Reconocer nuestras fortalezas o virtudes nunca ha sido fácil. Pero cuando se logra dar con ellas, cuando las reconoces, cuando las internalizas, cuando las “vives” …todo cambia. La relación con uno, con los demás y con el mundo.
Cuando realizo con mis pacientes este “tallercito” de las virtudes, puedo observar, puedo escuchar, puedo ver, como sus rostros se iluminan cuando se conectan con lo mejor de cada uno.
El futuro se les abre y aquella desesperanza aprendida, empieza a quedar en evidencia y comienzan a reconectar con la real posibilidad de cambio de aquello que no les permite avanzar.
Descubren algo así como una “caja de herramientas” internas, llenas de virtudes y fortalezas a las que pueden acudir cada vez que lo necesiten.
Se me “aparece” la frase de mi querido Maestro, “Ama la realidad que construyes y ni aun la muerte detendrá tu vuelo”.