Por Ana Lucía Calderón
Llama la atención que los que más pidan democracia, respeto y andan reivindicando los derechos de todos los seres humanos, con las diez mil millonésimas partes de formas diferentes que en ellos se encuentran, los de las plantas, animalitos, cucarachitas y toda la fauna y flora e incluso las que la ciencia desconoce a qué parte pertenece, como los hongos, y los derechos de las piedras, los volcanes, mares, tierras, bosques… sería infinito el texto si me dedicara a nombrar todo aquello que existe y tiene derecho, incluso porque lo que no existe, en mi mente, también cuenta con derecho de existir. Un poco enredado, no, es el mismo nudo del mundo, que no se ha desatado.
Este sistema en el que vivimos y que nos trae a este precipicio de encontrarnos al borde de la guerra nuclear, nos desune por las razones más absurdas, convirtiéndolas en centrales, producto también de la ausencia de un pensamiento propio, crítico, que constantemente luche contra la alienación y la masificación de la imbecilidad. Cada uno de nosotros siente, en este tan democrático sistema de ideas, que posee la verdad, el saber, los conocimientos para despreciar a cualquiera que no está interesado o que desconoce lo que a ellos apasiona. Por ejemplo, es un destructor del planeta quien no sabe que cada plástico tiene un tipo de composición y por tanto no va en el recipiente adecuado, o que no dedica su tiempo, su energía y su vida a recoger basuritas y seleccionar. Otros, ven a esos humanos desnaturalizados de forma tan aberrante, porque no están salvando, perritos, gaticos, o ratas, sin hogar que andan por todos lados en nuestras ciudades y que el agua, la intemperie, la lluvia, el hambre les provoca tales inmensos sufrimientos, pero no perciben ni les importan, los de otros humanos, como ellos, como su hermano, su vecino o el de aquel que está siendo bombardeado día y noche… son humanos, los humanos son estúpidos y lo merecen.
Sucesivamente, y me niego en específico a volver a tocar el tema de la educación sexual o de las políticas de género, porque es infinita, eterna y hasta tonta la discusión, pero ¡ah crucificada! que me llevaré por decir esto, porque debería ser mi preocupación central de existencia si vivo en este 2022, seré una persona sin empatía, sin ningún tipo de sensibilidad, hasta se torna degenerado en mí, desconocer la tremenda variedad de especies sexuales entre los hombres (y aquí incluyo hasta a las mujeres y otros seres que puedan creerse globos, extraterrestres o dibujos animados, para no ser excluyente).
Uf. Es eterno tratar de analizar algo, tratar de pensar en no tocar o en no lastimar a alguien, porque lo que yo debería a toda costa decir, es que no tengo derecho de discrepar con este sistema democrático, que ni se me ocurra decir que el voto popular no tiene sentido (excepto si hablo de las repúblicas recientemente adicionadas a Rusia).
Alguna vez esperamos que llegaría la Dictadura del proletariado y a cambio nos llegó un mundo con la Dictadura de los demócratas y ésta llegó sin justicia, sin equidad, sin calidad de vida, sin educación gratuita y sin salud, es decir más salvaje, más déspota y desigual que nunca. Anulados estamos los que pensamos distinto porque no cuadramos ni como libertarios ni como religiosos conservadores, simplemente no pertenecemos, al no poder coincidir con ninguna de esas masas.
Triste es ver que se reacciona más a los Elles que a las cabezas hervidas por los nazis ucranianos. Triste es saber que estamos bombardeados de publicidad que es detestable, mal sana para nuestros cerebros y nos pensamos libres y que decidimos algo.
¿Qué decidimos nosotros si no podemos decidir ni qué leer, ni qué pensar o qué palabras elegir, si nos las imponen los poderosos, los políticos, la moral de lo «políticamente correcto»?
Estamos en guerra porque un país ha decidido no continuar con esas políticas impuestas por los que creen que poseen una sociedad maravillosa que va súper bien y que es civilizada. Europa, España, no es un ejemplo de civilización para nosotros, como no lo fue para los Americanos cuando fueron a imponernos sus dioses y sus valores enfermizos y dañinos. Bájense de su altar quienes creen que pueden hacer que toda la humanidad piense igual. ¡Nunca podrán hacer que todos piensen lo mismo, ni siquiera en nombre de la democracia!