Algunos acontecimientos que traen los noticieros impactan la comprensión del momento actual y motivan esta reflexión.
Putin anexa la región del Dombás de Ucrania, mientras ésta reconquista otras ciudades invadidas y amenaza recuperar Crimea. Putin declara que se defenderá con armas nucleares, Biden anuncia el Armagedón, y la OTAN provee a Zelensky de armamento sofisticado.
Europa involucrada en la guerra contra Rusia, está presionada por campos de inmigrantes en el sur de Turquía, las islas griegas, Lampedusa en Italia; y en campamentos ilegales para cruzar el estrecho de Gibraltar o el canal de la Mancha; hordas que se pondrán a caminar, remar o nadar hacia los centros de las capitales europeas en el momento más inesperado; además filas de jóvenes rusos y ucranianos que huyen de la guerra.
Los gobiernos latinoamericanos llamados progresistas, lo son con apoyo de apenas el 50% del electorado, amenazados por una próxima irrupción de gobiernos autoritarios y neofascistas con apoyo popular. En varios países ya tienen ese carácter. En Chile la población rechazó la propuesta de la nueva Constitución proveniente de una convención, paritaria, diversa, con incorporación de pueblos indígenas y democrática. Caravanas de inmigrantes cruzan América hacia el norte y hacia el sur.
Los ojos del ser humano se sumergen en el confín del universo; telescopios espaciales captan las ondas del origen mismo del tiempo, y las traducen en imágenes fotográficas; cohetes desvían asteroides y la ciencia diseña como crear atmósferas en la Luna, Marte y otros planetas; la toma de decisiones por medio de algoritmos de Inteligencia Artificial, desarrolla nuevas capacidades y horizontes.
La comunicación instantánea entre cada punto del espacio terráqueo ya es un modo de vida para toda la población mundial. El conocimiento, todo el saber humano está en línea y a disposición de cualquiera capaz de precisar un interés. Al mismo tiempo la contaminación de esa información para manipular conciencias, crea condiciones que pueden estar generando una especie de esquizofrenia social; una desestructuración masiva del yo individual que anuncia fenómenos de sincronía psicosocial, pero también desbordes violentos.
La desconfianza en todo tipo de referencias políticas, religiosas, ideológicas, familiares o de cualquier tipo, nos deja a merced de propuestas irracionales, capaces de encauzar el resentimiento y el temor hacia grupos específicos.
Estamos cruzando un campo psíquico de oscuridad. Cada cual afirma su propia razón sin poder conciliar la conversación. Los medios de comunicación exacerban el temor y la sinrazón. Una experiencia de sinsentido y de fuga (distracción) de la experiencia del vivir, se instala como atmósfera social
La fragmentación emotiva y del pensar, dificulta una visión de proceso que prevea la dirección a la que conducen las acciones personales o institucionales; no somos ya capaces de comprender qué relación tiene la violencia de los jóvenes, con el armamentismo que crece en cifras inconcebibles, o con las potencias que nos preparan para un desenlace nuclear, o que priorizan sus intereses de Estado para no cambiar un sistema de producción que está destruyendo el hábitat ambiental.
Nadie sabe lo que pasa, nadie tiene una respuesta a un sistema de organización que se creó para otro tipo de mundo. Ni los Estados nacionales, ni las democracias formales, ni las centralizadas, ni los científicos, ni los artistas, ni las religiones, ni las ideologías, ninguno de nosotros está comprendiendo ni pudiendo dar respuesta al momento actual. La tecnología puso en marcha un Golem que ya no podemos detener y está fuera de control para todos; no sólo para los que estamos alejados de la toma de decisiones, sino para los que se suponen que tienen poder. La inoperancia de Naciones Unidas por el derecho a veto de las potencias nucleares, o la soberbia del poder financiero que indexó hasta las calamidades para sacar beneficios, están sobrepasados y perdieron el control. Los gobiernos tratan de responder a esta crisis como si tuviera un carácter local, sin asumir que se trata de un mundo nuevo y global.
Los procesos sociales están fuera de control incluso para los más poderosos que alguna vez pudieron hacer algo. Tratados, acuerdos, certezas jurídicas, resoluciones de Naciones Unidas, fronteras, todo es bastante relativo y la incertidumbre es lo que prima como predicción futura. Cómo se viene el futuro: “incierto”. Nadie lo sabe y todo está fuera de control. El mundo al que aspiramos y tratamos de construir, no importa desde qué ideologías o creencias, no resultó. Nuestras ideas fracasaron y el mundo se aceleró más rápido de lo que alcanzamos a comprender. Estamos boquiabiertos frente al acontecer y las civilizaciones modernas parecen ir a la deriva, luchando entre ellas mientras el planeta se agota y la humanidad concreta, cada uno, sufre.
¿Cómo se atraviesa esta noche oscura de la humanidad?
Sabemos que después de la noche viene el amanecer, pero no sabemos cuán larga será la noche. Si lo supiéramos ya no hablaríamos de incertidumbre.
En algún momento comenzará el nuevo día en que “las culturas comenzarán a entenderse y se comprenderá que, si no hay progreso para todos, no lo habrá para nadie”. Pero hasta ese momento, atravesaremos un cielo negro sin estrellas. Si el poder de los estados, de los ejércitos, de las religiones, de los pensadores han perdido el control de la situación, y todo conflicto escala hasta hacerse crónico (permanente), el gasto en armamento es sideral, y no son capaces siquiera de coordinar unas pocas medidas para proteger el medio ambiente, el agua, el aire, el mar, vitales en la sobrevivencia de la especie, tenemos que aceptar desde la humildad y el fracaso, que ya no podemos confiar que desde esas instituciones vengan soluciones al momento actual. Por el contrario, tenderán a desintegrarse por dentro. Cada cual se aferra al titilar de una estrella nocturna, mientras una a una se van apagando.
Cuando todo está perdido miramos al cielo negro y a la profundidad insondable de la propia alma. Tendremos que recurrir a otras fuerzas, a la fuerza interna del ser humano, a su vuelo e inspiración, y las fuerzas que lo empujan en un sentido trascendente. Tendremos que levantar una nueva fe desde lo profundo del ser, para reunirnos y encontrarnos entre los más cercanos. Hacer el esfuerzo por tender la mano, aunque muchos la rehuyan, estrecharla con los que la acepten. Una mano abierta que ya no discrimina por las ideas (todas fracasaron), las creencias (todas fracasaron), la condición social, y acepta a quien la acepta.
¿Podrá la fuerza interna del ser humano, la fe en el futuro común, la necesidad de unirnos para un cambio esencial del modo de vida y el modo de relación, sintonizar planetariamente para resistir la mentalidad prehistórica de las bombas atómicas, de las matanzas, del chantaje, de acumular y acumular?
No lo sé, pero si sé que llegó la hora de despertar la fuerza de lo humano que habita en el interior. Esa fuerza que cuando despierta, nos parece sentir que tocamos un impulso de trascendencia.
Fuerzas dormidas, hasta ahora depositadas en instituciones que han fallado.
Fuerza interior, que al sentir su presencia hace retroceder el temor a la muerte, y ver al otro en su esencia sagrada. Necesitamos despertarla y unirnos para ayudarnos, para acogernos, para cuidar lo humano, en esta noche oscura.
Caminar por la incertidumbre, a tientas, sin conocer los acontecimientos que irrumpirán en el camino, requiere un centro en el corazón. La experiencia de la fuerza trascendente al interior de cada uno, puede construir ese centro de unidad interna que nos servirá de apoyo mientras tambalea el mundo entero.
El significado de una crisis, no es sólo la desilusión personal o de las instituciones, sino la posibilidad de un crecimiento humano y social. Una nueva fe, una fuerza trascendente puede experimentarse ahora que nos abandona toda ilusión del mundo actual, un mundo que no pudo ser. Nuestra acción puede orientarse para hacer crecer esa fuerza, esa unidad interior, y cotejar desde esa experiencia, el bombardeo de noticias y consejos a los que estamos expuestos cotidianamente y no nos ayudan a comprender lo que nos pasa.
Despertar la fe o la fuerza interior de un cambio posible en uno, en las relaciones cercanas, y en un actuar de cuidado del otro, no puede corregir la dirección destructiva del mundo actual. Pero, tal vez, las estructuras sociales deshumanizadas, es interesante que se vuelvan inoperativas. Aquello que busca sobrevivir aun a costa del perjuicio de lo conjunto y de lo común, tal vez no es tan problemático que se desplome. Y tal vez las tendencias y las organizaciones más evolutivas, aquellas que están al cuidado del otro, del ser humano, de la naturaleza y del espíritu, si es posible que se vayan fortaleciendo cuando en nosotros nace una nueva fuerza que experimentamos que es de todos y nos trasciende. En las encrucijadas históricas, en la decadencia de las civilizaciones, es precisamente cuando redescubrimos una fuerza interior, se hace presente, o es reconocida en pequeños grupos y conjuntos humanos. Desde esa experiencia común se inicia algo que crece y se expande poco a poco.
Si esto es así, si el motor de lo humano, la fe en lo trascendente que vive en uno, en el otro y en todos, se está despertando; si podemos tender la mano y abrir el corazón para encontrarnos, mientras las estructuras mecánicas deshumanizadas que no sirven a nadie se detienen; estaríamos desde lo pequeño, desde lo humano, construyendo los cimientos de la humanidad futura.