De acuerdo al Servicio Electoral chileno, en el marco del Plebiscito Constitucional para la ratificación o no de la propuesta de una nueva Constitución que sustituya la de 1980, impuesta por la dictadura; con casi un 100 por ciento de los votos escrutados y más de 12 millones de electores a nivel nacional, regional y comunal, el Rechazo ganó con aproximadamente un 62 por ciento de los votos en contra del 38 por ciento del Apruebo.
El escrutinio de este domingo 4 de septiembre, a diferencia de los anteriores, fue de carácter obligatorio, e incluso los jóvenes de 16 y 17 años pudieron sufragar voluntariamente.
Sobre un universo de 38.472 mesas receptoras de sufragios determinadas para estas votaciones, se instalaron un 100 por ciento de ellas.
En la región de Magallanes, al igual que en todas las regiones, también ganó el Rechazo sobre el Apruebo en una relación aproximada de 6/4, considerando que el Presidente del país, Gabriel Boric, es originario de ese territorio austral de fuerte presencia de comunidad croata, y donde en las elecciones presidenciales del año pasado, Boric obtuvo alrededor del 60 por ciento de las preferencias. La gente esta vez sufragó de manera inversa.
Respecto de las causas de los resultados, son muchos y diversos los factores que se han argüido para intentar explicar el fenómeno que, en los hechos, significa que la Constitución de Pinochet de 1980 continúa vigente.
Paradójicamente, en el plebiscito de entrada del 25 de octubre de 2020, 7.542.952 de personas acudieron a las urnas y dieron un contundente apoyo a la opción de redactar una nueva Constitución con un 78,28 por ciento, versus un 21,72 por ciento que se inclinó por mantener la Constitución de 1980.
Entre los motivos del triunfo del Rechazo se ha planteado la multimillonaria campaña del terror y noticias falsas que usó el comando de campaña de esa opción contra el Apruebo, como la supuesta implementación en el país de un régimen caótico, expropiador incluso de viviendas propias; la apertura masiva de fronteras para el ingreso de “migración del crimen organizado”; el desate de la “crisis, odio e inestabilidad social y económica generalizada”; “la imposición de una propuesta irreal, idealista, maximalista, refundacional, antipatriota, imposible de realizar y basada en la confrontación”; etc.
También los resultados plebiscitarios serían provocados por la falta de socialización y democratización entre la población de los contenidos fundamentales de la propuesta de nueva Carta Magna. O sea, que la campaña del Apruebo habría sido pobre, elitista, autorreferente, tardía e incapaz de incorporar con convicción suficiente sus aspectos más progresistas en la propia población, como los artículos ambientalistas, paritarios en materia de igualdad de género, descentralización política del país, el reconocimiento explícito de los derechos de los pueblos indígenas y originarios, reformas laborales y judiciales, entre otros.
Igualmente, el fracaso del Apruebo se le achacó a la presencia protagónica de miembros de la clase política de la ex Concertación y el Frente Amplio en la campaña, clase política repudiada ampliamente y cuya repulsa se manifestó con fuerza inédita durante la revuelta social iniciada el 18 de octubre de 2019, y que sólo pudo detener la pandemia del Covid 19.
Lo anterior verifica la profundización de la crisis institucional que padece Chile, no exclusivamente del Gobierno actual, sino de todo el sistema de partidos políticos establecido.
Por otra parte, las consecuencias en términos inmediatos arrojan el debilitamiento estratégico de la presente administración de La Moneda y su paquete de reformas, que ya se encontraba descafeinado respecto de las promesas de campaña electoral. De ese modo lo dejó ver el propio Presidente Boric, quien llamó a la oposición a una reunión urgente para el lunes 5 de septiembre, probablemente con el propósito de reformular los cambios comprometidos y ajustarlos hacia la derecha mediante una suerte de “pacto de unidad nacional” que, al final del día, mantendrá el sistema capitalista neoliberal intacto.
Tras conocer los resultados, el Presidente Boric, al igual que lo hizo el ex mandatario y privatizador serial Ricardo Lagos, señaló que “las instituciones funcionan y la democracia chilena sale más robusta”; se comprometió a organizar “con el Congreso un nuevo itinerario constituyente que logre interpretar a una amplia mayoría ciudadana”; enumeró algunos problemas sociales que sufre la comunidad y sugirió prontos cambios de gabinete. Al respecto, vale indicar que Boric, directamente, aventuró realizar una fórmula híbrida de cambios constitucionales entre parlamentarios y otros actores, donde “el Congreso está llamado a ser su gran protagonista”, cuestión que ya fue rechazada por el plebiscito de entrada (la entonces llamada “Convención Mixta”). Esto es, pareciera que jamás se hubiera efectuado un referendo en octubre de 2020 que aprobó cambiar la Constitución de Pinochet por medio de la elección popular de todos los convencionales, sin presencia alguna de parlamentarios. En consecuencia, Boric hace una interpretación por arriba y bien particular de la votación de este 4 de septiembre, reponiendo lo que se negó hace casi dos años atrás en las urnas.
En el costado de las fuerzas anticapitalistas, se planteó la necesidad de continuar construyendo en los territorios sociales de los pueblos y de las y los trabajadores. Este sector político no hizo parte del proceso constitucional ni del plebiscito.