Split, en Croacia. Liubliana, Maribor, Postonia/Predjama, en Eslovenia
Es tal la distorsión que tenemos de Europa del este, que al llegar a su frontera con Croacia, no sé por qué me imaginé que nos recibiría Igor, un sub-humano miembro de la elite que custodian las espaldas de Putin que, entre otras cosas tienen la responsabilidad de preservar intactos los valores de esta parte del continente europeo. Igor, con más de 120 kg de musculoso peso y unos 2 mts. de altura, escondido detrás de sus gafas oscuras… ”Pa´ que no sepan que está mirando…” cantaría Rubén Blades, se nos acercó, discreto, hasta el auto para recibirnos cordialmente y sugerirnos, muy cortesmente, dejar en la mochila nuestras pegajosas costumbres occidentales para terminar recordarnos que nos vigilarán las 24 hs del día mientras dure nuestra estadía, sin importarles nuestro declamado derecho a la privacidad… “Es por su bien… ¡¡Bienvenidos a Europa del este…!!” Y se despidió dejándonos como souvenir de recuerdo una bala 9 mm. con la inscripción latina: PAX. No lo volveríamos a ver.
Pero claro, nada de eso sucedió. Era pura imaginación mía. Tampoco lo contrario. Es decir: no nos vinieron a dar la bienvenida las autoridades locales porque tuve la precaución de evitar comunicarles nuestra llegada, sencillamente para mantener una sana discreción respecto de nuestro arribo. En algunas películas, e inclusive, en dos de las novelas de Fontanarrosa, vi y leí cómo secuestran a los indefensos occidentales como nosotros para reclamarle al FBI o la CIA por algún sicario de la KGB que EEUU mantiene prisionero en algún sótano americano. Conozco el caso de un turista paraguayo raptado en Ucrania de quien enviaron su intestino grueso como prueba de que aún estaba vivo y con hambre en algún lugar del este. No quise que corriéramos tantos riesgos. ¿Para qué…?
De Huinganco, Europa nos queda lejísimo. Pero hay una cotidiana y folclórica cercanía porque por algún motivo algún país nos suena todos los días. En el noticiero, en el diario, en el deporte, en la escuela… Recordemos que España fue nuestra madre patria, Inglaterra y Francia la madrina, Alemania y Holanda, tíos lejanos. Europa del este no solamente está un poco más lejos de Huinganco que la Europa convencional sino que, además, nosotros nos hemos tomado el trabajo de alejarla y cercarla tanto en nuestra cabeza, que no se nos ocurriría ir a conocerla por temor a las represalias que occidente nos pueda imponer por osar cruzar su frontera.
¡Si me lo cuentan no lo creo…! La belleza, el contexto, la gente, el orden, la prolijidad, el respeto, el trabajo, la cordialidad, la libertad, la limpieza… no sé que otro adjetivo usar para describir lo indescriptible. No estamos en el 1° mundo, tampoco en el creciente subdesarrollo argentino. Esto es otra cosa. No existe el despilfarro, ni el exceso de consumo está a la orden del día. No están presentes ni el capitalismo ni el liberalismo salvaje del que tanto nos quejamos. Nadie, absolutamente nadie ostenta nada, sencillamente porque no hay necesidad. Todos, absolutamente todos tienen lo que se necesita para vivir en el 1° mundo de manera digna y decente. Y no podemos negar lo mal que la han pasado. Hasta no hace poco, ayer nomás, la sangre de millones regó toda la campiña del este europeo. Aún hay lágrimas en sus corazones.
Sencillamente no se puede creer. Es una maravilla. Emociona y moviliza profundamente. Llena el corazón de energías y ganas. Todo parece haber sido hecho por un conjunto de artistas con una exquisita y hermosa imaginación y un inmejorable criterio estético que la distingue claramente de los países tradicionalmente turísticos de Europa. A todo lo norma un patrón estético e irrenunciable. No hay nada fuera de lugar, todo está impecable, prolijo, funcional, ordenado, lindo, armonioso, pensado. Desborda creatividad. Su gente inunda las calles y bares y parece de otro planeta. Su cordialidad es franca y más sincera que la de las simpáticas azafatas. Estéticos y cultos al extremo. De cada ventana brota música. Si no es un piano, es una guitarra, un viento, un chelo, un violín… ¡¡Música…!! Abundan las librerías. Sus calles, sus edificios y la educación de su gente cuenta la historia de estos países. Todo, absolutamente todo, es arte.
Destaquemos el trabajo de la tierra. Miles –repito–, miles de bodegas pequeñas que producen sus excelentes vinos y que exportan a todo el mundo, aunque tienen prioridad en sus ciudades. Miles y miles de pequeñas chacras de cultivo de cereales y animales domésticos: chivos, ovejas, vacas, caballos, gallinas, patos. Dotados de las más modernas herramientas de labranza, tractores, arados, etc, etc. El trabajo y la creatividad se fomentan de mil maneras y viene desde tiempos inmemoriales. Baste recordar que las pequeñas chacras actuales son la modernización de aquellas que hace unos 10 mil años atrás fueron el origen de estas, cuando a un grupo de oportunos cazadores/recolectores se les dio por cultivar la tierra tal cual lo hacen hoy para después domesticar animales y vivir de ellos. Lo que hoy se ve aquí no es distinto a lo que fue ayer. Las casas de las fotos no pertenecen a barrios cerrados, al contrario. Curiosamente, en el frente de cada casa de chacra hay una pala, un rastrillo, una azada ¡¡Todo un símbolo…!! apoyadas sobre el capot del BMW o del Audi. Cada familia trabaja su tierra sea hombre o mujer.
En estas ciudades hay, además de castillos medievales o anteriores, unos impecables ríos que las atraviesan con dragones por doquier, algunas cosas que llaman poderosamente la atención. No se ven, por ejemplo, las reiterativas marcas internacionales a las que estamos acostumbrados en todos los lados a los que vayamos, no parecen existir. Sin embargo, se fomenta la industria nacional con un envidiable nivel de competencia en todos los aspectos, textil, perfumería, farmacia, zapatería, deportes, bebidas, tecnología, alimentos, etc, etc. La calidad de todo es mejor de lo imaginable y en la mayoría supera ampliamente al de las multinacionales. Por otro lado, también envidiable, es la ausencia de clases sociales que evidencien el rango de su gente. Nadie ostenta nada, baje de un poderoso Volvo o Mercedes (que abundan) o un Twingo. El gusto y la ropa, con sus matices, es la misma para todos…
De las playas del Adriático a la campiña, Europa del Este es irremediablemente linda y digna, si se puede, de conocer.