Villa Nahueve: los intereses ajenos de José Brillo y las paradojas del neoextractivismo en la región
Para José Brillo, presidente de la Agencia de Inversión de Neuquén (ADI), el crecimiento y el desarrollo en la región se concreta con construcciones, infraestructura y planificación aunque se deba, para ello, prescindir de las personas y todas las formas de vida cercanas. El resultado de una paradójica, aunque lastimosa filosofía presente en el neoextractivismo regional y latinoamericano.
Lo vemos y somos testigos directos en la ciudad de Neuquén: se construyó un Paseo de la Costa con toneladas de cemento y escombro, pero no tenemos río o tenemos un río que padece de vida y salud. ¿Qué es lo que se contempla entonces? ¡Un monumento a la muerte! ¿Somos el país de las inauguraciones? ¿Existe una política y una propuesta discursiva en torno a la inauguración de monumentos y el asesinato de la vida? ¿Qué contemplamos desde el Paseo de la Costa? ¿El fin de la vida? ¿La pronunciación de los monumentos de cementos por encima de la filosofía y el conocimiento presente en todas las formas de la naturaleza?
¿Inauguramos monumentos que le dan fin a las distintas formas de vida que habitan los territorios?
José Brillo es cínico o se contradice, lo seguro es que no defiende la vida y el bienestar de las personas que dice cuidar. Está preocupado por otros intereses, intereses ajenos que quiere hacer propios. “José Brillo anda diciendo que la familia Sepúlveda no existe, que no hay registro de ella en la Villa (Nahueve), pero en el mismo informe que produjo y supervisó desde el organismo que dirige (ADI), aparece nuestro apellido, la ubicación exacta donde vivimos y hasta aparecen las colmenas de miel que cultivamos”, me cuenta Héctor Sepúlveda, desde el norte neuquino, con una tono de pena que camina kilómetros. “Nos duele que no nos reconozcan”, insiste dentro de una larga conversación que ya lleva dos años.
El ADI, el Movimiento Popular Neuquino y el gobierno provincial de Neuquén expulsaron a la familia Sepúlveda de su hogar y redujeron a su mínima expresión la capacidad productiva de la comunidad de Los Carrizos y Villa Nahueve: la población ya no puede producir dentro de una huerta, no puede continuar con el camino de la trashumancia como hace cientos de años, ni siquiera puede sembrar las plantas medicinales que han aliviado de manera ininterrumpida los malestares del cuerpo. ¿El pretexto? La construcción de una represa que sirva para riego y motor de electricidad. ¿Riego para quién, si despojaron a la población de sus casas? ¿Electricidad para quién, si la población ya no tiene derecho a habitar una casa, un patio y un fragmento de río?
José Brillo es cínico o se contradice, lo que es seguro es que no defiende la vida y el bienestar de las personas que dice cuidar. Está preocupado por otros intereses, intereses ajenos que quiere hacer propios. Reduciendo a la servidumbre, el clientelismo y la dependencia perpetua a la población neuquina, impulsando proyectos que sólo benefician a capitales extranjeros y cúmulos mínimos de personas. “¡No quieren trabajar!», ¡Están en contra del progreso!”, le grita después en la cara a la misma población a la que desvalijó, quitándoles sus tierras, impidiendo de diferentes formas, como a la familia Sepúlveda, que puedan desarrollar emprendimientos económicos independientes y autónomos.
Ni un par de colmenas de miel se pueden producir, sin que el Movimiento Popular Neuquino las pretenda.
Todo se deja el Movimiento Popular Neuquino, todo destruye el Movimiento Popular Neuquino. Las tierras, los ríos, los cerros, las colmenas, las abejas, hasta inclusive la fuerza de producción de las personas pretenden quedarse.
Todo ambiciona el Movimiento Popular Neuquino, todo ningunea. A nadie defiende, ni protege. Es el movimiento de saqueadores de guante blanco del país.
Desvalijan todo, en todo momento. ¡No te dejan nada! Ha sido así toda la historia.
Hasta el suspiro de aire que se agolpa en tus pulmones pretenden usufructuar.
Eso es el Movimiento Popular Neuquino. Así opera el Movimiento Popular Neuquino en la región desde hace décadas.
José Brillo y sus intereses ajenos son un caso testigo de decenas de hombres y mujeres que hacen carrera en el negocio lucrativo de desvalijar a poblados y comunidades.
La versión posmoderna del colonialismo en la región hecha carne, materia, con sus mentores y hasta el Modus Operandi que efectúan, casi sin mucha oposición, a la vista de todos y todas.
Aunque nos lleve toda la vida y nos quedemos sin nada, hay que (com)prometerse como si se tratara de un principio de vida, una y otra vez hay que jurarse: ¡De arriba no se la van a llevar!
¡Que ni la impunidad ni el cinismo se les haga costumbre!