La niñez observa este mundo, escucha a esta vida.
Lo que escucha, ¿es lo que quisiéramos? Lo que ve, ¿es lo que está bien?
¿Desde dónde miran las niñas? ¿Desde qué valores nos gustaría que construyeran este mundo?
¿Tal vez nosotras quisiéramos darles otras imágenes? ¿Cuáles serían?
O mejor que ellas nos digan cómo quieren que se genere esa conversación.
¿Vos crees que se puede hacer esto, alguna vez lo intentaste?
Tenemos mucho para construir.
En este mundo en el que nos toca vivir tantas violencias, ¿es posible que nos miren, nos descubran y se dispongan para escucharnos?
Necesitamos encontrarnos en un espacio de compasión, ¿cómo se lo mostramos? ¿cómo lo sienten? Tal vez no sea algo sencillo, pero creo que sí es posible.
¿Te escucharon en tus aciertos o te los corrigieron? ¿Te miraron como querías y luego, te abrazaron?
Cuando yo miro desde mi niña al mundo, veo algo que no me gusta. Es contradictorio porque también escucho cosas que sí me gustan.
Creo que está todo en construcción: no hay algo que esté bien o algo que esté totalmente mal, son espacios que se van desplegando. Y yo, niña, allí en el centro: descubro, creo, hablo, siento.
Descubriste qué querés de tu vida y ahora lo podes ejercer, imprimile esa música tan anhelada en tu interior, sentí como tu cuerpo la baila.
Recuerdo cuando era niña, cómo miraba para construir mi mundo, pero, ¿desde dónde miraba, que escuchaba? ¿Por qué elegí ese modo, ese modelo o esa forma? Por qué no vi a otras, por qué sentí lo que sentí, por qué escuché solo una campana y no sus tonos.
¿Desde dónde me llegaron esos modos de estar, de sentir?, ¿qué modelos tomé para elegir?
Con algunas formas que elegí, la paso muy mal y con otras, no. Como si estuvieran encadenadas unas con otras, y ahora las quisiera cambiar.
Cambiar algo es cambiarse a sí mismo con mucho cuidado o como se pueda, tal vez lo hiciste bruscamente, tal vez con dolor o angustia.
La niña le tapa los ojos a su muñeca. ¿Es eso que me perdí cuando elegí otras cosas y ahora me doy cuenta? Como si el gesto de taparse los ojos fuera negar algo que está allí pero no quiero verlo, algo que me seduce, pero no lo quiero.
Te perdiste algo cuando miraste, alguna franja de colores, de formas, de sonidos.
Lo que omití ver fue como taparme los ojos. Me tapé los ojos, pero también los oídos, para que ciertas cosas no me afecten, ¿o para no cambiar ciertas actitudes?
Ahora me destapo los ojos y voy por todo, como esa niña que tenía juegos en los que no le temía a nada y se contaba cuentos para en el futuro ir por esas sendas.
Me digo: Permitite dejar de hacer, no pienses, que la inspiración y la creatividad te guíen, que tus palabras habituales se las lleve el viento. Quién me guía, a quién guio, cómo transformarme en una exploradora, en este recorrido del nuevo mirar.
Quisiera que juntas conversemos sobre lo que omitimos y nos riamos de nuestras miradas y seamos felices desde donde estemos, desde donde seamos.
Podría ser que con una explicación inspirada te atrape para que quieras conversar conmigo.
Fuentes bibliográficas
Ammann, L.A, Autoliberación. B. La mirada propia y la de los otros, como determinantes de conductas en el paisaje de formación. pág. 198, Argentina: Editorial Altamira.
* http://conti.derhuman.jus.gov.ar/2022/08/la-opacidad-de-lo-evidente.php