El horror de ayer, el negacionismo y la violencia de hoy.
Las clases opresoras impulsan las guerras, solo los pueblos pueden garantizar la paz.
Apenas un poco más de 20 países del total de 193 reconocidos en la ONU, admiten como hecho histórico el genocidio armenio. El discurso oficial turco de que hubo excesos y violencia en el marco de una guerra, y que nunca se buscó la eliminación étnica, se diluye ante la cantidad de pruebas y testimonios.
El Historiador turco Taner Akcam, observa cuatro métodos utilizados en 1914 para llevar adelante el genocidio.
1- Opresión de la población con el pretexto de recaudar impuestos, reclutamientos forzosos, confiscación de propiedades, persecución de desertores.
2- Agresiones y masacres en las aldeas de fronteras, realizadas por las unidades de la llamada «Organización Especial» (Teskilati Mahsusa), a partir de septiembre e intensificadas en el verano.
3- El desarme de la población armenia.
4- Las deportaciones estratégicas en regiones problemáticas al inicio de la guerra.
El genocidio armenio es concomitante al surgimiento del naciente Estado ittihadista turco, que extendió sus crímenes a griegos, sirios e incluso kurdos. Un estado turco moderno que surge ante la declinación y el posterior desmembramiento del imperio otomano. El contexto histórico del genocidio, está fuertemente condicionado en las relaciones internacionales por el fortalecimiento de los imperialismos y el neocolonialismo, que tienen como consecuencias, guerras, rebeliones y/o luchas por las autonomías.
El nuevo estado turco, buscó homogeneizar territorios históricamente multiculturales, cuando en el año 1913 en el declive del Imperio Otomano, accedió al poder un triunvirato que estructuró institucionalmente la ideología panturquista, reemplazando a la ideología del otomanismo. Estas nuevas ideas dan base a la ideología que justificara los procesos de persecución y genocidio. En 1914 comienza la Primera Guerra Mundial y con ella fue creciendo desde el panturquismo, la creencia de que los pueblos cristianos que habitaban la región eran un peligro para la identidad turca. Se fue fortaleciendo las propuestas de homogeneizar a la población del imperio, particularmente a los situados en la meseta de Anatolia, centro territorial donde vivían unos dos millones de personas mayoritariamente cristianas (armenios, sirios y griegos).Los armenios ya vivían agrupados en barrios aislados (vilayetos o millets); que funcionaban autónomos en política, economía, religión, y vida social, bajo autoridad del Patriarca de Constantinopla.
El genocidio no lo constituyeron hechos aislados, sino el intento de implementar una verdadera limpieza étnica homogeneizadora de la región, bajo un solo tipo de identidad: la panturquista, impulsada por la burguesía explotadora turca.
«Jóvenes turcos» es el sobrenombre de un partido nacionalista llamado «Comité de Unión y Progreso» (CUP) de principios del siglo XX, cuyos líderes lograron acceder al poder en 1909. Durante el gobierno del CUP, se promovió las persecuciones y masacres que conformó el genocidio armenio. En 1914 el plan de construir un estado turco comienza a concretarse, iniciándose con el agobio económico, y luego implementando las deportaciones. Se clausuraron clubes, y sociedades de las comunidades minoritarias, se prohibió la creación de partidos políticos sobre la base nacional. Estas políticas se llamaron, «unión de los pueblos», buscaban homogeneizar culturalmente en torno a la identidad islámica-turca. Las diferentes formas iníciales de violencia incluían impuestos especiales, imposibilidad de prestar testimonio en los tribunales, prohibición de portar armas, menos derechos para ocupar cargos públicos, no estaban amparados en la práctica bajo la igualdad de la ley.
Al mismo tiempo se empezaron a incorporar a las minorías étnicas al ejercito, destinándolos a tareas de trabajos extremos, haciendo caminos en el Cáucaso, padeciendo bajas temperaturas, malnutridos, miles de esos soldados murieron bajo esas condiciones. A los soldados de origen armenio, intencionalmente se los enviaba a los frentes de batalla meses antes de tomar estas medidas.
Simbólicamente se toma el 24 de Abril de 1915 como fecha inicial del genocidio cuando fueron detenidos unos 235 líderes armenios en Estambul. Las detenciones en esa ciudad de miles de referentes políticos, religiosos, etc. fue aumentando en los días posteriores llegando a más de 2500 detenidos, mayoritariamente luego asesinados. En estas acciones fue un actor central la «Organización Especial», unidades paraestatales, formadas clandestinamente en 1914, integradas inicialmente por convictos liberados para estas tareas. En Mayo de 1915 dan comienzo las deportaciones masivas, convertidas en grandes marchas, en las peores condiciones de hambrunas, desamparo, tortura, y violaciones en las que muchos murieron por agotamiento o directamente asesinados.
Cientos de miles de niños y ancianos no sobrevivieron a las largas jornadas de caminatas a través de montañas y desiertos, muchas veces semidesnudos y privados de alimentos o agua. Miles de cuerpos quedaron a orillas de los caminos agotados y/o enfermos. En aldeas pequeñas se masacraba directamente a sus habitantes y sus casas eran incendiadas u ocupadas. Embarcaciones cargadas de victimas fueron hundidas en las costas del Mar Negro y a lo largo del Tigris. Se toleraban y alentaban asesinatos, robos, saqueos, y las autoridades castigaban cualquier protección concedida a los perseguidos.
La mayoría de los estudios del tema, ignoran la resistencia de gran parte de los afectados, varias zonas se resistieron a los ejércitos turcos e incluso numerosos musulmanes acompañaron la resistencia. Un caso ejemplar ocurre en julio de 1915 cuando se busca deportar las seis aldeas que rodeaban el monte Musa Dagh, dando comienzo a lo que se conoce como «los cuarenta días de Musa Dagh». En septiembre fueron rescatados por una nave francesa, algunas aldeas lograron defenderse hasta 1919. Es digno destacar la solidaridad de algunos sectores de la población turca y no turca pero musulmana con los perseguidos. De diferentes formas desde ambos sectores de esas poblaciones salvaron a miles de armenios, sobre todo en la región de Dersim (hoy Tunceli), hubo situaciones donde los propios kurdos atacaron al Ejército turco para salvar a los armenios. Estas experiencias refutan la perspectiva que sostiene al genocidio como una forma de expresión de una supuesta guerra santa, llevada adelante unánimemente por la nación turca, que oculta los intereses de la verdadera masacre que fue impulsada por los sectores más poderosos de la burguesía turca y no por unanimidad de su pueblo.
Las propiedades de los asesinados o deportados fueron entregadas a personas o empresas turcas con el fin de crear una burguesía nacional más fuerte, muchas casas y campos quedaron en manos de la burguesía militar. El impacto del genocidio fue devastador, más de un millón y medio de armenios perecieron durante el holocausto, más de ciento cincuenta mil fueron convertidos al Islam, o fueron protegidos y escondidos por los turcos o kurdos y sobrevivieron en el oeste de Armenia. Cerca de cuatrocientos mil sobrevivieron huyendo a la Rusia armenia, el Cáucaso o Irán, otra cantidad similar logró escapar hacia el sur, hacia zonas arábigas. En las zonas cercanas a Rusia fue donde se realizaron las mayores prácticas genocidas, regiones de una gran identidad poblacional no turca, con sus propias prácticas y sus propios deseos de independencia. A lo largo del Éufrates los armenios fueron empujados siempre hacia Deires-Zor (Siria) donde llegaron unas doscientas mil personas. Entre marzo y agosto de 1916 se ordenó desde Constantinopla la liquidación de los últimos sobrevivientes reunidos en los campos, a lo largo del ferrocarril y en las orillas del Éufrates. Aún quedan armenios en Turquía y algunas familias de armenios, especialmente protestantes y católicos, todavía subsisten en las provincias salvadas de la muerte por misiones extranjeras eclesiásticas.
Culturalmente se buscó borrar el carácter multicultural que caracterizaba al Imperio Otomano. En Turquía los lugares con nombres armenios fueron cambiados, y los monumentos de la cultura Armenia fueron borrados o desaparecieron con el paso del tiempo, la pluralidad otomana dio paso a la homogeneidad de la República de Turquía. La identidad turca se terminó de conformar como parte del proceso genocida, pero también es necesario mencionar que en los años siguientes el pueblo turco sufrió masacres y persecuciones en territorios donde surgieron otros estados modernos, donde siempre las minorías poderosas impulsaron la violencia y los pueblos sufrieron las consecuencias. Se ha pretendido borrar las identidades de los afectados, qué proyectos tenían y cuáles eran sus reivindicaciones, sus propias características e incluso su heterogeneidad.
En tiempos como el actual donde las minorías poderosas siguen llevando a pueblos enteros a la guerra y los enfrentamientos, Los humanistas recordamos el genocidio armenio, como un procedimiento de los primeros en sus características, que luego se repetiría en Europa en el contexto de la segunda guerra mundial, con los judíos, los gitanos, los eslavos y otras minorías.
Las consecuencias del genocidio y el negacionismo, siguen hasta el día de hoy y en tiempos recientes las tensiones y las agresiones históricas no conciliadas desencadenaron la guerra entre Azerbaiyán y Armenia. En septiembre de 2020, Azerbaiyán lanzó un ataque a gran escala sobre Nagorno Karabaj reactivando un conflicto armado en teoría, finalizado en 1994. El estado turco apoyó abiertamente a su aliada Azerbaiyán proveyendo drones Bayraktar TB2 de industria turca, unidades de fuerzas especiales del Ejército y mercenarios para combatir al Ejército de Defensa armenio. Luego de casi 50 días de conflicto armado un acuerdo firmado entre Armenia, Azerbaiyán y Rusia puso fin a los ataques. Nuevamente el pueblo armenio padeció las intenciones de limpieza étnica con los ataques a la población civil de Nagorno Karabaj, miles de soldados armenios murieron y cientos de prisioneros de guerra fueron detenidos por las tropas azerbaiyanas quienes, hasta hoy, se niega a devolverlos.
La ocupación de más del 70% de la superficie Karabaji produjo el destierro de miles de armenios, la mayoría actualmente viven como refugiados situaciones que recuerdan las “caravanas de la muerte” de 1915, y se ha reactivado el odio y la armenofobia, con acciones como la inauguración del “Parque de Trofeos Militares”, realizado con objetos tomados del conflicto del año 2020 o los contenidos de los programas educativos en Azerbaiyán que promueven una fuerte animosidad racial.
Los gobiernos turcos y azerbaiyanos presentan un discurso público pacifista y simultáneamente deciden medidas de agresión contra la población armenia fortaleciendo políticas negacionistas en torno a lo ocurrido hace poco más de un siglo atrás.
Desde el año 2020 Rusia sostiene unos 3.000 soldados que en buena medida evitan las agresiones hacia los armenios en el centro de Nogorno Karabaj donde aún viven 120 mil armenios, quienes por medio de «un corredor» reciben los suministros necesarios para sobrevivir. Mientras los rusos impiden que azerbajianos y turcos ingresen, el gobierno Armenio exige al «Grupo de Minsk», perteneciente a la OCSE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) propuestas para la solución del conflicto.
El conflicto en Nogorno Karabaj, hoy ha pasado a segundo plano como consecuencia de la guerra entre Rusia y OTAN en territorio Ucraniano. Existe el riesgo de que se reactiven las agresiones en una zona muy próxima al conflicto bélico que está poniendo a la humanidad al borde de la destrucción nuclear. Desde el gobierno Armenio se afirma que si Rusia saca sus tropas, temen la repetición del genocidio, al mismo tiempo que las relaciones entre las cúpulas de los países en la región son a veces confusas o ambiguas, por ejemplo Rusia ha protegido a Armenia y al mismo tiempo le vendió armas a Azerbaiyán.
Un siglo después el motor del conflicto sigue siendo las pretensiones de algunas de las burguesías nacionales de apropiarse de los recursos de otros pueblos.
Desde el Partido Humanista Internacional, cuya metodología de acción es la No Violencia activa, denunciamos a las guerras como la expresión más extrema de la violencia física, promovida siempre por minorías poderosas en el ciego afán de acumular riquezas y poder. Desde nuestra federación impulsamos que se reconozca el reclamo del pueblo armenio por el genocidio padecido hace mas de cien años, para dejar atrás el vergonzoso negacionismo que aun sostiene la mayor parte de la comunidad de países.
Las y los humanistas sabemos que las guerras solo las impulsan los opresores, no las deciden los pueblos, jamás las poblaciones son consultadas sobre la decisión de entrar en acciones bélicas. Los conflictos bélicos, sólo podrán detenerse por el creciente protagonismo de los pueblos, por el ejercicio directo del poder popular, el único poder capaz de construir y garantizar verdaderamente la paz.
Equipo de Coordinación Internacional de la Federación Internacional de Partidos Humanistas