Un saldo de cuatro personas detenidas, dos adultos y dos menores, y una joven afectada de un trauma ocular, marcó la multitudinaria romería que conmemora cada año el ominoso golpe de Estado de 1973 perpetrado por la oligarquía chilena, sus expresiones políticas y gremiales, y Washington.
En la ocasión, las y los manifestantes exigieron la liberación inmediata de los prisioneros políticos de la revuelta social que, pese a las promesas electorales del Gobierno central, son mantenidos en cautiverio.
Como es costumbre, y sin hacer diferencia respecto de otras administraciones de La Moneda, las Fuerzas Especiales de Carabineros coparon y reprimieron con coches blindados, una cantidad innumerable de miembros de la policía militarizada y químicos tóxicos la caminata que va desde la Alameda de Santiago, arteria principal de la capital del país, hasta el Cementerio General, donde se encuentra el memorial de las y los caídos durante la dictadura cívico militar encabezada por Augusto Pinochet.
Según informaciones de la organización Sutra DDHH, en la jornada una muchacha cayó víctima de un trauma ocular entre las calles Recoleta y Valdivieso, y se encuentra aún hospitalizada. Asimismo, dos menores de edad fueron virtualmente secuestrados en automóvil por agentes de civil de Carabineros pertenecientes al O.S.9, entre las calles Inglaterra y Bélgica, y probablemente serán procesados de acuerdo lo determine la Fiscalía.
La tiranía que destruyó a sangre y fuego el proceso transformador, antiimperialista y popular del médico marxista elegido democráticamente en 1970, Salvador Allende, al poco tiempo de tomarse el poder inició una contrarrevolución capitalista que impuso por la fuerza un programa económico y social ultra liberal, hasta entonces desconocido en el mundo.
Vale señalar que uno de los factores relevantes a la hora de explicarse las causas que sólo hace una semana, el 4 de septiembre pasado, mediante un plebiscito dieron por vencedora a la opción que rechazó la propuesta de establecer una nueva Constitución para desplazar la de Pinochet dictada en 1980, se encuentra en la despolitización brutal de la población que inauguró la dictadura y que fue profundizada por el ciclo de los gobiernos civiles bautizado en 1990 hasta la actualidad, con fines de disciplinamiento social. O sea, desde hace prácticamente medio siglo, las relaciones sociales predominantes en Chile mutaron radicalmente, convirtiendo a un pueblo deliberante y protagonista de su propia historia, en una sociedad de consumidores y clientes. La cuestión pública fue reservada para una clase política clientelar, nepotista, corrupta y cuya práctica de cabildeos y pactos palaciegos, a espaldas de las mayorías sociales, caracterizan su modo exclusivo y excluyente de dirimir crisis y desacuerdos. Al respecto, las fuerzas populares que persiguen la emancipación civilizatoria y el fin del régimen del lucro, de acuerdo a los diversos momentos de la lucha de clases, como en los años de la resistencia antidictatorial o la revuelta social del 18 de octubre de 2019, todavía no han logrado superar la hegemonía del liberalismo de punta que continúa campeando en el país de Violeta Parra, Gabriela Mistral, Leftraru, Salvador Allende, Pablo Neruda, Miguel Enríquez y tantas y tantos hijos de la rebeldía que no dejan de llenar las calles vacías y los territorios mapuche en lucha cuando es preciso.