El libro contiene más de 30 relatos que fueron publicados a lo largo de tres décadas y que hoy son difíciles de encontrar debido a su escasa circulación. La presente publicación da cuenta de la variedad de estilos y registros que maneja la autora: desde el cuento erótico, pasando por el policial, el psicológico, el relato onírico y el epistolar.
“En la historia (que sabemos escriben los dominadores), el cuento fue un género menor. La literatura estaba construida por cosas grandes, como la poesía, la novela, el ensayo. El cuento era cosa de mujeres, una práctica asociada a una subcultura que tenía que ver con calmar niños de noche, o asustar niños antes de dormir, pero, de ambos modos, con seres inferiores en la escala social: niños, viejos y mujeres”.
Ese es parte del manifiesto que creó a mediados de los años 90 la escritora Pía Barros y que hoy forma parte del libro Una antología insumisa, publicado por la Editorial USACH. El libro reúne por primera vez más de 30 cuentos de la destacada autora chilena que muestra la diversidad de estilos y registros que maneja: desde el cuento erótico, pasando por el policial, el cuento psicológico, el relato onírico y el cuento epistolar.
Varios de sus relatos se encargan de denunciar la violencia y abusos del patriarcado, abordando temas que el feminismo se ha encargado de problematizar históricamente, tales como la maternidad, el deseo, la relación de pareja, etc. “No sé qué tipo de mujeres he construido en mi literatura, pero espero haberlas construido de verdad. Las saqué de mí, de otras, de las que me rodean, de las que veo. Espero haber construido no la mujer social, sino la que está oculta, debajo de esas mujeres sociales. Las mías son siniestras, maravillosas y complejas”, dice la autora.
Pía Barros se formó como escritora en plena dictadura cívico-militar. Así, la tortura física y psicológica, las desapariciones, el exilio, la ciudad bajo estado de sitio y la posibilidad de que víctimas y victimarios se crucen en las calles aparecen como eje temático de manera paralela a su escritura feminista. Para Barros, quien también es activista por los derechos humanos, “la memoria lo es todo” y agrega: “La memoria está en la piel y el cómo llegamos a esa memoria tiene que ver con nuestra construcción cultural”.
En paralelo a su escritura, Barros ha sido una importante tallerista para la escena literaria nacional. En 1977 inauguró Ergo Sum, instancia formativa para otros escritores y por la cual pasaron Pedro Lemebel, Nona Fernández, Alejandra Costamagna y Andrea Jeftanovic, entre otros. Una antología insumisa contiene además una selección de imágenes de los inicios del taller, así como también de los numerosos libros-objeto que han surgido de ese espacio y de su constante activismo por el feminismo y la defensa de los derechos humanos.