No haré comentarios al programa de Giorgia Meloni, exponente del partido de ultraderecha recién elegido en Italia para gobernar los próximos 5 años, junto a Lega Nord y al partido de Berlusconi. No haré comentarios al programa, porque no lo he leído. Llevo 10 años afuera del país y me siento mucho más actualizada sobre el desarrollo de la política en el lugar donde me encuentro, que sobre la política italiana, no miento. Sin embargo, es mi patria, es parte de mí y es donde cada año regreso religiosamente para visitar a mis padres, mi hermano, mis sobrinas y al innumerable grupo de amigas y compañeros que reencuentro como si nos hubiéramos visto ayer. Italia es un lugar que todavía me interesa, porque lo conozco, manejo sus dinámicas, soy custodia de sus inmensos recursos como el voluntariado, el protagonismo cívico, el cooperativismo y al mismo tiempo soy testigo silenciosa de sus cahuines, de los políticos agarrados a la silla, de los homicidios de la mafia, pero también de las iniciativas contra la mafia, de cómo piensa la gente, del olor de mi tierra emiliana, tierra de campos, de agricultura y de ganadería. A veces sueño todavía con el olor de mi tierra.

Y llegó septiembre y con ello, el duro golpe del Rechazo a la nueva Constitución de Chile, que me afectó personalmente, a mí como a todos los que estuvimos creyendo de verdad que éste podía ser un camino que demostrara que otro mundo es posible. Y después, la victoria de la ultraderecha en Italia, que también me afecta personalmente, como a todas las personas que caminamos por las calles mirando a los ojos a quienes las habitan, construyendo desde abajo cada día, haciendo arte social, escribiendo artículos periodísticos orientados a informar y no a  hacer propaganda, dando clases para educar a los que educan en los derechos humanos.

No me sorprende que, después de años de incapacidad de la centro-izquierda de responder a los reclamos de la población, la extrema derecha haya sido escogida para el próximo gobierno. De igual modo hay que pensar que Giorgia Meloni recibió el 14.3% de votos de los ciudadanos (el 26% de los votantes), considerando la afluencia a las urnas correspondiente al 63% (afluencia en su mínimo histórico). Después de dos años de miedo, de separación y encierro tanto físico como mental, dos años de muertes y de abusos en las leyes dirigidas a sembrar el miedo hacia quienes las infrinjen, todavía en mi ciudad (Modena) están los militares enmascarados de seguridad en la carretera, con un jeep desplazándose por el centro. Los llamaron para garantizar el distanciamiento social en la época de las manifestaciones por el derecho a la escuela en pandemia y decidieron quedarse con ellos. El exceso de seguridad, la aceptación de fáciles respuestas, ya el enemigo no es sólo el ladrón o el extranjero, desde siempre tachados por estos perjuicios, sino también el vecino que sale de casa sin su mascarilla, el vecino que lleva los perros a la playa a un condominio donde no está permitido, el vecino que deja de ser persona y se convierte en amenaza.

Me pregunto: ¿cuándo empezamos a despersonalizar al vecino, al migrante, al colega que piensa diferente? ¿Cuándo hemos dejado bien guardado en un cajón el sentido de justicia, el bien común, el sentido común? ¿Cuándo hemos dejado de informarnos de verdad para dar espacio al puro entretenimiento? ¿Cuándo comenzamos a pensar que no podíamos hacer nada frente al vecino que duerme en la vereda y está en situación de calle o que pide para sobrevivir?

Conversando con mi hermano, le pregunté cómo pensaba organizar ahora la resistencia. Resistencia para mí significa de verdad tener las herramientas para aguantar este período oscuro que llega y defender lo que hemos ido construyendo durante milenios. A mi entender, resistencia significa volver a reconstruir redes de práctica, colaboraciones entre sectores de abogados constitucionalistas, sectores de sociólogos y antropólogos que nos ayuden a comprender mejor ciertos fenómenos, redes de periodistas que den voz a las verdades que cada día se ocultan, redes de psicólogos, psiquiatras, médicos que apoyen a los colectivos vulnerabilizados y que hoy están realmente en peligro. Se trata de construir observatorios, de saber comunicar, de llegar a la gente para escucharla y dialogar con ella, porque sólo podemos avanzar si vamos hacia adelante todos juntos y el hacer juntos es parte constitutiva de una comunidad.

La democracia es una gran conquista que hoy en día es lo menos peor que hemos logrado a nivel de forma de gobierno, de convivencia de seres humanos que habitan un mismo territorio, pero aún queda mucho por inventar, para evitar caer en el juego de las partes, en las divisiones entre quién gana y quién está a la oposición. La toma de decisiones aceptables para la otra parte no puede reducirse a una negociación de favores políticos y económicos. Que las decisiones sean aceptables para la otra parte, que estemos en una disposición de llevar adelante el país es un ejercicio de ubuntu*, de avanzar todos juntos. Es triste que este rol se quede empantanado en las aglomeraciones sociales y no penetre en una visión de sociedad mejor que todos queremos, aún con puntos de vista diferentes. La mayor resistencia que se pueda hacer, siempre, es promover la unidad de forma consciente, profunda, la defensa de lo que más identifica a nuestro pueblo, nuestro país y los que lo habitan. Es lo contrario de lo que impulsa la ultraderecha: división, odio, provecho de pocos por encima de muchos, polarización, falta de discernimiento.

El gobierno italiano ya está elegido. El pueblo vive cada día en su territorio y está llamado a defender los derechos y a activarse cuando ve que ellos están bajo amenaza, como en esta época. Hacerlo reconstruyendo las redes reales, profesionales, intelectuales, populares, encuentro que puede ser una eficaz herramientas y no hay que perder tiempo para ponerla en práctica, poniendo al centro los derechos que empiezan con: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y consciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros**.

 

*Ubuntu: antigua palabra africana que en la cultura Zulú y Xhosa significa “Yo soy porque nosotros somos”

**Declaración Universal de los Derechos Humanos, ONU, 1948.