Por Karlos Zurutuza
Suelen ser horas de ruta en un vehículo 4×4 antes de enfilar a pie a través de un tupido bosque. Allí, protegidos de la vista de los drones bajo un mar de hayas, es la guerrilla del Partido para una Vida Libre en Kurdistán (PJAK) la que nos encuentra a nosotros.
Estamos en algún lugar de las montañas que atraviesan la frontera entre Irán e Irak. No podemos dar sus coordenadas, ni tampoco fotografiar a las milicianas o referencias espaciales que aporten pistas sobre su localización. Ese es el acuerdo.
El PJAK es una organización compuesta principalmente por kurdos y kurdas de Irán que apuesta por una democratización del país a través del llamado “confederalismo democrático”, trazado por Abdullah Öcalan. Es el cofundador y líder del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán), en prisión desde 1999 y condenado a cadena perpetua por el Estado turco.
Dos mujeres en la treintena nos invitan a tomar asiento alrededor de una mesa en una estancia humilde pero impecablemente limpia. Una de ellas es Zilan Vejin copresidenta del PJAK. Le preguntamos por lo más urgente: la cadena de protestas en Irán que desafía a la teocracia chií en el poder desde 1979.
Fue el 16 de septiembre cuando Mahsa Amini, una kurda iraní de 22 años, fue asesinada a golpes a manos de la “policía de la moral” iraní por llevar mal colocado el velo islámico. Desde entonces, miles de hombres y mujeres han tomado las calles coreando “Mujeres, Vida, Libertad”, un eslogan que, recuerda Vejin, fue acuñado por su movimiento “durante una reunión 2013”.
“El problema de la libertad de la mujer es una cuestión cuya importancia identificó analizó y definió nuestro liderazgo hace 40 años y hoy sufren todos los pueblos de Irán”, asegura a IPS la guerrillera.
Numerosas organizaciones internacionales como Amnistía Internacional han denunciado las dificultades de las minorías étnicas -como kurdos, baluchíes o árabes- para acceder a la educación, al empleo o a la vivienda.
Además de su discriminación socioeconómica, las mujeres de cualquier etnia parecen haberse convertido en uno de los objetivos del gobierno teocrático de Teherán.
En su último informe sobre el país, Human Rights Watch (HRW) denuncia la marginación de la mitad de la población en asuntos como el matrimonio, el divorcio, herencias y custodia de los hijos. La indefensión de las mujeres ante situaciones como las de violencia doméstica o el matrimonio infantil también es recogida por la organización internacional.
¿Podría este levantamiento civil poner fin a todo esto? La colíder del PJAK se muestra optimista.
“Esta revuelta es muy diferente de todas las que se han producido en los 43 años que los ayatolás llevan en el poder: empezó en Kurdistán liderada por mujeres y de ahí se extendió por todo el país porque aglutina a gente de todas las nacionalidades dentro de Irán”, desgrana la guerrillera.
El hiyab (velo islámico), matiza, es “la excusa para una revuelta que pide libertad y democracia. La gente no quiere únicamente reformas sin que busca cambiar las políticas actuales, el sistema y la administración”.
Sobre si la lucha armada puede ser uno de los medios para conseguirlo, Vejin defiende el derecho a la “legítima defensa”.
“La lucha armada es solo una parte de nuestra fuerza que también incluye acciones civiles, sociales y democráticas. Por supuesto, si el Estado comete masacres no nos quedaremos de brazos cruzados”, acota la lideresa kurda.
Sobre el tablero iraní
Las milicianas del PJAK no son las únicas kurdas de Irán que empuñan las armas para defender lo que es suyo. Hay mujeres combatiendo junto a los hombres en las filas del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (PDKI), mientras que el Partido de la Libertad en Kurdistán (PAK) incluso cuenta con un contingente exclusivamente femenino.
El PAK tiene como objetivo final la creación de un Estado kurdo independiente que incluya a las cuatro partes en las que está hoy dividido (Turquía, Irán, Irak y Siria).
Hana Hussein Yazdanpana, portavoz del contingente de mujeres del PAK, habla con IPS, vía telefónica, desde un lugar de las montañas sin determinar. Sus bases en el valle se han convertido en objetivo recurrente de los misiles iraníes.
“El último ocurrió el pasado 28 de septiembre: perdimos a 10 de las nuestras y 21 resultaron heridas. Irán nos ha amenazado con volverlo a hacer si no dejamos de apoyar las protestas y dar refugio a los que huyen del país”, explica Yazdanpana.
Según dice, el PAK cuenta con 3000 combatientes peshmerga (“los que enfrentan la muerte”, en kurdo) de los que una tercera parte son mujeres. Muchas de ellas recibieron entrenamiento, entre otros, de los contingentes estadounidense y alemán englobados dentro de la Coalición Internacional contra el Estado Islámico.
También han combatido a las milicias chiíes respaldadas por Teherán que actúan en suelo iraquí. Sobre si aprovecharán esa experiencia para luchar contra los ayatolás, Yazdanpana se muestra tajante.
“La lucha ha de ser pacífica. La protesta solo tendrá éxito si el mundo libre apoya abiertamente a la gente y toma acciones contra la República Islámica”, remarca.
Además de en las montañas kurdas, la guerrilla también lucha desde las redes. En su página web, el Partido Komala del Kurdistán Iraní se define como “un partido socialdemócrata que aboga por un Irán federal libre y democrático”.
Con sus bases en el rincón suroriental de la Región Autónoma Kurda de Irak, muy cerca de la frontera con Irán, Komala presume de ser la primera organización kurda en desplegar un batallón de mujeres combatientes, allá por 1982.
“Junto al socialismo y al derecho de autodeterminación de los kurdos, la igualdad de género fue uno de los pilares de nuestra fundación en 1969”, explica a IPS, vía telefónica, Zagros Khosravi, miembro de su comité central.
Apunta a un contingente de “unos pocos centenares de combatientes desplegados en las montañas”, pero insiste en que su fuerza reside en los “miles” que pueden ser movilizados dentro de Irán. “Muchos de ellos han sido entrenados en tácticas de resistencia civil”, matiza el guerrillero.
Uno de los hitos más recientes, añade, fue la creación, junto al PDKI, de un nodo de cooperación entre partidos políticos kurdo-iraníes. “Puedes ver el resultado de ello en el alto nivel de participación en las protestas de los kurdos”, subraya.
Desde el Kurdish Peace Institute, el analista Kamal Chomani subraya para IPS, vía telefónica, que una coordinación entre las organizaciones kurdo-iraníes será “clave” en caso de producirse una escalada en la violencia contra las protestas que lleve a una conflagración armada con el régimen.
Según explica, las diferencias entre las diferentes organizaciones kurdo-iraníes responden a la diversidad del arco político kurdo en su conjunto.
“Mientras en Siria y en Turquía la mayoría de los kurdos suscriben una ideología de izquierdas, progresista y ‘comunalista’, en Irán e Irak encontramos una variable nacionalista y tradicionalista en la que también pesan las claves tribales”, explica Chomani.
Respecto a cómo se despliegan estos actores sobre el convulso tablero iraní, el experto plantea este escenario:
“El PJAK es el que cuenta con mayor experiencia en la guerra de guerrillas por sus vínculos con el PKK y tienen una gran capacidad de organización. EL PDKI y Komala tienen arraigo en Irán porque han sido muy activos política y militarmente desde los años 70, y eso les permitirá movilizar combatientes dentro del país”.
Mientras tanto, las iraníes siguen saliendo a las calles. Según datos de la agencia de noticias HRANA -gestionada por activistas de los derechos humanos- los muertos desde que empezaran las protestas rondan los trescientos y el número de los detenidos supera ya los 13 000.