“El sol nunca se pone en el Imperio británico” se ha dicho durante mucho tiempo en referencia a las colonias que el Reino Unido poseía en diversas partes del mundo. ¿La muerte de la reina Isabel II provocará una mayor reducción de ese imperio, teniendo en cuenta que muchas de las ex-colonias del Imperio británico que ahora conforman lo que se conoce como la Mancomunidad de Naciones debaten actualmente la posibilidad de cortar sus lazos con el Reino Unido de forma permanente? ¿Cómo deberían ser las acciones de reparación y asunción de responsabilidad por ese pasado colonial signado por la esclavitud, los campos de concentración, las ejecuciones y las torturas?
En 1947, en su cumpleaños número 21 y cinco años antes de ser coronada como reina, Isabel dijo: “Declaro ante ustedes que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a su servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.
Isabel pronunció este discurso en Sudáfrica, un país de la Mancomunidad Británica de Naciones, un año antes de que la minoría blanca impusiera las políticas racistas del apartheid sobre la mayoría negra y otras poblaciones no blancas. Durante los 50 años siguientes, el régimen del apartheid de Sudáfrica, que contó con el respaldo del Reino Unido y Estados Unidos, demostró que no a todas las personas que formaban parte de la “familia imperial” de la reina les fue bien.
Mukoma Wa Ngugi, docente de literatura en la Universidad de Cornell, dijo a Democracy Now!: “Me gustaría que se disuelva esta noción de la Mancomunidad de Naciones, de la Commonwealth. […] ¿‘Mancomunidad’? ¿A quién sirve esa mancomunidad?”.
Mukoma nació en Estados Unidos, pero se crió en Kenia, y es hijo del renombrado escritor keniano Ngũgĩ wa Thiong’o.
“El libro en el que estoy trabajando actualmente, que trata sobre las poblaciones africanas y afroamericanas, me llevó a Keta, en Ghana, una de las ciudades desde donde se embarcaba a los esclavos. Es un lugar que quedó muy decaído [por] el impacto, el trauma que dejó la esclavitud. Maya Angelou la consideraba una ciudad melancólica”.
Mukoma continuó: “De Keta fui a Bristol, en el Reino Unido. Bristol era un puerto de comercio de esclavos. […] [Actualmente] es una ciudad pujante. Mucha gente se enteró [del pasado esclavista de Bristol] cuando [un grupo de manifestantes] derribó la estatua de Edward Colston, uno de los traficantes de esclavos de la ciudad, [durante las protestas por la muerte de George Floyd en 2020]. Pero se pueden ver en ella los efectos de la esclavitud y del colonialismo. Podemos ver cómo se construyó la riqueza del Reino Unido”.
En 1952, Isabel estaba en Kenia cuando se enteró de la muerte de su padre, el rey Jorge VI, y se convirtió en reina. Kenia sufrió durante décadas el dominio colonial británico. Un movimiento de resistencia armada, conocido como “los Mau Mau”, se levantó contra el dominio británico en la década de 1950. Caroline Elkins, historiadora de la Universidad de Harvard, documentó la violencia cometida por el Reino Unido contra los kenianos en su libro “Ajuste de cuentas imperial. La historia no contada del gulag británico en Kenia” (Imperial Reckoning: The Untold Story of Britain’s Gulag in Kenya), ganador del Premio Pulitzer.
En conversación con Democracy Now!, Elkins expresó: “Como una forma de reprimir a los Mau Mau, cerca de 1,5 millones de kikuyu, o africanos, fueron recluidos en campos de detención o “aldeas de emergencia” cercadas con alambre de púa. […] Durante todo ese período se produjeron actos sistemáticos de violencia y tortura, así como también asesinatos y un encubrimiento generalizado [de todos estos actos]. En resumidas cuentas, durante el reinado de Isabel II, el régimen imperial cometió graves crímenes. De hecho, su foto estaba colgada en todos los campos de detención de Kenia donde se torturaba a las personas para exigirles lealtad a la corona británica”.
Muchos países aún intentan superar los impactos del colonialismo británico. David Comissiong, embajador de Barbados en la Comunidad del Caribe dijo a Democracy Now! en diciembre de 2021, poco después de que el país abandonara la Mancomunidad de Naciones, se declarara soberano y dejara de reconocer a la reina Isabel II como su jefa de Estado: “Las naciones y pueblos que anteriormente fueron esclavizados y colonizados, como los del Caribe –incluido Barbados—, se han insertado en ese orden internacional de una manera estructuralmente subordinada y bajo un régimen de explotación. […] Barbados fue la primera sociedad en la historia humana que se construyó totalmente sobre la base de la esclavitud: su economía, su sistema social, su ideología. Esa es nuestra historia. La familia real estuvo profundamente involucrada en el comercio de esclavos británico y en el sistema de esclavitud africano”.
El primer ministro del país caribeño de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, anunció esta semana que el país realizará un referéndum dentro de tres años para decidir si corta totalmente los lazos con el Reino Unido.
Durante una entrevista con Democracy Now!, Dorbrene O’Marde, presidente de la Comisión de Reparaciones de Antigua y Barbuda y embajador extraordinario de Antigua, dijo esta semana: “[La reina Isabel II] logró ocultar la brutalidad histórica del imperio [británico] detrás de este barniz de grandeza, esplendor, pomposidad y gracia. Pero creo que […] tenemos que examinar esa historia de una manera mucho más profunda”.
El hijo mayor de la reina Isabel la ha sucedido y se ha convertido en el rey Carlos III. El nuevo monarca tendrá que afrontar los reclamos cada vez más crecientes para brindar reparación y asumir las responsabilidades por el largo período de explotación colonial que enriqueció al Reino Unido y a la familia real, incluido él mismo. La riqueza estimada de la familia Windsor es de miles de millones de dólares.
Dorbrene O’Marde agrega: “El plan de reparaciones de la Comunidad del Caribe (Caricom) se centra en el desarrollo […] de una región donde el dolor de la esclavitud y el genocidio aún persiste y continúa afectando la vida de la población caribeña en la actualidad. [El Reino Unido] ha cometido crímenes de lesa humanidad y existe una demanda moral y ética para que reconozca esos crímenes”.
El rey Carlos III debería atender el llamado de estos antiguos súbditos coloniales y responder por los innumerables daños infligidos en todo el mundo en nombre de la monarquía británica.