… Que por eso mismo echan leña al fuego… ¿Se acuerdan ustedes de aquella primera ley antitabaco de hace una docena de años, cuando anunciaban los interesados agoreros un apocalipsis final porque los fumadores dejaban de ir a los bares e iba a ser su total ruina y el desastre de cuanto se movía? No ocurrió absolutamente nada de aquella catástrofe anunciada por hosteleros involucrados y políticos maleducados. Absolutamente nada. Hoy, aquellos que tanto aullaban a la luna del acabose, disimulan, miran para otro lado, como si no fuera con ellos, e incluso mienten descaradamente diciendo que, en el fondo, eran más “pros” que “contras”… Ya saben, como cuando la Transición, en que todos eran demócratas.
En aquellos años, ya la luego presidenta madrileña Díaz Ayuso, actuaba de negacionista automática, y decía (malditas sean las hemerotecas) que “tú no soportarás mi humo, pero yo no tengo por qué soportar a tus niños… Por algo pago”, en respuesta al daño que se achacaba al fumar en presencia de los críos, como más elemental y brutal ejemplo de mala educación… Una sociedad educada y civilizada debería recordarle ahora todas esas coces con que decía defender a la ciudadanía, y recomendarle que las compare con los mismos y muy populistas exabruptos que hoy salen de su venenosa boquita de piñón.
…Porque, exactamente con esas mismas pasteladas recibe al Plan de Ahorro Energético del gobierno. Anuncia “oscuridad, pobreza y tristeza” igual que antes auguraba locura, mohína y ruina por no dejar fumar en locales públicos. El problema está en la poca memoria y menos vergüenza de unos ciudadanos que la mantienen en el trono en base a sus siempre macabras – y macarras – ocurrencias. También entonces, los portavoces de los sectores de hostelería vertían datos acadabrantes de pérdidas del sector por cientos de millones de euros, que no ocurrió en absoluto.
Al igual que hoy una Asociación de Hosteleros de Madrid concreta el daño (sin datos con que demostrarlo) en 520 millones de euros anuales por la cosa de los 27 y los 19º en sus interiores (pronto se les olvida su reivindicación de las terrazas)… Pero lo cierto y verdad es que, en los primeros días de la normativa, nadie ha dejado de ir a los bares ni a los restaurantes por la diferencia de dos o tres grados. Ni al tonto del barrio… Yo me acuerdo de los terrores vertidos entonces con lo del fumeque, y con la subida del salario mínimo, como más ejemplo; y con el anuncio de las inspecciones de trabajo (ja-ja-ja), o de sanidad… y ahora por el termostato a la hora de tomarnos la caña o el café.
Igual recuerdo cuando reglamentaron el uso de los cinturones de seguridad en los coches… Se oía de todo: que si un atentado contra la libertad de los conductores (modelo también planteado por Ayuso); que si el verdadero peligro era llevarlo puesto; que si la incomodidad es mayor que la – hipotética – seguridad; que se sabe de buena tinta que es para que muera más gente y aliviar el paro y las pensiones; que si la cofradía del santo freno, y que entonces para qué tanto ABS… Con los pocos años de allá a acá, la cantidad de vidas salvadas por “el cinturón de castigad”, como algunos lo llamaban, han sido incuantificables, y tantas y tan claras, que aquellos aullidos de lobo han quedado en balidos de borrego.
Como borregos siguen siendo cuantos se apuntan a ser negacionistas de todo por ser ignorantes de todo. El deporte nacional es la incultura, y ahí nos apuntamos también todos a poco que leamos – o lo que sea – en las redes. Y acabamos por confundir nuestra libertad individual con los derechos de la colectividad… ¿Acaso no soy libre de poner mi coche a doscientos por hora, sin cinturón de seguridad, con un par de rayas y/o copas de más, y hablando por el móvil con mi chusqui, si a mí me da la real gana? Pero lo peor de todo es cuando hay un político, o política, que suelta por ahí barbaridades, como la susodicha Díaz Ayuso, y que jalea todos estos descerebramientos como si destilara el ideal de la libertad. Y, aún peor, mucho peor, que los irresponsables de su partido les hagan palmas y les rían las gracias en vez de darle un par de h…
Ya decía Chesterton, nada menos que en 1924, que “la labor de los progresistas consiste en arriesgarse a cometer errores. Y la labor de los conservadores consiste en evitar que tales errores se pueda corregir”… Más claro, el agua. Vuélvase a leer la máxima dos o tres veces. Verá que casi un siglo después esa frase no tiene desperdicio y sigue actualizada hasta su última letra… Y es, no lo duden, lo que va a pasar con lo de los aires acondicionados, los escaparates, o la hiperiluminación de muchos de nuestros monumentos y ciudades. Que después de la “boutade” de la derecha populista y demagógica de siempre, apoyada en su gran maestre que le baila el agua y en la sacerdotisa Ayuso, la cosa quedará en poco más, o poco menos, que nada… que esa nada en lo que quedó el inflamado eructo del mismo personaje cuando decía lo de que si a usted le molesta mi humo a mí me molestan sus zagales. Y es que, quien crea en tales declaraciones de tales personajes, es que ni tiene ideas propias, ni nociones… aunque sí emociones y emoticones. Claro.