Pedimos que nos paguen por nuestro trabajo, que paguen a las ovejas, a las vacas, al ganado que limpia y cuida nuestros montes. Por el servicio esencial que desempeñan, por su función ecológica y social de vital importancia, en un contexto crucial de emergencia climática.
Por Rodrigo Molinero Villanueva¹ y Laura Navarro²/El Salto diario
Llegará un día en que no podremos más, y entonces lo podremos todo”, decía el poeta Vicent Andrés Estellés. Pues ese día está llegando. Los pastores y las pastoras estamos hartos ya.
Señores y señoras, representantes políticos y administradores de los servicios esenciales para la ciudadanía: ¿Cuántos de los millones de euros que las comunidades autónomas han anunciado que van a invertir en la campaña para la prevención de incendios y limpieza de montes van a ir destinados a los pastores y a las pastoras del mundo rural? La ganadería extensiva se está tambaleando. Apenas nos tenemos en pie. Muchas de las explotaciones ganaderas han llevado ya a sus animales al matadero. Y otras, no se sabe cómo vamos a terminar.
No se trata de dar ese dinero por nada y para nada. Conocemos de sobra las razones por las cuales se producen los incendios. Las entidades sin ánimo de lucro que llevan años defendiendo el entorno rural y la naturaleza lo tienen muy claro: “El mejor bombero forestal es la ganadería extensiva”. Si hasta vosotros mismos nos estáis diciendo la importante labor que realizamos.
Las pastoras y los pastores de la Serranía Alta de Cuenca solo queremos mantener vivas nuestras explotaciones ganaderas, mantener vivos nuestros pueblos, seguir trabajando, seguir adelante. Pero estamos atravesando la tormenta perfecta: el cambio climático nos golpea con una dureza nunca antes conocida, tenemos que alimentar al ganado con cereales cuyos precios se han duplicado, somos el eslabón más débil de la cadena (víctimas de almacenistas, especuladores, intermediarios y gentes a menudo sin escrúpulos que viven a nuestra costa). Compramos por lo que nos piden, vendemos por lo que nos dan… Nuestros productos son perecederos y perdemos así cualquier posibilidad de presión a la hora de negociar los precios.
No queremos ser héroes. Solo queremos poder vivir con dignidad. Los pastores y las pastoras somos esclavos de nuestras ovejas, vivimos para ellas, sin horario ni calendario. Pero ¿hasta cuándo podremos aguantar esta situación? Si producir alimentos sanos y naturales en estas circunstancias nos cuesta dinero, si otro recurso como la lana ya no vale nada, si por vivir en zonas remotas hasta tengo que pagar por que se lleven el estiércol… Entonces ¿qué nos queda?
Nos queda el trabajo importantísimo que nuestros ganados llevan a cabo en el campo, aprovechando los pastos, abriendo sendas y caminos, evitando que se conviertan en combustible, ayudando a mantener el equilibrio en los ecosistemas, fomentando la diversidad, creando paisaje para el disfrute de todos. Es un trabajo que se nos tendría que reconocer, valorar y pagar. En ello va nuestra supervivencia.
No nos dejen caer. No dejen que desaparezcamos. La ganadería extensiva tendría que ser considerada como lo que es: una pieza esencial del operativo de prevención y lucha contra los incendios, junto con las cuadrillas forestales que desbrozan los montes. Las personas que lo hacemos posible reclamamos dignidad.
A menudo los pastores interiorizamos que “lo que hacemos no vale nada”, que “somos tontos como nuestras ovejas”, y por eso seguimos adelante sin esperar nada a cambio. Pero ni somos tontos, ni nuestras ovejas son tontas. Pedimos que nos paguen por nuestro trabajo, que paguen a las ovejas, a las vacas, al ganado que limpia y cuida nuestros montes. Por el servicio esencial que desempeñan, por su función ecológica y social de vital importancia, en un contexto crucial de emergencia climática.
Señores y señoras, esa remuneración digna, ese apoyo que exigimos, no es para nosotros. Es para todos. Para todas. Por favor, rásquense el bolsillo. O mejor dicho, adminístrenlo bien. Solo se trata de eso, de administrarlo bien, de priorizar lo realmente esencial, y pensar, de una vez por todas, en el bien común.
¹ Pastor de Poyatos, Serranía Alta de Cuenca
² Hija de poyatera