Hace unos días atrás, en el match de despedida de Roger Federer, jugando dobles con su amigo y competidor Rafael Nadal, fueron captados en una fotografía, que se hizo viral en redes sociales, en la cual ambos se muestran llorando visiblemente emocionados y Federer le toma la mano a Nadal expresando su amistad, compañerismo y empatía.
Roger Federer dejó el tenis profesional después de una exitosa carrera. Estuvo N°1 en el ranking mundial durante 310 semanas, en cinco ocasiones terminó el año en ese lugar, triunfó en 103 torneos ATP y en 20 Grand Slams. Además de mostrar su fortaleza física, Roger Federer y Rafael Nadal fueron capaces de mostrar sus emociones en público y convertirse así en ejemplo de una de las características de las nuevas masculinidades.
Un gesto público como este, en que se exterioriza una sentida emoción de alegría, cercanía y fin de una etapa, hubiera sido impensada hace unos pocos años atrás. Ambos tenistas de primer nivel mundial se atrevieron de forma natural a expresar sus emociones sin responder al estereotipo masculino de “macho” proveniente de la cultura patriarcal hegemónica.
Es interesante preguntarse si esta misma foto con protagonistas mujeres, por ejemplo, Steffi Graf y Serena Williams hubiera tenido el mismo impacto. De seguro no se hubiera viralizado en la magnitud que lo hizo la foto que comento. En nuestra cultura patriarcal, a las mujeres se les asocia con sensibilidad y emotividad, con permiso para expresarse mientras que “los hombres no lloran” y por lo tanto una demostración de afecto y cariño entre dos hombres heterosexuales puede derivar en que se cuestione su “masculinidad” o su heterosexualidad.
Esta foto que muestra la sensibilidad de ambos vale más que mil palabras o discursos respecto de las nuevas masculinidades. Una potente imagen que las redes sociales han celebrado por romper los estereotipos de la «masculinidad tóxica».
Las masculinidades son una construcción cultural. Tal y como se entiende hoy, es un conjunto de atributos, valores, comportamientos y conductas, que entre sus principales características están los mandatos sociales que se les asignan: proveedor, paternidad, heterosexualidad, racionalidad, caballerosidad y asunción de riesgos; y especialmente el uso de la fuerza física como método de dominación.
No es casualidad que en los estudios realizados por Fundación Semilla en el ámbito escolar, el 93% de las agresiones sexuales en el tramo etario de 14 a 17 años, son dirigidas a mujeres, la relación de victimarios es de 168 hombres a 10 mujeres y una mujer tiene tres veces más probabilidad de recibir violencia sexual en los colegios, que un hombre.
En Fundación Semilla destacamos esta imagen, que tiene un valor inigualable, como ejemplo para nuestros talleres de educación socioemocional y en particular, para cuando abordemos las características de las nuevas masculinidades.
En Fundación Semilla trabajamos para abrir espacios de comprensión y visibilización de las violencias de género particularmente en contextos escolares. Superar los estereotipos de género es un gran paso para avanzar en el fortalecimiento de la convivencia escolar al interior de las escuelas, ya que gran parte de los problemas de convivencia tienen su origen en estereotipos y discriminaciones asociadas a la expectativa social basada en características asociadas al género.