El sesgo de confirmación o sesgo confirmatorio es, en palabras simples, “escuchar lo que a mí me parece bien y lo demás lo considero errado”. Su definición formal la define como el proceso mental que busca seleccionar, indagar, encontrar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias o hipótesis dando una importancia desproporcionadamente alta en comparación a otras posibles alternativas. En la sala de clases, el sesgo de confirmación de la cultura hegemónica de género tiene efectos devastadores en la formación de niñas y mujeres jóvenes.
La creencia de que los niños hombres son mejores para las matemáticas y el deporte hace que profesoras y profesores que imparten dichas asignaturas pongan más atención a hombres en la sala de clases y, de esta manera, confirman su hipótesis que no tiene ningún asidero científico. Está comprobado que una educación sexista pone mayor atención y preocupación en hombres que en mujeres.
Lo mismo sucede cuando profesores clasifican a un niño, niña o joven como problemático y a otro como buen alumno. En clases a quien clasificaron de “problema” le buscan y destacan todas sus falencias, mientras que al “buen alumno” se las omiten.
El sesgo de confirmación es uno de los pilares en el desarrollo de la inteligencia artificial con la que las empresas de redes sociales construyen sus algoritmos para captar y retener la atención de sus usuarios. Al conectarse, muestran situaciones o entregan información que tiende confirmar lo que uno quiere ver y escuchar para reafirmar nuestras propias creencias.
Esto no nos debe llamar la atención, por cuanto hay estudios que indican que Facebook, TikTok, Instagram o LinkedIn son mejores predictores de nuestras conductas y creencias que nosotros mismos. Ésta es sólo la extensión de conductas de consumo en medios de comunicación. Todas las personas tienden a preferir y consumir aquellos medios de comunicación que coinciden con sus creencias y estructuras ideológicas.
Al igual que el sesgo de confirmación tiene efectos devastadores en el aula, también lo tiene a nivel de sociedad. En vez de promover la vida comunitaria en diversidad, el sesgo de confirmación tiende a generar ghettos de autoafirmación marcando de manera, a veces violenta, las diferencias con diferentes grupos sociales.
Lo estamos viviendo a diario en los días previos al plebiscito de salida. Las redes sociales están cargadas de mensajes que confirman la posición propia. No nos dejemos engañar por lo que vemos y escuchamos, ni tampoco por las encuestas tremendamente influenciadas por el sesgo de confirmación.
La convivencia está en riesgo y por ello es de suma importancia que la educación sea capaz, sobre todo por la influencia de las redes sociales, de desarrollar el pensamiento crítico en los y las estudiantes. Que reconozcamos nuestra naturaleza humana, en el sentido que somos falibles y expuestos al sesgo de confirmación. El desafío es reconocer esta realidad buscando y abriéndose a información y a situaciones que cuestionen nuestras propias creencias. No es un ejercicio fácil, pero es indispensable si creemos en los beneficios de vivir en diversidad.
Para finalizar esta columna comparto con ustedes la siguiente reflexión: Me critican y se ríen de mí porque soy diferente; yo me río porque son iguales.