosque, la tensión arterial disminuye, se potencia el sistema inmunitario, aumenta el nivel de energía, reduce ansiedad, depresión, ira, estrés y propicia un estado de relajación. Es un verdadero hospital verde del que podemos aprovecharnos. Es por ello que, en grandes capitales de Japón, existen bosques señalados para esos baños imprescindibles para reforzar la salud de sus habitantes. Un ejemplo de ello está en los jardines del Shinjuku Gyoen que se encuentran justo en el centro de Tokio.
Uno de los programas de medicina forestal más ambicioso del mundo es el de Corea del Sur. El gobierno ha creado el Centro Nacional de Terapia Forestal, con 37 bosques nacionales de recreo y está formando a quinientos instructores de medicina forestal. El Plan Nacional de Bosques pretende con ello crear un estado de bienestar verde, en el que los bosques aporten felicidad a todo el mundo en todas las fases de su vida. Proteger nuestros bosques urbanos es tan importante como cuidar de nuestras selvas tropicales o bosques de montaña. Los árboles son una parte vital e integral de nuestra vida urbana como ya he señalado.
Carl Sagan, nos dice en su libro Cosmos, escrito en 1980, sobre los vínculos que nos une a los árboles “Los hombres crecieron en los bosques, y entre nosotros y ellos existe una afinidad natural. ¡Qué hermoso es un árbol que se esfuerza por alcanzar el cielo!. Sus hojas recogen la luz solar para fotosintetizarla. Los árboles son máquinas grandes y bellas, accionadas por la luz solar, que extraen agua del suelo y dióxido de carbono del aire, convirtiéndolos en un alimento que permite su subsistencia y la nuestra. La planta utiliza los hidratos de carbono que fabrica como fuente de energía para poder vivir. Y nosotros los animales, que somos en definitiva parásitos de las plantas, robamos sus hidratos de carbono, que nos permiten dedicarnos a nuestros asuntos. Al comer las plantas combinamos los hidratos de carbono con el oxígeno que respiramos y que se disuelve luego en la sangre, y de este modo obtenemos la energía gracias a la cual subsistimos. En el curso de la operación exhalamos dióxido de carbono que las plantas reciclan para fabricar más hidratos de carbono. ¡Qué magnífica cooperación! Plantas y animales inhalan respectivamente lo que unos y otros exhalan, una suerte de reanimación boca a boca a escala planetaria, un armonioso ciclo impulsado por una estrella de 150 millones de kilómetros de distancia”.
lDespués de todo lo expuesto y el gran beneficio que nos dan las plantas y los árboles para nuestra propia supervivencia ¿seremos capaces de reírnos ante una justa propuesta para que jurídicamente sean declarados seres vivos? ¿Qué daño nos puede hacer reconocerlo jurídicamente? ¿Quién se puede oponer ante esta reivindicación? ¿Quién puede estar en contra de que los árboles, por todo lo señalado, se pida reforzar el vínculo histórico, cultural e intergeneracional con ellos, en los parques, calles y plazas de nuestras ciudades potenciando su protección?
Tenemos que bajar de nuestro pedestal único donde tratamos a todo lo demás que no seamos nosotros, como meros recursos para nuestro beneficio, olvidando nuestro vínculo con la naturaleza de donde procedemos y que es, sin duda, al final de nuestra vidas donde nos integraremos por un medio u otro en ella.
¿Los árboles son seres vivos?: Sí y mucho más.